Me encontraba de pié en la entrada del Hospital. Sin temor a ser visto, bañado por la luz de la luna. El viento soplaba débilmente, podía oír cómo se sacudían las hojas de los árboles, escuchaba los murciélagos que tenían sus hogares dentro de las instalaciones y veía los restos de lo que un día fue mi lugar de trabajo, mi hogar en mi infancia y adolescencia y el causante de la mayoría de mis pesadillas. Caminé mostrando mis garras, no llevaba los guantes. Mi chaqueta de cuero estaba manchada de sangre y lodo. Tenía los ojos cerrados tratando de detectar alguna señal de vida.
Me dirigí al tercer piso. Cuando llegué a mi oficina no había nada. El hueco en la pared estaba al descubierto rodeado de escombros de los libreros que solían tapar la entrada secreta. Me adentré en el camino en espiral que me llevaba al pequeño túnel donde se encontraba la muralla de cuerpos. Al llegar a las puertas metalizadas un recuerdo llegó a mí. Cientos de cuerpos, gritos, maldiciones y llantos, ahora no quedaba nada. Ambas puertas estaban abiertas y al entrar me di cuenta que se llevaron todo mi equipo. Lo único que habían dejado eran las cosas inservibles. No había rastro de ningún papel, ni mi computadora, ni mis grabadoras... nada.
La furia me invadió una vez más aquella noche. Grité desesperadamente y comencé a destruir todo el lugar. No me importaba ya nada de lo que estuviera allí. Tomé el colchón en donde dormí tantas veces. Donde Janeth durmió por última vez y lo llevé al horno crematorio. Encendí las llamas y justo cuando estaba a punto de arrojar el colchón las luces de todo el lugar se encendieron. Me quedé estupefacto, inmóvil por un segundo tratando de descubrir que pasó. Me dirigí a los monitores que debían de estar encendidos. Me acerqué a ellos y en la pantalla aparecieron cientos de agentes inquisidores que comenzaron a llegar de todos lados. Eran demasiados cómo para no matar a por lo menos a una persona, si no me dejaban opción tendría que hacerlo. Debía tratar de escapar sin llamar mucho la atención, me dirigí a donde escapé la primera vez pero cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que sellaron mi única salida de escape.
Escuché una serie de pasos acercándose a mí. Salí del baño y cerré la puerta, caminé y me quedé parado en el centro de la habitación. En unos momentos estaba rodeado por un centenar de agentes. Todos apuntándome. Podía ver las luces láser de sus armas en mi pecho. Me quedé sin moverme y sin decir nada.
—No le disparen, no pasará nada, para que gastar balas —dijo alguien que venía de afuera.
Los Inquisidores al escuchar esa voz parecieron sentirse nerviosos. Entonces los que tapaban la única salida, se alejaron para que aquella persona pudiera entrar. Fue cuando lo vi, otro fantasma más de mi pasado. Al verlo fue como sentir que vivía en una burbuja, o que el mundo enloqueció. Era el director Arnoldo. Aquella persona que me mandó a la universidad. Con la única persona que hablé el día de mi salida de aquí. ¿Cómo era posible que todas las personas que vi en mi pasado pudieran seguir sorprendiéndome de esa manera en el futuro?
—Hola Erick. Por tu expresión creo que me recuerdas.
—Cómo olvidarlo director
— Por favor no me digas director, hace mucho dejé de serlo, mejor dime mayor por favor. Aquella vez solo fingí tener aquel cargo para poder estar cerca de ti.
El mayor Arnoldo, vestido con una boina de color verde, pantalones y botas militares con una camisa sin mangas también del mismo color. Estaba más fuerte que nunca, era una masa de músculos con un par de piernas. Pareciera que él hubiera bebido la formula, pero no podía estar seguro. Debía dejar que hablara.
— ¿Por qué querías vigilarme?
—Por favor Erick no seas estúpido, no pretendas que no entiendes, ya que tú hiciste lo mismo con todos los vagabundos que privaste de su libertad. Así como ellos fueron parte de tu experimento, tú fuiste parte del nuestro.
— ¿A qué te refieres?
—Velo por ti mismo —.Uno de los inquisidores le acercó un sobre.
Arnoldo lo tomó y lo arrojó hacia a mí. Cayó en mis pies. Me agaché y lo recogí. "Proyecto Génesis" decía en letras grandes y negras.
— ¿Qué es esto?
—Eso que tienes en tus manos son años y años de investigación. Desde que este continente se alzó de las profundidades las naciones se han querido hacer con su control total. Por eso una de ellas en particular comenzó con ese proyecto. Un arma para destruir a cualquiera.
—Creo saber que nación fue. Pero ¿yo que tengo que ver?
—Tú fuiste el primero. Te ahorraré trabajo de lectura. El proyecto génesis es la creación de soldados mutantes para la toma del Edén y el mundo —Arnoldo hablaba mientras yo leía—Soldados capaces de resistir el dolor, de regenerarse, de...
—Bueno mayor, pero ¿cómo encajó yo? Solo sigue balbuceando estupideces y en ninguna de ellas cabe mi nombre... ¿acaso hablas del Gen SaX2? —interrumpí.
Arnoldo sonrió y cruzó los brazos.
—Así es, ni un centenar de las mentes más brillantes igualaron lo que tú lograste conseguir. Tú eres el Adán Erick. Eres el sueño y la vida de aquellos científicos, mejoraste lo que ya conocías y solo en unos pocos meses lograste un resultado definitivo, eres el primer súper humano capaz de sobrevivir a cualquier cosa. Sabíamos que lo lograrías.
— ¿Pero cómo supieron que yo sería capaz de logarlo?
—Fue sencillo, yo no soy quien para explicártelo. Dejemos que alguien más te lo explique en su momento.
— ¿Quién? —pensé un poco.
—Víctor... Víctor, ¿no es así? —pregunté.
—Tienes mucho talento para deducir las cosas joven Erick. Bueno, no hay que continuar charlando.
Arnoldo dio unos pasos adelante para ponerse enfrente de mí. Lo estudiaba con la mirada, trataba de ver si consiguió beber la poción. De su bolsillo sacó un estuche de color plateado. Lo abrió y me mostró una jeringa con un líquido de color morado en su interior.
—Bien Erick. Después de haber conseguido tus resultados nos dimos cuenta que ni siquiera tú sabias que había pasado. Nuestros científicos tomaron lo que creaste y mezclaron todo. Esta sustancia está mejorada. Veremos si soy capaz de resistirla. Por cierto soldados, lo que escucharon hace un momento era algo súper secreto así que tendrán que morir todos.
— ¡No, espera! —grité.
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Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1
Action¿Quién eres tú para juzgar los actos que he cometido? Lo que ves cómo una crueldad increíble y maldad absoluta, incluso algo de locura, yo lo veo como progreso, redención, descubrimiento... está bien, quizás tengas razón, probablemente matar a 107 p...