Me sentía como una rata, robar en mi propio hospital era caer demasiado bajo. Casi siempre esperaba a que todos durmieran y que los guardias no estuvieran rondando para llevarme las cosas de los consultorios y salas de urgencias. En el refugio del doctor Finnegan estaba construyendo un laboratorio secreto. Debía llevar todo lo necesario para poder evitar salir de ese lugar lo menos posible.
Cada vez tomaba más forma, sin embargo mi vida social empeoraba. No veía a mi esposa. Era difícil para los dos, hablábamos muy poco y constantemente discutíamos. Mi mente en ese momento era un revoltijo de ideas absurdas y alucinaciones horrendas. Tenía pesadillas con Jonás y recordaba a mi padre, a Foster, a los animales de mi niñez, a todos los que por mi culpa habían muerto. Lo que más me aterraba era que al final de mis sueños veía una montaña de cadáveres en la oscuridad, solo alumbrada por una tenue luz de color blanco, y en la sima me encontraba yo, sonriendo y a veces riendo estridentemente, como si mi ser fuera invadido por la demencia.
*
El dolor era cada vez más fuerte, comencé a sentir mucho miedo, porque si evolucionaba el sufrimiento lo más recomendable era amputar esos miembros. Comencé a usar todos los instrumentos que tenía a mi disposición y leía una y otra vez el diario de mi padre. Con las pocas sustancias que tenía en mi poder trataba de crear vacunas, sueros, pócimas, hasta pastillas que suprimieran la dolencia, pero nada. A veces le mandaba un correo a Víctor, y él, a los días me respondía para asegurarse de que estuviera bien. Casi siempre le pedía que me mandara distintos tipos de medicamentos y sustancias que servirían para experimentar. Eso le alegraba y me hacía llegar cajas y cajas de productos cada vez más peligrosos y menos probados. Comencé a apilarlos en mi laboratorio secreto, pero esto no era todo, debía salir a los bosques a buscar las plantas que el libro de hierbas dijera. Era demasiado peligroso probarlos en mí. Debía encontrar a alguien más, y sabía perfectamente con quien empezar.
Pasé días, tal vez semanas buscando todas y cada una de aquellas plantas. Llegaba casi al amanecer justo antes de que los primeros empleados llegaran o los que se habían quedado despertaran, me escurría dentro de las instalaciones y las dejaba guardadas en un pequeño refrigerador que tenía en el laboratorio.
Una mañana muy temprano antes que los doctores arribaran, hablé con Pablo. Él encargado de conducir una de las furgonetas. Lo invité a que pasara a mi oficina, le ofrecí un poco de café y conversé con él. Ya comenzaba el invierno y en unas pocas semanas caería la primera nevada de la temporada. Por lo que le pedí que redoblara esfuerzos por atraer a más personas. El aceptó responsablemente, su amor por el trabajo lo hacia una de las personas más confiables de allí. Antes de irse le pedí un favor personal, y era que pasara por el pueblo preguntando por el paradero de Jonás.
Tres días después de la charla, pablo llegó a mi oficina después de realizar el recorrido matutino.
—Tengo información jefe.
—Excelente, puedes dármela si eres tan amable.
—Al parecer su hombre está viviendo debajo de un puente a las afueras de Horizon, es un camino rural poco transitado.
— ¿No sabes si vive con otros vagabundos o solo esta él solo?
—Las otras personas no sean quejado de otras ratas, solo él.
Era perfecto, ahora lo único que tenía que hacer era ir por él. Después del ataque hacia mí y de su irremediable escape del hospital, Víctor dio la orden de que se mantuviera en secreto. No podíamos permitir que se conociera dicho percance porque el lugar podría ser sometido a una investigación y harían preguntas que eran mejor no responder.
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Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1
Action¿Quién eres tú para juzgar los actos que he cometido? Lo que ves cómo una crueldad increíble y maldad absoluta, incluso algo de locura, yo lo veo como progreso, redención, descubrimiento... está bien, quizás tengas razón, probablemente matar a 107 p...