Las semanas pasaron, o quizá los meses. Fue mucho tiempo y la noción del mismo no me era muy clara. La rutina siempre era la misma: Al amanecer un inquisidor venia por mí, me sacaba al pasillo, me ponía el casco, entrabamos a otra habitación, intentaba confundirme, llegábamos al laboratorio, me metían a ese tanque, se llenaba del mismo líquido, comenzaba un escaneo y daban inicio las pruebas.
Al principio tenían dudas de mis habilidades para no sentir dolor y de mi capacidad de regenerarme, por lo que en repetidas veces me explotaron. Debo admitir que me creía muerto, pero siempre terminaba despertando. No sabía que pasaba después de explotar, solo ellos. Tenían videos grabados pero no los podía ver.
Llegó a un punto donde les daba lo buenos días a todos, ellos me ignoraban, tal vez porque seguidamente de desearles los buenos días les juraba que los iba a matar. Probablemente sea por eso que jamás nadie me habló.
Mi personalidad cambió para entonces, ya no era el mismo de antes. Ahora no me importaba nada, de hecho los alentaba a que siguieran experimentando más en mí. Comencé a ser cada vez más hablador, no sabía si me volví a si por el proceso de investigación, o fueron mis repentinas destrucciones y reconstrucciones. Fueron tantas veces que probablemente me volví loco, quizá, mi cerebro no se reconstruía del todo como yo creía.
Un día como cualquier otro, estaba despierto y de pie, esperando a que mi carcelero abriera la reja y me llevara de nuevo al lugar de los experimentos. Pero esta vez el que entró no era el carcelero. Era Víctor. Sonriendo aquel cabrón con su confianza característica.
— Buenos días hermano, ¿disfrutas de tu estadía aquí?
— Sabes algo Víctor, antes te hubiera querido matar, pero ahora que lo mencionas, debo admitir que es un bonito lugar — respondí con ironía.
— Es bueno saberlo. Quiero que me acompañes, te mostraré algo que posiblemente te vaya a interesar. —Víctor se puso a una distancia peligrosa para él.
— Te sigo Víctor y te doy mi palabra que no te haré ningún daño.
— Eso quería oír.
Víctor al darme la espalda dio unos cuantos pasos, y antes de que abriera la puerta me puse detrás de él. Le clavé las uñas en el cuello y le arranqué la cabeza. La tomé por los cabellos miré sus ojos inexpresivos, mientras la colocaba frente al escáner y una vez que la luz laser cubrió la retina de los ojos de Victor volví a la realidad.
— ¿Vienes? — Dijo Víctor
— ¿Qué fue eso? — Pensé —te sigo, perdona me distraje.
Caminé al lado de Víctor, no detrás de él. El escáner hizo lo propio, la luz roja cubrió el rostro de Víctor y segundos después la puerta se abrió. El volteó su cabeza y sonrió.
— Víctor, ¿quiénes son todos los que están en esas habitaciones? — pregunté al mirar todas aquellas compuertas revestidas de metal.
— Son prisioneros de guerra, pero no cualquier grupo de prisioneros, si no los más importantes. Con ellos no hacemos experimentos y tratamos de sacarles la mayor información que podemos al mismo tiempo.
— ¿Torturándolos?
— No, que va, eso es de primitivos, nosotros lo que hacemos es simplemente leer sus mentes y una vez que lo hemos hecho y tenemos todo lo que necesitamos en nuestra base de datos les borramos su memoria y hay de dos, o los dejamos trabajando aquí en el área de limpieza o mantenimiento o los liberamos cerca de la costa, muy lejos.
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Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1
Action¿Quién eres tú para juzgar los actos que he cometido? Lo que ves cómo una crueldad increíble y maldad absoluta, incluso algo de locura, yo lo veo como progreso, redención, descubrimiento... está bien, quizás tengas razón, probablemente matar a 107 p...