Capítulo 8 - parte 2

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-Claro que me gusta más así- Respondí.

Jamás supe quien fue la mente maestra, pero de algo estoy seguro. El director Arnoldo se enteró de aquella modificación y no hizo nada para borrarla, al parecer no se llevaba muy bien con Finnegan, o probablemente no toleraba el hecho de lo que le hiso a tantos niños. Sobraban razones, el punto es que la placa permaneció así.

Acompañé a Víctor a la oficina de Arnoldo,

-Nos veremos de nuevo Erick -dijo Víctor.

-Por lo menos tendremos que esperar dos años -respondí.

-En eso tienes razón.

- ¿Vendrás a visitarme Víctor? - Pregunté en un tono irónico.

- ¡Bromeas! Por supuesto que no... nadie quisiera volver a este lugar.

-Supongo que yo haría lo mismo.

-Pero sabes algo Erick... Siempre podrás contar con mi apoyo, eso jamás lo dudes.

Nos abrazamos por última vez. El entró a la oficina del nuevo director y yo regresé a mi habitación. El día pasó muy rápido, la de noche se me hacía diferente, era raro estar solo en esa morada, ver el cuarto de la ropa y ver que estaba vacío, y sobre todo, el silencio, un silencio tan placentero, no sabía lo que era el mutismo o por lo menos no lo recordaba de esa manera.

A la mañana siguiente recibí un mensaje del director Arnoldo, este decía que debía verlo en su oficina lo antes posible. Me puse mi uniforme y me dirigí al encuentro. Ya en su oficina el director estaba parado frente a la ventana, tenía las manos detrás de la espalda.

- ¿Me llamó director? -pregunté tímidamente.

-A si es señor Perkins, le mandé a llamar porque tengo unos asuntos que quisiera hablar con usted.

El director se giró y se sentó en una de las sillas que estaba en el centro de la oficina, me pidió que me sentara y me ofreció galletas con chispas de chocolate, rechacé su invitación pero acepté de buena gana sentarme con él.

-Iré al grano señor Perkins, no sé qué hizo, ni como lo hizo pero sé que lo hizo... estoy hablando de lo que le paso al viejo director -. Tomó una taza de café que estaba sobre la mesa y la revolvió mientras hablaba.

-Yo no tuve nada que ver, puede leer el informe de la policía -. Contesté sin titubear y evitando cualquier tipo de reacción que pudiera levantar sospechas.

-No se preocupe señor, yo no soy lo que cree, no lo voy a hundir, de hecho no esperaba que usted me dijera nada, pero déjeme decirle que leí cada uno de los informes que escribió la policía. Uno de ellos eran las pruebas toxicológicas, y en ella apareció que el director consumió un tipo de droga justo antes de suicidarse- Se paró de su asiento y caminó alrededor de mí continuando con su discurso.

-Me tomé la libertad de estudiar a cada uno de los alumnos que estudiaban aquí y con el tiempo llegué a la conclusión de que solamente podrían ser dos personas las únicas capaces de perpetuar un acto así; estoy hablando de usted señor Perkins y de su compañero.

Debo admitir que me sorprendió mucho, pero acaso ¿Víctor me había delatado? Eso no era posible, lo miré a los ojos, sin pestañar y me limité a escuchar, cualquier cosa que dijera estaría en mi contra.

-Tal vez esté pensando que su compañero lo delató, claro que no, él no dijo absolutamente nada, de hecho me di cuenta que él no pudo ser el responsable, por otro lado, al descartarlo a él, solamente quedaba usted.

-Creo que no tiene fundamentos para asegurar eso señor director -dije en un estado taciturno.

-Claro que los tengo, mire esto.

Se abrió su saco y de su bolsillo sacó un libro, lo arrojó sobre la mesa y al verlo, una sensación de frio recorrió todo mi cuerpo. Era el libro de las drogas, el mismo libro que había guardado celosamente entre mis cosas.

-Este libro lo hallé entre sus pertenencias, señor Perkins.

-Este libro no prueba nada señor.

-Solo le diré una cosa, y se lo diré muy bien... Lo felicito, aquí entre nosotros, yo sabía que el director Finnegan tenía unos gustos muy raros, muchos lo sabían, pero nadie tenía el valor de decir nada. La verdad me sorprende que alguien tan joven tenga una inteligencia tan prodigiosa, y una mente tan enigmática. Usted es grande señor Perkins, por eso le propongo un trato.

- ¿Qué trato? -. Respondí con una mirada desconfiada y no dejé de verlo a los ojos nunca. Trataba de descubrir si era una trampa, pero no veía rastro de mentira alguna en él. Solo percibía su asombro, aparte yo no era ningún idiota como para caer tan fácilmente.

-Es muy listo Perkins, yo sé que no dirá nada y que bueno al pensar de esa manera. En mi mesa hay una carta de recomendación que puede ser enviada a cualquier universidad que usted me pida. Será aceptado en lo que usted quiera, no se preocupe por los gastos, su joven amigo el señor Víctor ya los cubrió, fue algo así como un regalo de despedida. Solo es cuestión de decidir lo que desea estudiar y con gusto mandaré esa carta a la mejor universidad de lo que usted haya decidido. Claro está tendrá que esperar algunos años, pero tenga por seguro que guardaran su lugar.

No lo podía creer, Víctor a pesar a haberse ido seguía haciendo ese tipo de cosas por mí, pero lo que más me sorprendió fue que al fin haya encontrado una cabeza tan ágil como la mía. El director Arnoldo era la persona más lista que había conocido, incluso probablemente más que yo en ese momento. No tuve que pensar mucho para dar mi respuesta, era algo que venía buscando desde el primer momento en que nací.

-Quiero ser doctor señor... ser el mejor.

-Excelente decisión joven, si me permites decirlo, esperaba que respondieras algo así, tu cabeza debe enfocarse en algo como eso.

El director tomó la carta y la firmó, después la guardó en su escritorio, pero no permaneció detrás de él, por el contrario, se acercó a mí y siguió hablando.

-Faltan algunos años señor Perkins, haré todo lo posible para que pueda ser aceptado incluso desde mucho antes de su cumpleaños dieciocho, y mientras esperamos déjeme decirle que aquí tiene un buen amigo... y cuando necesite libros que aquí no pueda encontrar, será un placer para mí conseguírselos. Tengo la corazonada de que tarde o temprano usted cambiará al mundo tal y como lo conocemos.

-Puede apostar que si director -Respondí sin dudarlo, aunque jamás creí que fuera tan cierto.


Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora