Capítulo 21 parte 1

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Mi ultimó cadáver era inservible, completamente deforme. Tan horrible que tuve que llevarlo a incinerar. Ya casi lo conseguía, estaba a punto de llegar a algo pero ya no tenía manera de comprobarlo. Triste y deprimido en ese entonces, Janeth se dio cuenta y frotó mi espalda suavemente con su mano.

—Tranquilo todo estará bien amor.

—Casi lo conseguía, pero ahora no tengo un cuerpo en donde probarlo.

Janeth quedó en silencio pensando un poco.

—Y si ¿abrimos la puerta?

Era verdad, detrás de nosotros había una montaña de cadáveres, si los mutantes no se daban cuenta, podríamos pillarnos con uno de los cuerpos y seguir experimentando. Era algo arriesgado, ya no tenía mi poción de "HSS" para controlar la mente de los que siguieran con vida. Era algo que debíamos intentar, estaba tan cerca de conseguirlo.

Entonces allí estábamos, apunto de abrir la puerta. Janeth tragó saliva y me miró, yo hice lo mismo, saqué las llaves de mi bolsillo. Coloqué la llave principal dentro de la cerradura y giré el cerrojo, lentamente abrí la puerta y ante mí, se alzaba una montaña de cadáveres. Seguíamos seguros porque la montaña se encontraba del otro lado de la puerta con los barrotes de hierro. Volví a tragar saliva y con manos temblorosas, abrí los barrotes. Al fondo de la habitación se escuchaban sonidos y lamentos guturales acercándose.

— ¿Cuál agarramos? —dijo Janeth en un siseo.

Comencé a analizar los cadáveres y verlos uno por uno para tratar de elegir al mejor. Había un cuerpo corpulento, perfecto para mis fines, el problema era que arriba de él estaban otros tres restos.

—Ese que está allí —señalé apuntando con mi dedo.

—Está bien, vamos.

Ella lo tomó de una pierna, y yo, de uno de sus brazos, comenzamos a tirar. No quería salir, eran muy pesados los otros tres tipos que estaban arriba. Mi mente se nubló y comenzó a recordar. Aquellas pesadillas que tuve en muchas ocasiones. Esto que estaba haciendo era lo que mi propia mente pronosticaba, todos los elementos estaban presentes. La montaña de cadáveres frente de mí, la puerta del mismo color que la de mi sueño, las luces que no iluminaban mucho. Solo faltaba lo más importante y era el verme sonreír. Para entonces no solamente no sonreía si no que tenía tanto miedo que probablemente comenzaría a llorar.

—Ya casi —dijo Janeth.

Tiramos más fuerte, pero por la misma fuerza salí volando hacia atrás. Le arranqué el brazo.

— ¿Estas bien? — dijo ella mientras miraba si seguía consiente.

—Sí, estoy bien... ¡cuidado!

La montaña de cadáveres comenzó a tambalearse y se vino abajo. Ella tuvo que dar un salto hacia atrás para evitar ser sepultada, eso no evitó que se lastimara al caer al suelo cayendo directamente con su espalda. Hizo un sonido seco. Creí que se había quebrado algún hueso, pero estaba bien. Los cuerpos quedaron atravesados entre la puerta de los barrotes de hierro y la de madera, No podíamos cerrar la primera a menos que quitáramos algunos. Me puse de pie para ayudar a Janeth, pero justo cuando me acerqué a ella algo me tomó de mi pantorrilla y caí al suelo una vez más. Pude escuchar como los gritos del fondo del pasillo se acercaban. La horda se dió cuenta que abrimos la puerta. Comencé a tratar de liberarme y a empujar la montaña de restos humanos, fue un error creer que todos estaban muertos. Más muertos que vivos, algunos de los cuerpos luchaban por alcanzarme, empezaban a levantar sus horripilantes manos y con el último gramo de energía que les quedaban seguían gimiendo y maldiciendo.

Los hice al lado lo más que pude, lo suficiente para poner el cerrojo de la puerta de madera solamente. Estaba jadeando y sudando demasiado, a pesar del frio que azotaba en esa temporada. Caía una ventisca en el exterior, la podías ver por las cámaras de seguridad. Comenzaba a acumularse la nieve.

— ¡Maldición! No lo conseguimos.

Janeth estaba casi inconsciente por el impacto que sufrió y por el cansancio natural de estar confinada allí conmigo. Me acerqué a ella para hacerla reaccionar.

—Janeth ¿estás bien? —con mis manos la sujeté tomándola por la cabeza.

—Erick, esto es todo, no podemos seguir más aquí, tienes que llamar a la policía, tenemos que avisarle a alguien.

—Pero estoy tan cerca de conseguirlo, aparte si la policía me atrapa lo más seguro es que me condenen a muerte.

— ¿Dónde prefieres morir Erick? ¿Aquí? O tener una esperanza de vida allá afuera, tienes amigos importantes, de seguro te ayudaran a que tu condena sea corta.

Las palabras de Janeth me hicieron pensar muchísimo y reflexionar de lo que estaba bien y lo que estaba mal. Miré a Janeth a los ojos.

—Si voy a la cárcel ¿que pasara?

—Nada Erick, yo te seguiré esperando.

—Pero estoy tan cerca. Solo necesito un cuerpo más y estoy seguro que lo conseguiré.

—Erick, ya no hay cuerpos, si abres nuevamente esa puerta los dos moriremos de una manera terrible, ríndete de una vez por favor.

Me suplicó, y yo con la moral destrozada y los nervios a punto de estallar acepté.

—Tienes razón Janeth creo que debería rendirme.

—Erick, cuando todo esto termine, y vayas a prisión te juro que te esperaré, te seguiré amando y mantendré mi promesa de estar siempre a tu lado.

Desgraciadamente tenía razón, debía llamar a la policía, no teníamos salida y por una vez dejé de pensar en mí, tenía que sacarla de aquí a como diera lugar. por suerte mi teléfono celular lo llevaba en ese momento conmigo. Dejé a Janeth en el suelo y me senté a su lado. Llamé al número de la policía. "hola, soy el doctor Erick Perkins, necesitábamos ayuda urgente en el Hospital Nueva Esperanza, envíen refuerzos por favor" colgué el teléfono, Janeth escuchó todo y sonrió.

—Muchas gracias Erick por lo que acabas de hacer —cerró los ojos, estaba agotada.

—No amor mío gracias a ti.

Comencé a llorar y tomé su cabeza, la recosté en mi pecho, la abracé mientras mis lágrimas caían sobre su cabello. Me rodeó con sus brazos. Estaba muy débil, podía sentirlo en carne viva. Solo era cuestión de tiempo para que la policía llegara, posiblemente por las condiciones climáticas tardarían uno o quizás dos días, era un tiempo corto considerando lo que llevábamos allí refugiados.

¿Qué no dijiste que solo necesitabas un cuerpo? Allí lo tienes, está casi muerta. Sujetas la gloria en tus manos.

No sé qué pasaba por mi mente. Lo único que sentía era una tristeza cada vez más grande, lloré más fuerte, grité y puse mis brazos alrededor del cuello de Janeth para continuar abrazándola. Sentí cómo comenzó a clavarme sus uñas en mi espalda y nuca, a gemir e intentar gritar pero yo la abrazaba más fuerte. "Te amo" le dije muchas veces mientras lloraba, — ¡perdóname! — grité y apreté su cuello con tanta fuerza que sentí cómo se desvanecía en mis manos... La asesiné, a mi amada esposa, la mujer más noble y amable de este maltito planeta dejó de existir gracias a mi causa egoísta.

— ¡¿Dios mío, no por favor?!

Postré su cadáver en el suelo y me alejé un poco. Su cuerpo tenía los párpados abiertos y la boca igual, sus hermosos ojos de color ahora solo tenían el color de la muerte. Estaba inmóvil y yo lloraba como si fuera un niño. Jamás lloré tanto. La cabeza me daba vueltas y caí dormido a su lado.

Ahora que tu no estas es mi turno de trabajar.

Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora