Cena, canción y mensaje.

716 87 20
                                    

Ambos chicos se miraban sonrientes. Riker se sentía dichoso de poder pasar tiempo con aquella chica, a la que consideraba tan delicada. Ella era como un diamante, preciosa e intrigante. Mientras que Vanessa estaba completamente nerviosa, la sonrisa de felicidad de aquél muchacho la ayudaba a sentirse de ese modo.

—Puedes sentarte —dijo ella repentinamente. Riker asintió y se sentó de inmediato —. Vuelvo enseguida —avisó. Riker fue testigo de cómo se retiraba, con pasos algo extraños. Su nerviosismo era adorable, como el de una colegiala.

Al estar dentro de su pequeña cocina, por fin dejó escapar un suspiro. Respiró profundamente e intentó calmarse. Después de todo, no era nada del otro mundo. Claro... sólo comería con él chico que le gusta, los dos solos. Sus manos comenzaron a transpirar al percatarse de lo que pasaría. Bien... tal vez sí era una mala idea.

Antes de seguir lamentándose, recordó que Riker la esperaba. Eso tampoco estaba bien. Tomó dos platos y los llevó a la mesa. Sonrió. Riker le devolvió la sonrisa. Volvió a la cocina, donde tomó una tetera, con agua hervida minutos antes. La llevó junto a dos pequeños vasos. Riker la miraba con completa curiosidad, ella se veía tan nerviosa, bonita. Era imposible no perderse en la belleza de aquella chica. Finalmente, Vanessa volvió con azúcar y un cuchillo, y después de aquello, se sentó sin más.

—Lamento haberte hecho esperar —se disculpó apenada —. Olvidé traer todo antes. De verdad, lo siento...

—Siento no haberte ayudado —se disculpó Riker —. Pero olvidemos las disculpas, lo mejor que podemos hacer es disfrutar nuestro tiempo juntos.

"Disfrutar nuestro tiempo juntos", Vanessa no pudo evitar reír levemente ante esas palabras. Riker la miró y sonrió, para su edad era muy tierna.

—Será mejor partir el pastel —Vanessa se levantó. Abrió la caja. Riker observó aquél pastel, y se quedó completamente maravillado, se veía delicioso, se le hacía agua la boca. Sin pensarlo se posicionó al lado de Vanessa, tomó su mano y ambos sujetaban el cuchillo.

—Hagamos esto... —dijo Riker. Vanessa se había quedado inmóvil, no esperaba eso. Y no pudo evitar pensar en que eso era lo que hacían los recién casados, partían el pastel juntos. Se ruborizó ante ese pensamiento.

Los dos partieron el primer pedazo de pastel, dejándolo en un plato. Y después, del mismo modo partieron el otro pedazo. Ambos se sentaron nuevamente, aún sonriendo.

En silencio comieron el primer pedazo. Vanessa estaba atenta a los movimientos de Riker, también a sus gestos. Tras tragar, pudo ver cómo sus ojos se iliminaban por completo, eso era tan adorable. Parecía un niño en Navidad.

—¡Es delicioso! —exclamó Riker. Vanessa sonrió un tanto apenada, no esperaba esa reacción —. Eres muy talentosa —sus miradas conectaron, ella desvió la suya.

Riker quiso hacer una jugada maestra, por lo que, aprovechando la distracción de la chica, tomó su mano. Vanessa al sentir aquél contacto, dio un pequeño saltito. Más al ver los ojos de ese amoroso rubio, simplemente se tranquilizó y no apartó su mano. Riker se sintió orgulloso de ella, porque poco a poco iba dejando de lado su timidez con él. Y eso lo hacía sentir especial, muy especial. Esa chica era increíble.

—Gracias... —dijo ella en un susurró. Él la miró enarcando una de sus cejas. ¿Gracias? Qué curiosa palabra había elegido. Al contrario, él debería estar agradecido, por muchas razones —, gracias por todo. La verdad es que me haces sentir especial —esas palabras lo hicieron sentir una ternura especial hacía la chica, verla sonrojada lo hizo apretar más su mano, fue como un instinto.

—Tú ya eres muy especial. Nadie debería hacerte sentir lo contrario, jamás.

Ambos se miraban con sonrisas enmarcadas en sus rostros. Aún estaban tomados de la mano, pero poco a poco se fueron acercando. Hasta que sintieron la respiración del otro, uniéndose a la propia. Y así es cómo... simplemente, se fundieron en un beso lleno de amor. Era algo que ambos necesitaban, algo que ellos querían. Ese era el próximo paso, y ambos estaban dispuestos a darlo. Sabían que estaban listos.

—...—

Estaba en mí habitación. Después de que las chicas se fueron, cerramos la panadería. Ahora me encontraba sentada en mí escritorio. Intenté hablar, y mí voz ya no sonaba tan ronca, creo que ya mañana por fin podré hablar, cómo antes.

Entre mis manos sostenía un lápiz, y aún llevaba el collar que Ross me regaló. Ross... no pude evitar suspirar al recordarlo. ¿Recordarlo? ¡Qué cosas digo! Yo siempre pienso en él. Desde que me di cuenta de mis sentimientos hacía él, no puedo dejar de pensar en él, nunca abandona mis pensamientos. ¿Quién diría que me enamoraría de un engreído? Yo nunca pensé que mi vida cambiaría tanto. Al menos, las cosas han ido mejorando, lentamente.

Eso me dio una idea.

En mí cuaderno, escribí:
Pienso en ti.

Mordí la tapa de mí lápiz y dejé que mis pensamientos volasen, había tantas cosas qué decir sobre ese rubio. Reí internamente mientras negaba con la cabeza.

Pienso en ti, cada mañana cuando abro mis ojos —escribí. Eso era cierto.

En eso, di un salto de la silla. Mi puerta se abrió y alguien entró corriendo, no pude evitar gritar, realmente me había asustado, me tomó desprevenida.

—¡Raini! —mi voz salió completamente ronca, mi amiga sólo me miró emocionada
—. ¿Qué haces aquí? Creí que te habías ido —pregunté con dificultad.

—¡Eso no importa ahora! —respondió ignorándome por completo. Yo rodé los ojos, un poco molesta —. ¡Lee esto!

La miré con la ceja enarcada, ella me miró y asintió, mientras mantenía su mano extendida, para que tomé su celular, un poco insegura. Vi la pequeña pantalla, eran los mensajes de texto, era uno de un remitente llamado "Gusano Rojo", fruncí mí ceño, ese debía ser Calum. Me sorprendió que tuviera agendado el número de ese chico, pensé que lo odiaba.

"Atención.
Mañana todos están invitados al Colegio Santo Tomás. Dónde con permiso de la directora —¡¿La Directora?! ¿Ella dando un permiso? Eso me huele a mentira. Algo pasaba, era sospechoso —. Vamos a poder ver, como Dos de los Cuatro Ángeles se enfrentan en una competencia, para saber: ¿Quién es él mejor chico?
¡No falten!".

Ese era el mensaje. Vaya. Una competencia en el colegio, en un día Sábado. Eso sí que era algo nuevo, creo que en éste colegio, nunca faltan los dramas.

—...—

Mientras que una pareja, que se encontraba en la casa de cierto castaño jugando vídeo juegos, recibieron el mismo mensaje. Rydel lo leyó con espanto, Ellington simplemente asintió.

—Elli, tienes que detenerlos —pidió Rydel en tono de súplica, se preocupaba por sus amigos —. Ellos se pueden dañar.

—Linda, si pudiera hacer algo lo haría. Pero sabes que ellos son dos cabezas huecas —ella rió ante ese comentario —. Lo hacen por orgullo, y para un hombre, el orgullo es sagrado —explicó él. Porque era cierto, el orgullo es algo que nadie puede tocar, para un hombre no hay nada peor, por eso siempre son competitivos: por su orgullo —. Las únicas que pueden detenerlos, son sus chicas —finalizó. Rydel asintió, pudo sentir como Ellington la abrazaba. Ella confiaba en Vanessa y Laura, ambas eran muy inteligentes.

Cuatro Ángeles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora