Volví a tener una visión tan vivida pero ahora era diferente a la que tuve con anterioridad. Normalmente el sueño acababa cuando la puerta se abría y quedaba solo oscuridad. Esta vez el avanzó más. Antes de poder ver cualquier cosa comencé a escuchar gritos. No de los monstruos de los cuales estuve huyendo, si no de mujeres, niños y hombres. Los escuchaba por todos lados, después el sueño comenzó a aclararse un poco más y apareció humo. Demasiado humo enfrente de mí. Pronto se dispersó y me di cuenta que me encontraba flotando sobre la ciudad capital. Miré hacia abajo solo para darme cuenta que los edificios más importantes ardían en llamas. Explosiones... por todo el lugar y los gritos no cesaban. Como si fueran hormigas podía ver a toda la gente huyendo, tratando de encontrar un lugar seguro y detrás de aquella multitud venia otra corriendo a una velocidad sorprendente, era un ejército de las tinieblas. Una horda enorme de monstruos como los que nos habían atacado. Pero estos lucían diferentes. Mas agiles y atléticos, con una sed tremenda de sangre. Seres inmundos con características humanas pero con una serie de deformaciones severas. No podía apreciarlos de la mejor manera porque estaba muy lejos, algunos no poseían cabeza, otros más tenían tres, cuatro y hasta cinco brazos. Algunos se arrastraban... todos ellos tenían el mismo objetivo... acabar con la humanidad.
Desperté, y para mi sorpresa no estaba en el suelo donde debí despertar, me encontraba recostado en mi escritorio. Sacudí un poco la cabeza y miré las pantallas de las cámaras de seguridad. Nada fuera de lo normal. Lo único diferente era que la ventisca terminó y lo más seguro fuera que la policía no tardaría en llegar, ¿Cuánto tiempo dormí? Temí lo peor, antes de ponerme de pie noté que sujetaba mi bolígrafo, y debajo de mi brazo estaba mi libreta con más de diez hojas escritas a mano sobre mi investigación, cinco opciones, todas resultados diferentes. ¿Pero cómo era posible? Si estuve durmiendo hasta entonces. Al parecer no lo estuve del todo. Una parte de mí se quedó despierta y trabajó en el cuerpo de Janeth. Este se encontraba sobre la camilla. Me acerque a el, estaba desnudo solamente cubierto por una manta blanca en el rostro. Pero este cuerpo ya no era el de mi esposa, estaba de color azul y completamente corrompido. Como si hubiera estado pudriéndose. Me llevé una mano hacia mi boca y volví a llorar. Lentamente retiré la manta que cubría su cara. Tenía un rostro deforme, con la mandíbula abierta en proporciones inimaginables, la cuenca de sus ojos vacía y completamente calva, con una expresión de sufrimiento.
El cuerpo de Janeth me era inservible, no sabía si confiar en lo que estaba escrito en la libreta. Era peligroso pero no me quedaba otra opción más que intentarlo. Llevé el cadáver de mi difunta esposa hacia el crematorio. Encendí el horno y por respeto esperé a que se consumiera. Mientras escuchaba el sonido del fuego pensaba en mi soledad. ¿Qué pasaría después? Lo más seguro era que moriría. Solo tenía pocas oportunidades para comprobar la veracidad de mis notas. Pero aunque una de ellas fuera la correcta, las otras cuatro me destruirían.
Le agradecí por última vez y Regresé al trabajo, me puse manos a la obra. Comencé a seguir al pie de la letra todo lo que estaba escrito en mi libreta. Las pociones empezaron a tomar forma, me acabé todos mis recursos, hierbas, tónicos, medicinas, incluso las muestras del Gen SaX2. Unas horas más tarde las tenía listas. Formé una línea con los frascos y las miré sin decir nada, ni siquiera en mis pensamientos. Comencé a jugar un poco con ellas moviéndolas e intercambiando los frascos unos con otros jugando al azar. No sabía cuál sería el resultado pero allí estaban. Giré un poco para observar todo mi laboratorio y tratar de hacer todo un resumen mental de lo que allí pasó. Vi la silla donde días antes conversé con Janeth, al fondo, las dos habitaciones, mi cama des tendida, donde ella se durmió, la camilla o mesa de experimentos, incluso el brazo que le arranqué al mutante de la puerta. Me di la vuelta y comencé a ver lo monitores, tratando de ver si los mutantes seguían con vida. Al parecer no, había montones de cuerpos regados por todas partes. Abrí muy grande mis ojos y exclamé la palabra MALDICIÓN cuando vi que el hospital estaba rodeado. Cientos de hombres vestidos de azul con pasa montañas. Portaban armas pesadas, alcancé a ver como masacraban a los últimos mutantes que quedaban. Pero lo que hizo encender mi sirena de alerta fue el hecho de que ya se encontraban en el pasillo de mi laboratorio retirando los restos que obstruían la entrada.
Debía darme prisa, pronto llegarían a mí, pero si no conseguía beber la poción correcta moriría o peor aún, me llevarían preso. Antes de comenzar a beber, los monitores se apagaron y todo el hospital quedó en completa oscuridad. Los malditos habían cortado la luz. No venían a salvarme, venían por mí. No iba a dejar que me capturaran tan fácilmente. Tomé los frascos y empecé con el primero. Era un frasco con un líquido azul, Lo llevé hacia mis labios y lo bebí todo. Sentí un sufrimiento terrible que recorría todo mi cuerpo, ¿era la muerte acaso? Por lo visto no, grité y caí al suelo, el frasco que tenía en mis manos lo dejé escapar y se rompió en algún punto del suelo de la oscura habitación. Esta poción daño mis riñones, podía sentir, que moría, debía continuar.
Me tomé la segunda y un dolor diferente, peor al anterior. Las partes que mi cuerpo consideraba inútiles las desechó, En cuestión de segundos dejé de sentir mi brazo y mi pierna. "Necrosis", fue lo único que pude decir, aquellas partes se habían desprendido de mí, seguía sufriendo, ya no gritaba. Estaba pagando por todos mis pecados en carne viva. Ya sin un brazo y sin una pierna, tomé la tercera y al beberla, mis ojos se tornaron oscuros. No veía nada y como en mi primer experimento explotaron. Esta vez sí grité con todas mis fuerzas porque el dolor fue tan horrible que hasta la fecha me persigue. Caí de espaldas, solamente quedaban dos frascos, no podía ver, pero me arrastré para buscarlos. Los encontré, justo en ese momento escuché como golpeaban fuertemente la puerta del laboratorio, la iban a tirar en cuestión de minutos. Tomé el cuarto frasco, completamente en la oscuridad pedí por favor, supliqué y oré. No iba a soportar uno más, ya no iba a poder aguantar tanto dolor, todo lo que un día fui dejó de existir. Le quité el corcho y lo llevé a mi boca, sentí una acidez en mis labios, un cosquilleo en mi pecho y un dolor en mi cabeza. El doctor Erick Estaban Perkins murió.
ESTÁS LEYENDO
Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1
Acción¿Quién eres tú para juzgar los actos que he cometido? Lo que ves cómo una crueldad increíble y maldad absoluta, incluso algo de locura, yo lo veo como progreso, redención, descubrimiento... está bien, quizás tengas razón, probablemente matar a 107 p...