Capítulo 17

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Abrí los ojos y me vi rodeado de batas blancas. Mi esposa estaba llorando, y había una conmoción, giraba la cabeza pero no por voluntad, más bien no podía evitarlo. Uno de mis ojos veía muy borroso y el otro solo veía color rojo. — ¿Acaso era sangre? —, Solo tinieblas.

Cuando desperté no podía ver de mi lado derecho, me dolía todo el cuerpo, era imposible moverme libremente, traté de estirar el brazo izquierdo pero estaba completamente inmóvil y un dolor agudo me recorrió por todo mi cuerpo. Tenía un yeso cubriéndome todo el brazo. Moví el brazo derecho y este tenía en la mano un vendaje, — ¿Qué pasó? — No podía recordarlo.

No sabía cuánto tiempo pasó desde que sufrí los ataques. Con el ojo que aún me quedaba sano miré alrededor y me di cuenta que estaba en uno de los cuartos del hospital. Era temprano por la mañana o eso intuí al ver el reflejo del sol que alumbraba la habitación, una silla desocupada se encontraba a lado de mi cama y en ella descansaba un abrigo. Escuché pasos y giraron la manija de la puerta, esta se abrió y mi esposa entró. Al verme despierto dejó caer al suelo unas sábanas que traía en los brazos y corrió a abrazarme.

— ¡Erick, estaba tan asustada que bueno que despertaste!

— ¿Qué pasó Janeth? No recuerdo muy bien.

Janeth se entristeció, como si no quisiera recordarlo, pero era inevitable. No podía ignorar lo que pasóo. Me contó que Jonás me apuñaló varias veces alrededor de todo mi cuerpo. No solo se limitó a usar el cuchillo sino también a patearme la cabeza. Mi brazo izquierdo y mi pierna derecha estaban destrozados. Me hubiera matado de no haber sido por las personas que intervinieron.

— ¿Y qué sucedió con Jonás?

Janeth bajó su mirada y apretó las sábanas de mi cama. Algo le molestaba muchísimo, podía notar su impotencia y su intranquilidad.

—Escapó.

— ¿Escapó? —dejé caer mi cabeza en la almohada y suspiré.

—Lo más seguro es que volverá a Horizon

— ¿Cuántos días han pasado desde el incidente?

—Tres días.

— ¿Y ya comenzaron a buscarlo?

Llevaban buscándolo desde el primer día pero no lo encontraron en todo ese tiempo. Lo más seguro era que aún no regresaba a la ciudad o se estaba escondiendo muy bien. No podía dejarlo en libertad después de saber que era peligroso.

La rehabilitación fue lenta y dolorosa. Primero tuve que sanar mis heridas, todas y cada una dejaron una cicatriz. Después mis huesos, pero aun curados tuvieron repercusiones, mi pierna jamás sanó de la manera correcta, constantemente sentía mucho dolor. Mi brazo de igual manera estaba deshecho. No podía levantar cosas demasiado pesadas ni demasiado grandes. Mi cuerpo era inútil. Pero debía de estar feliz por estar vivo ¿verdad?

Las semanas pasaron y mi trabajo era cada vez más difícil, no podía hacer muchas cosas rutinarias y mi cuerpo aún seguía sufriendo muchas alteraciones. No solamente comenzaba a engordar por la falta de ejercicio si no también mi rostro cambió. No dormía bien y estaba entrando en una depresión. Janeth me suplicaba que regresara a casa, no le hice caso, comencé a volverme agresivo y a gritarle por mi propia desesperación. Incluso dejé de salir de mi oficina y me recluí completamente en ella.

Una noche cuando ya no quedaba nadie en el hospital, me encontraba bebiendo una botella de whisky. Era algo que nunca hice, por un momento pude reflexionar toda mi vida. "Estoy pagando por todos mis pecados" pensé, tantas muertes, tantos engaños, tantas veces que quise cambiar pero terminaba mintiéndome a mí mismo. Al repasar cada uno de mis pensamientos comencé a llorar y arrojé al suelo todas las cosas que estaban sobre el escritorio. Me tumbé en el suelo, quería volverme loco.

No sabes que tan loco...

Cuando recobré un poco la conciencia aún era de noche, y como hace tantos años en el pasado, en ese mismo lugar, la luz de la luna llena cubrió todo alrededor. Para mí desde siempre fue una señal de que algo importante iba a suceder. Me sequé las lágrimas con mi pañuelo y caminé buscando una botella de agua. La destapé y tomé unas pastillas. Pero al estar allí parado casi tropiezo con algo. Una serie de libros cayeron de las estanterías como resultado de mi berrinche. Traté de ponerme en cuchillas pero me fue imposible, el dolor era insoportable, así que tuve que quedarme en el suelo con la pierna extendida para rejuntar el desorden.

Los tomé uno por uno, y pronto me di cuenta que no eran libros cualquiera. Eran mis propios libros. Era el diario de mi infancia que dejé de escribirlo cuando aún vivía en este internado. Mi libro de plantas de la región, un libro de alquimia, ciencias ocultas, entre otros. Todos y cada uno de ellos fueron libros que me ayudaron a ser quien soy ahora. Ya no los necesitaba porque me sabía de memoria cada página. Pero allí había uno que no terminé nunca de leer.

Era el diario de mi padre. Aquel libro que prácticamente robé de sus pertenencias después de asesinarlo. Lo vi una vez más y recordé un poco de lo que estaba escrito. De las teorías para vencer el dolor, sobre volver a caminar y dejar de sentir lo que sentía. Mi rostro se iluminó, me puse de pie y comencé a leerlo. Estuve despierto toda la noche. Tenía tantas cosas que necesitaba hacer, primero que nada arranqué las paginas inútiles y comencé a escribir mis propias notas.

Esa noche murió el buen doctor. Hasta entonces habría pagado cualquier precio para poder huir de mi pasado, pero esta vez no, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para hacer realidad el sueño de mi padre que, a partir de ese momento se volvió mi sueño. Superar la frontera del dolor y jamás volver a sentirlo, la reconstrucción instantánea de tejidos, la regeneración de la células en cuestión de segundos, la inmortalidad de las neuronas y tratar de alcanzar la perfección, ser más que humanos, ser seres inmortales.

Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora