Desperté; me encontraba en un lugar diferente. Como si fuera la atalaya de algún castillo. Estaba en el suelo cubierto por una cobija y vestido con un traje color blanco con un código de barras impreso en la bolsa de la camisa. Miré a todos lados y me di cuenta que era una torre alta y a unos tres metros hacia arriba se asomaba una ventana revestida por unos barrotes de hierro. Podía ver el destello del sol. Cerré los ojos y escuché el canto de unas aves marinas, y el olor a sal. Al salir de mi ensimismamiento, advertí que estaba encerrado, unas grandes barras de acero impedían mi salida, y detrás de ellos se levantaba otra puerta que funcionaba remotamente.
A los pocos minutos que desperté, llegó un hombre vestido como un inquisidor.
—Doctor Erick Perkins. He venido para llevarlo al laboratorio de pruebas. Le pido de la manera más atenta que coopere y no cause ningún problema.
Comencé a reír, pero esta vez sí estaba dispuesto a cooperar. Después de aquel sueño algo en mí cambió. No me sentía triste ni nada por el estilo, por el contrario, la idea de una guerra comenzó por llamarme la atención, sin embargo como soy una persona muy orgullosa no iba a permitir que vieran mi retractación.
Extendí ambos brazos, y la compuerta de aquella jaula se abrió. Por ese pequeño hueco los saqué para que me colocaran unas esposas. El hombre abrió la reja. Salí de allí y esperamos unos segundos antes de que la otra puerta se abriera. Un escáner pasó por el rostro de aquel hombre y seguidamente la puerta se abrió, deslizándose hacia arriba.
Al salir nos encontrábamos en un pasaje largo con varios caminos a seguir. Lo más extraño es que no era un pasillo cualquiera y mi celda no era la única que estaba ocupada. Había decenas de puertas y todas eran una cárcel distinta. Durante algún tiempo escuché que existía una prisión de máxima seguridad, no sabía si era verdad o mentira. Un simple mito, ahora podía estar seguro de que esas historias que se contaban en los bares de Los pinos eran ciertas.
Caminamos hasta otra puerta. A partir de aquí me fue colocado de nuevo el visor, argumentando que no podía ver lo que había más allá de ese lugar. Acepté sin poner resistencia. Me colocaron ese extraño casco y lo ajustaron a mí. Escuché un sonido seco al abrirse una puerta y mientras caminábamos por algunos minutos en distintas direcciones, escuchaba ruidos extraños, golpeteos, lamentos, llantos, parecía un funeral, no eran sonidos de dolor, sino algo más, casi desconocido. Los sonidos seguían mientras marchábamos, pero eran los mismos que escuché minutos antes, dudo mucho que el lugar haya estado tan lejos. Simplemente quería confundirme para perderme en caso de que se me ocurriera escapar.
Llegamos a una habitación en donde escuché muchos susurros y tecleos. Aquel hombre me obligó a caminar de frente y me topé con unos escalones. Me soltó el brazo y me dijo "sube", obedecí y al subir. El casco se desprendió solo y cayó al suelo. Una puerta de cristal se cerró a mis espaldas. Estaba ahora en una jaula transparente. Todo el lugar era un pentágono gigante repleto de computadoras y gente vestida del mismo material que el inquisidor. Podía ver a muchos científicos, pero no reconocía a ninguno. En el segundo piso se encendió una luz de lo que era una habitación anexa. No alcanzaba a ver su interior pero algo me decía que allí debía estar Víctor y sus seguidores.
— Comiencen las pruebas.
Una luz rojiza (como si fuera una sirena) se encendió y mi jaula comenzó a llenarse de un líquido de color verde. Permanecí inmóvil y dejé que pasara lo que tuviera que pasar. El líquido me cubrió totalmente y las pruebas comenzaron.
Hay que dejarlos investigar.
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Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1
Acción¿Quién eres tú para juzgar los actos que he cometido? Lo que ves cómo una crueldad increíble y maldad absoluta, incluso algo de locura, yo lo veo como progreso, redención, descubrimiento... está bien, quizás tengas razón, probablemente matar a 107 p...