Capítulo 2 - Parte 1

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Capítulo 2

La pérdida de un ser querido siempre es muy dolorosa y más cuando se trata de un hijo. Los padres suelen crear todo tipo de expectativas, incluso antes de que el bebé llegue a este mundo. En algunas ocasiones escuchas cosas como: "Es igual a su padre" o "Sera una excelente hijo" y crean todo un futuro imaginario de lo perfecto que va a ser la vida cuando el bebé llegue. Mis padres no habían sido la excepción. Los dos estaban muy deprimidos por el asunto de la pérdida. A veces, cuando ellos creían que yo dormía, solían discutir y teorizar las causas de la muerte de mi hermana. Nunca llegaron a nada. Pero mientras crecía la tensión entre los dos, encontraban formas de sentirse un poco "menos frustrados". A menudo esas recetas caseras eran bautizadas como whisky o brandy. Sobre todo mi madre, era una experta bebiendo esas cosas. Por mi parte seguía siendo apenas un infante, sin embargo, podía sentir y vivir en carne propia todo lo que envolvía a la familia. Mi vida cambió a muy temprana edad.

La tensión no era lo único que crecía con el tiempo. También yo lo hacía. Cuando tenía cinco años las personas me consideraban un niño genio. Era un vívido lector y comunicador. Podía sostener una plática convencional con un adulto de algún tema de mi interés. Como por ejemplo la medicina. Era mi tema favorito y todo gracias a la vasta colección de libros que tenía mi padre.

La mayoría de estos libros los había conseguido sacándolos a escondidas de su estudio, o al menos eso creía yo. Mi padre no era nada insensato. Siempre dejaba intencionalmente abierta la puerta para que yo pudiera pasar. Cada vez que entraba a hurtadillas, al día siguiente, él se daba cuenta que había tomado uno de sus libros y me preguntaba "¿Cómo vas?" Desconocía la respuesta a esa pregunta, ya que no sabía que él era consciente de mi pequeño crimen.

A pesar de los problemas de todos los días: como la falta de comunicación de mi madre y su total desatención hacia nosotros, más la incansable presión de mi padre que sufría en su trabajo, sumando a todo esto el gusto por la bebida que ella había desarrollado de pronto, de vez en cuando aquél hombre me sonreía. Supongo que debía darse cuenta de mi talento natural hacia el aprendizaje de su profesión. Puedo apostar a que se sentía de algún modo orgulloso, pero esto no era suficiente para llenar el vacío en su interior.

Una noche mientras me encontraba bajo las sabanas con mi linterna de mano, iluminando uno de los libros de medicina (Medicina del nuevo mundo), escuché que la puerta de mi habitación se abrió de repente. Tragué saliva y pude sentir la presencia de unos pasos que se acercaban lentamente a mí. Yo sabía que mis padres a esa hora debían de estar dormidos, ya que después de la cena cada uno se dedicaba a beber su trago favorito y después se iban a la cama. Las sábanas fueron retiradas de mi cabeza y me quedé petrificado por un momento, tal vez, porque mi cerebro infantil creía que hacia algo malo, o presentía el peligro. Me di media vuelta para ver quién fue el responsable de haberme sacado de mi escondite, y me sorprendí al ver a mi padre. Me sentí como si fuera un ratón al que hubieran atrapado pillando un queso. El me miró, acercó su mano a mi cabeza y me sacudió el cabello, se sentó al borde de mi cama hundiéndose en ella, empezó a hablar muy despacio, sus ojos estaban rojizos y podía notar su aliento a alcohol.

—Algún día serás un gran doctor hijo —me dijo con un semblante de orgullo y de tristeza a la vez. Cerró los ojos y se quedó dormido a mi lado.

¿Jamás lo olvidaste pequeño Erick?

Dos años después de aquella noche, la familia continuó más separada que nunca, era algo que simplemente no podían superar. Mala suerte la mía porque perdí su total atención y el afecto que me tenían. Con el tiempo mi padre dejó de hablarnos y prefería pasar horas interminables en el hospital, olvidándonos a ambos. Llegué al punto en donde incluso comencé a odiar a mi difunta hermana. Era raro que una tragedia así sucediera, en especial cuando se trataba del doctor Perkins. Ya que era uno de los doctores con más experiencia en la ciudad (en el fondo él lo sabía y eso lo destrozaba aún más). A pesar del mal momento que estaban pasando seguían siendo una pareja muy respetable. Al principio todos los miembros conocidos de los dos, habían guardado un poco de luto por respeto a mi hermana fallecida, pero como los años pasaban, creyeron que sería buena idea hacerlos escapar de la realidad y organizar una fiesta cada fin de semana. Uno podría creer que esto no está del todo mal, sin embargo las fiestas servían como pretexto para amplificar los problemas que existían en casa. Y yo terminaba siendo el único afectado de todo esto.

Mientras ellos estaban en algún evento social, mi querida abuela venía a cuidarme. Era un poco más vieja y cada vez le era aún más difícil permanecer despierta. Casi siempre se quedaba dormida frente al televisor y podía escuchar sus ronquidos hasta mi cuarto. Estando allí adentro, invertía mi tiempo sentándome al borde de la ventana solo para ver la calle donde vivía. Eran unas casas muy bonitas, tenían un estilo muy de los suburbios: grandes jardines llenos de adornos agradables a la vista, masetas repletas de flores en la parte de enfrente y los típicos vecinos que salían todas las mañanas a regarlas. Pero mi interés iba más allá de lo superficial que parecen estas personas. La verdadera intención de estar siempre en mi ventana era para observar a los animales. Perros, gatos, ratones, ratas, aves, incluso insectos. Lo que sea que tuviera vida y fuera más pequeño que yo en ese momento me fascinaba. No por su aspecto o carácter, quería descubrir: por qué tenían vida, por qué no eran como nosotros, por qué ellos sobrevivían de esa manera. Mi mente se encontraba tan ocupada, que por un breve momento ignoré la situación actual.

Todo cambió el día que murió el gato de mi vecino. Un automóvil lo atropelló. Yo me encontraba en mi habitación como de costumbre, cuando vi al animal cruzando la calle. Su dueño Ricky, un niño problemático que iba en mi escuela llamó a su mascota. Cuando este acudió a su llamado, no pudo ver una camioneta que pasaba a toda velocidad. El pobre animal cayó muerto al suelo. Al ver lo que ocurrió, me acerqué al lugar del accidente y antes de que alguien llegara, comencé a ver los restos de lo que hace unos segundos había sido bigotes. No llevaba una cámara fotográfica en ese momento pero no la necesitaba, tenía algo mejor, mi propia memoria.

— ¡Aléjate de mí gato! —Escuché gritar a Ricky que venía corriendo hacia mí.

Me puse de pie y me hice a un lado, él se incoó, con movimientos torpes trató de reanimar al animal.

Bigotes, por favor no te mueras —comenzó a llorar.

Me alejé un poco y estaba a punto de irme pero no sería tan sencillo. Ricky se puso de pie con lágrimas en los ojos, se acercó a mí y me dio un empujón.

—Todo es tu culpa mocoso, todo es tu culpa y de nadie más, mataste a mi gato —dijo

— ¿De qué hablas?, tu gato murió cuando le hablaste.

—No mientas —levantó un puño. Estaba a punto departirme la cara, sin embargo los vecinos al escuchar el caos comenzaron asalir de sus hogares. Sus padres lo vieron y lo llamaron. El bajó el puño y sindecir ninguna palabra regresó a su casa. Yo hice lo propio. Subí nuevamente pormi ventana. Mi madre no se había percatado del incidente porque se encontrabaen el sofá dormida, así que me dirigí al estudio de mi padre y comencé a buscaralgún libro de medicina que estuviera repleto de imágenes parecidas a lo queacababa de ver. Era un librero muy grande que se extendía de pared a pared. Noiba a ser fácil de encontrar, sin embargo logré hallar uno llamado Anatomía de las especies, me lo llevé ami habitación y lo hojeé toda la noche. Retratados perfectamente en el libroestaban cientos de imágenes de huesos y músculos. Tan parecido a lo que habíavisto, pero detallado y redactado de una manera sublime (Sin embargo mi únicoerror fue obsesionarme mucho con este tema).     

Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora