Tres años después de la conversación con el director Arnoldo, me encontraba en mi habitación dando los últimos detalles para mi partida. Llevaba una maleta de una sola mano, en ella metí las pocas pertenencias de valor que poseía. Decidí dejar la mayor parte de mis otras cosas, lo único que traía conmigo en ese momento eran tres libros, unos cuantos diarios que escribí a mano y una muda de ropa.
El director fue condescendiente conmigo, después de todo, no me asignó a ningún compañero, él sabía que prefería la soledad, no creo que hubiera podido acostumbrarme a alguna otra persona después de Víctor. Recogí una carta que estaba en mi mesa de noche y salí por la puerta dando una última mirada a lo que fue mi habitación por más de diez años.
Caminé por los pasillos y bajé las escaleras hasta llegar a la entrada principal, ninguna persona me extendió la mano para despedirse, ni mucho menos se me dirigió la palabra. Había pasado tantos años tratando de pasar desapercibido que al final dieron resultado. Afuera del internado estaba un taxi y se encontraba el director Arnoldo conversando con el conductor. Volteó la mirada y se dirigió a mí.
—Allí estás joven, deseo que estés ansioso, y recuerda... no te perderé la pista joven Erick.
—Agradezco todo lo que ha hecho por mi director — Le extendí la mano y la tomó, me miró a los ojos con una mirada sombría.
—Este mundo está podrido Erick, jamás olvides mis palabras.
—No lo olvidaré señor —respondí confiadamente.
Se me hacía tarde, así que puse mi maleta en la cajuela del taxi y me metí en el asiento trasero del vehículo. Cuando comenzamos a avanzar, como ya era costumbre, miré por el espejo retrovisor solo para ver como mi pasado se alejaba, ahora estaba a punto de emprender una nueva etapa en mi vida, una muy interesante.
*
Fuí aceptado en la universidad de medicina de la ciudad capital, se encontraba a tres horas del internado y a unas cuantas más de mi lugar de nacimiento (Destello). La ciudad capital era muy moderna, a pesar de estar rodeada de bosques y colinas, era como un valle escondido con tecnología; edificios muy grandes y lugares muy interesantes para visitar, incluyendo bibliotecas públicas, cafeterías, discotecas, bares y muchos lugares donde podría conseguir todo lo que necesitaba para mi nueva etapa universitaria. El dinero no era problema, tenía una pequeña fortuna que me ayudaría a sobrevivir unos cuantos años, y lo mejor de todo es que el dinero seguía llegando gracias a Víctor. Hablando de Víctor, nunca supe que pasó con él en esos dos años desde que salió de luz del alba, jamás recibí alguna carta, pero siempre llegaba el dinero puntualmente, así que no podía quejarme.
Fue un largo viaje y estaba a punto de anochecer pero al fin llegué a la universidad de medicina, era un lugar enorme, mucho más grande que el internado o cualquier lugar que hubiera conocido jamás. Tenía forma de hexágono si lo veías desde el cielo, treinta escalones separando el suelo de la entrada principal, al lado de ella se imponían dos grandes colosos protegiéndola, los techos eran altos pero las puertas eran de tamaño proporcional a los seres humanos, de esa clase que giran en su propio eje para llegar a otra sala, su interior parecía un hospital, los colores eran suaves, era un lugar tranquilo y agradable.
Primero, me dirigí a la recepción, esperé unos minutos y después la amable recepcionista, una joven de tez morena, delgada con cola de caballo me llevó hacia la oficina del señor Curwen, el rector de la universidad. Me invitó a pasar y a tomar asiento. Charlamos un poco de mí, recibió muy buenas referencias y comentarios, así que quería conocerme un poco más, me preguntó acerca de mi estancia en el internado, sobre el director Arnoldo, gustos, materias, vivencias, profesores y amigos.
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Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1
Acción¿Quién eres tú para juzgar los actos que he cometido? Lo que ves cómo una crueldad increíble y maldad absoluta, incluso algo de locura, yo lo veo como progreso, redención, descubrimiento... está bien, quizás tengas razón, probablemente matar a 107 p...