Capítulo 8 - parte 1

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— ¿Tú lo hiciste Erick? — Preguntó Víctor.

— Te dije que te iba a dar una gran sorpresa.

Por un momento creí que me iba a soltar un puñetazo en la cara, pero en lugar de golpearme, comenzó a reír y me dio un fuerte abrazo. Me tomó por sorpresa su reacción ya que fue todo lo opuesto a lo que me había imaginado.

Era nuestro momento de triunfo así que sonreí y le devolví el gesto. Por arriba de su hombro miraba el cuerpo del viejo director tambaleándose al pie de la que alguna vez fue su ventana.

—Eres genial Erick, tú lo mat...

— ¡Shhhh! te van a oír tonto —le interrumpí —, después te explico que sucedió, larguémonos de aquí, vamos al pueblo y ahí hablaremos.

—Vamos, estoy ansioso por escuchar tu historia.

Caminamos entre la agitada multitud, parecía un mercado ambulante, algunos gritaban, otros reían y me atrevo a decir que otros más ladraban.

La enorme puerta de la entrada estaba abierta, parecía que el cuidador se había quedado dormido otra vez — mejor para nosotros—, podríamos salir y entrar a nuestro antojo. Con el alboroto, esa puerta iba a estar abierta toda la noche y probablemente toda la semana también.

Ya en el pueblo, fuimos al "pequeño leñador", conseguimos una mesa y pedimos unos tarros de cerveza, entonces comencé a relatarle mi historia.

¿Acaso le contaste toda la verdad?

—Es increíble todo lo que me has contado... la verdad estoy muy sorprendido, ese viejo rufián obtuvo lo que merecía.

—Eso creo Víctor, tú eres el único que sabe toda la verdad, espero y no la divulgues, ya que si la divulgas tendré que dar muchas explicaciones y probablemente me meta en serios problemas — Tomé un sorbo del tarro que había frente a mí dejando escapar un pequeño eructo.

—Tu secreto está a salvo conmigo, brindemos por eso... ahora que tengo dieciocho años yo seré el responsable de administrar nuestro dinero hermano.

— ¡Salud!

Chocamos los tarros y bebimos unos cuantos más, los suficientes como para dejarnos mareados. Habían pasado unas horas y el bar estaba a punto de cerrar. Prácticamente nos echaron a la calle. Nunca habíamos reído tanto como aquella noche, sujetaba por el brazo a Víctor ya que él bebía mucho más que yo, de hecho empezaba a creer que tenía algún problema con la bebida.

Íbamos caminando por el sendero que te llevaba al internado, estando siempre en la orilla del camino teniendo cuidado de no invadir la carretera. Pasaban muchos automóviles por el lugar, incluyendo patrullas de policía y una ambulancia. Estábamos sorprendidos, porque incluso para un suicidio eran demasiados vehículos los que veíamos pasar.

Por un momento Víctor volvió en sí y dejamos de reír.

— ¿Estás seguro que quieres regresar Erick? —preguntó Víctor muy preocupado, mirando directamente a mis ojos. Permaneció en silencio, dio media vuelta y vomitó cerca de un árbol.

Me eché a reír, tanto que caí al suelo y apreté mí estómago con ambos brazos.

—Gracias por tu preocupación Víctor pero no podría huir aunque quisiera, aparte si me fuera del lugar sería uno de los principales sospechosos —guardé silencio. Víctor siguió mirándome, mareado, inclinado, sujetándose al árbol, intentaba decir algo pero no podía, volvió a vomitar.

—Como te lo he dicho antes, nadie podría darse cuenta que fui yo... probablemente el forense descubra la droga, pero no podrían demostrar que lo obligué a ingerirla.

Me puse de pie y lo ayudé a que siguiera sacando todo el alcohol que ingirió, froté su espalda y cuando creí que había terminado comenzó a vomitar de nuevo.

—Pero Erick... no has pensado que... (buuakkk) no sospecharan nada por el... (buakk) mensaje que tenía escrito en su pecho —cayó de sentón a mis pies y repitió tres veces la frase "no lo vuelvo a hacer"

—No te preocupes Víctor no pasará nada, volvamos de nuevo y procuremos dormir.

Llegamos por fin al internado. Alcanzamos a ver a dos hombres cargando una camilla, que llevaba lo que parecía ser un cuerpo, se encontraba cubierto de pies a cabeza por una manta de color azul. El lugar era un caos, los estudiantes habían hecho un desastre en el patio y en los pasillos, por eso fue necesaria la presencia de tantos policías para intentar calmar a las bestias. Habían quemado árboles, hecho destrozos dentro y fuera de las instalaciones, reñían como si se tratara de una pelea de cantina, todos contra todos, estudiantes contra policías, estudiantes contra estudiantes, estudiantes contra objetos inanimados.

Los policías estaban demasiado ocupados deteniendo a los revoltosos que ni siquiera se percataron de nuestra presencia. Regresamos a nuestro dormitorio, cerré con seguro la puerta y dejé cuidadosamente a Víctor en su cama, después yo caí dormido en la mía.

Unas semanas después.

Jamás sospecharon de mí, y Víctor tampoco reveló nada, al no tener más pruebas, dieron el caso por cerrado y cómo dije con anterioridad, lo declararon suicidio.

¿Qué opinas del remplazo del director Erick?

Arnoldo era un hombre rudo, alto, atlético y muy enérgico. No era tan joven como algunos profesores, pero tampoco era un viejo como Finnegan. Cabe mencionar, que dentro del patio lateral del internado colocaron una placa conmemorativa que decía "En memoria de Lou Finnegan" no podía evitar darme nauseas cada vez que pasaba al lado de la placa, ¿a quién se le había ocurrido?

Las cosas volvieron a su orden natural y el internado estaba tan muerto como siempre. El nuevo director Arnoldo era bastante rígido y controló muy bien la situación, los alumnos no lo desobedecían y no hubo ningún suceso anárquico como muchos hubieran esperado. Por lo menos era agradable, el saber que cuando hablabas con él, podías estar seguro de que no te veía con deseo, al contrario, por primera vez recibías regaños adecuados, que no dañaran tu integridad, ni tu hombría.

Unos meses después desde la llegada del nuevo director.

Habían pasado unas semanas y las maletas de Víctor estaban listas. Recorrimos el internado por última vez como lo hicimos hace tanto tiempo, recordando nuestra estadía allí, riendo un poco y al mismo tiempo hablábamos de temas bastantes serios.

— ¿Cuál es el plan a partir de ahora mi estimado Víctor?

—No lo sé Erick, creo que probaré suerte en la escuela de economía, espero y me acepten.

—Eres listo, carismático y jodidamente rico, de seguro lo conseguirás.

Caminábamos por el patio lateral hasta que llegamos al árbol de manzanas frente a la ventana de la oficina del director. Permanecimos de pie mirando la placa conmemorativa.

—Creo que me gusta más así ¿a ti no? —. Dijo Víctor riendo un poco.

Alguien modificó un poco la leyenda de esta, ahora si se acercaba a la realidad.

"En Memoria de Lou Finegan"

Viejo y estúpido, estamos mejor sin él.

Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora