Capítulo 22 parte 4

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Una noche cuando estábamos cerrando la tienda, Carmen la hija de Vincent sujetaba el llavero buscando la llave, Marlene, Ana y yo esperábamos a que cerrara la tienda pero ella estaba tan concentrada contándonos sobre un programa de extraterrestres que miró la noche anterior.

—Y bueno como les decía, el programa decía que los extraterrestres...

—Mamá podrías apurarte por favor.

—Lo siento Ana ya voy, no encuentro la llave.

Sonriendo y de una manera muy caballerosa, extendí mi mano, he intercepté una llave antes de que volviera a repasarlas.

—Esta es Carmen —sonreí mientras le indicaba cual era.

— ¡Ay! Muchas gracias.

—Al fin —dijo Ana haciendo un gesto de impaciencia.

—Bueno, creo que es hora de marcharme.

Me puse la chaqueta encima de una playera que Carmen, Ana y Marlene me habían regalado Y caminé por la calle en solitario, de pronto Marlene me alcanzó y me sujetó del brazo.

—Espera Cosmo, quisiera caminar contigo ¿puedo?

Mire hacia atrás y Carmen y Ana ya estaban en su auto, me hicieron una señal subiendo y bajando las luces y se marcharon después de hacer una serie de pitidos con el claxon, unos seguidos de otros como en señal de advertencia pero al mismo tiempo en broma.

—Claro, aparte creo que no te puedo dejar sola aquí a estas horas, verdad.

—Tú si sabes —Comenzamos a reír.

Ya para entonces tenía un poco de dinero, no para sobrevivir, ni siquiera para rentar un piso, pero si para poderla invitar a algún lugar. Decidimos ir a la plazuela, donde conocí a su abuelo y sentarnos a beber un café o comer algún postre.

Caminamos y cuando llegamos coincidimos con un festival en honor a los celtas, un pueblo muy antiguo de edades pasadas que creían en el misticismo, la magia y hechicería. Había muchos colores, fuego y demás. Encontramos un buen lugar para sentarnos: una cafetería en una terraza. Era fantástico cómo el pueblo se pintaba con esos colores. Mientras estaba en el internado jamás imaginé que hubiera este tipo de atracciones. Para mí siempre fue un pueblo triste, sin nombre y sin esperanzas, pero esa noche me demostró que no. Mientras revolvía mi café, con un poco de crema y azúcar. Miraba la espiral de fuego que se formaba en el aire y pensaba que ojala hubiera podido llevar a Janeth a un festival cómo ese ¿Cuantos festivales no se presentaron mientras estuvimos confinados en aquel maldito lugar?

Veía cada rincón del festival y mi mente ponía escenas en donde los protagonistas éramos los dos. A veces caminando, otras veces sentados y unas veces besándonos.

Estaba un poco distraído y a Marlene le preocupó mi actitud. Puso su mano sobre la mía y eso me sorprendió, debo agradecerle, porque salí de mi trance al haber hecho eso.

Cosmo ¿estás bien? Te siento un poco distraído.

—Lo siento Marlene solo estoy un cansado nada más, me perdí un momento escuchando la música celta.

—Es muy bella y mística ¿no es así?

—Claro que lo es. Debo confesar que es la primera vez que la escucho.

— ¿Lo dices en serio? Es verdad, olvidé que no eres de aquí. Por le regular hay muchos festivales de todo tipo. Vienen de todas partes del mundo a recorrer las ciudades y pueblos del continente. Es como un recordatorio para que los que nacimos aquí no olvidemos nuestras raíces de fuera.

—Es impresionante que haya personas dedicadas a esto. Pero dime, de todos los festivales que has visto ¿Cuál ha sido el que más te ha gustado?

—No sé si pueda responder a eso, todos tienen algo especial, y es maravilloso ver la mezcla de culturas, etnias y razas.

—Creo que tienes razón.

— ¿Te puedo hacer una pregunta Cosmo?

—Adelante, hazme la que quieras.

— ¿Por qué siempre llevas puesto los guantes?

—Cuando era niño mi padre encendió una fogata, el problema es que un pequeño no se debe de acercar al fuego —respondí.

Era una mentira no muy bien elaborada, pero era lo suficientemente buena para salir del bache. Se entristeció un poco y trató de quitarme los guantes. A lo cual yo me reusé, oculté las manos debajo de la mesa y no las saqué en toda la noche más que para lo indispensable. Argumentaba que me apenaba muchísimo mi situación y que no quería asustarla. Ella en principio negó el poder asustarse pero al ver mi rechazo a su petición decidió no insistir más. La noche continuó y fue una velada fantástica debo admitirlo. Después del café fuimos al festival y vimos los artículos que estaban vendiendo. Le compré un collar hecho de plumas y ella me regaló una pulsera. Me dijo que mientras la llevara puesta era señal de que siempre estaría conmigo.

Marlene era una persona maravillosa, una pequeña que fácilmente podría haber sido mi hermana menor. Ella me amaba y yo no quería romperle el corazón, ya no importa, después de esa noche ya no volvería a verla jamás.


Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora