Los días transcurrieron rápidamente, podría decir que ya me estaba acostumbrando. No era muy diferente a una vida de medico habitual así que no debía quejarme mucho, después de todo la mayor parte del día lo pasaba al lado de mi esposa. Con el pasar de las semanas fueron llegando cajas y cajas de los medicamentos que Víctor patrocinaba. Siempre llegaban acompañado por un correo electrónico donde indicaba las dosis que probaron previamente en simulaciones y los resultados. Habían medicamentos que servían para una simple tos hasta para evitar una falla en los pulmones. Debía suministrárselos a los que creyera conveniente. Cuando no pasaba el día atendiendo a los pacientes, o resolviendo problemas administrativos me encontraba en la oficina principal. La oficina que en algún momento perteneció al director Finnegan. Estaba muy parecida a la que años antes fuera parte del internado. Conforme pasaba más tiempo dentro de ella, iba descubriendo cosas muy interesantes. Detrás de uno de los libreros se encontraba un pasadizo secreto que se accionaba al más puro estilo de las películas de Drácula. Debías poner un contrapeso en un interruptor que apenas podía verse para que este pudiera accionarse y rebelar una compuerta secreta.
Si abrías la puerta, esta te conducía por un camino plano en descenso con forma de espiral, que llevaba a otras dos compuertas, una eran rejas de hierro sólido y la otra una puerta de madera de por lo menos un metro de espesor.
La primera vez que bajé, debo confesar que tenía algo de miedo. Creía que el fantasma del viejo director volvería para tomar venganza. De hecho era algo espectacular. Justo en la base de la puerta, cubiertas de polvo y telarañas estaba el juego de llaves de las dos enormes compuertas. Una vez dentro, te encontrabas con un enorme salón, completamente oscuro, muy frio, dentro de la misma montaña. Busqué un interruptor. Las luces se encendieron. Parecía un lugar de descanso o peor aún, de perversidad: Una cama, un sillón y unos cuantos baúles, que al revisarlos no pude encontrar nada, eran las únicas pertenencias que se te encontraban a la vista.
Casi al fondo de la habitación estaban otras dos puertas, una era un viejo armario y la otra llevaba a una sala que parecía ser un baño, pero en realidad no era eso, era una salida hacia las cloacas del internado (ahora hospital), y al lado de ese agujero sobresalia un gigantesco crematorio. Di un último recorrido para ver si encontraba algo más interesante pero creo que era todo a destacar. Cerré todas las puertas y mantuve el lugar en secreto.
Los experimentos ya habían empezado, tal vez no sea correcto definirlo de esa manera ya que en realidad lo que tratábamos de hacer era curar a los enfermos, pero el equipo médico que Víctor había contratado sabían que esos medicamentos no estaban probados aun en seres humanos, aun así los seguíamos utilizando.
El primer deceso que tuvimos fue el de un sujeto de cincuenta años, tenía un problema cardiaco, le aplicamos un nuevo medicamento, lo único que ocasiono fue que su corazón fallara y dejara de bombear sangre al cuerpo. La hora de la muerte fue a las 3:23 P.m. Muy triste pero sabíamos que algo así podría pasar. Cubrimos el cuerpo y lo llevamos a la morgue, esos cadáveres serian llevado más tarde a la universidad de medicina de Horizon. Sin embargo teníamos problemas con algunos pacientes. No todos estaban mal alimentados y de igual manera no todos nos veían de buena gana.
Un día llegó una furgoneta con apenas dos personas. Cuando llegó al hospital y abrió sus puertas uno de los vagabundos salió corriendo de allí, yo estaba en la oficina y empecé a oír el alboroto. Al escuchar los gritos tuve que salir inmediatamente para ver qué pasaba, recorrí los pasillos y llegué al lugar del incidente. Uno de los vagabundos arremetió contra mi equipo.
— ¿Qué sucede aquí? —pregunté.
—Tenemos un problema, director, aquel hombre se puso agresivo.
Aparté a la gente que obstruía mi camino y cuando llegué a la furgoneta "Jonás" el vagabundo, estaba al fondo de ella sujetando un cuchillo.
— ¿Quién le dio el cuchillo? —pregunte levantando la voz.
—Ya lo llevaba consigo al parecer
— ¿¡Y nadie se dio cuenta que lo llevaba?!
Los encargados de la furgoneta se miraron fijamente, ambos bajaron la vista cuando se dieron cuenta de mi reprobación hacia ellos, por permitir que un paciente con problemas mentales cargara un arma blanca.
—Apártense todos, déjenme hablar con él —dije.
Tanto pacientes como doctores empezaron a regresar a lo que sea que estuvieran haciendo. Me quité la bata blanca y la dejé caer, me puse lo más cerca posible y lo busqué con la mirada. Estaba hecho un ovillo sujetando su cuchillo al fondo del vehículo.
—Cálmate, estamos aquí para ayudarte. No tienes por qué ponerte así —le dije.
—Quiero irme.
—No puedo dejarte ir, estamos aquí para darte comida y atención.
— ¿Quién eres?
—Soy el doctor El... soy el doctor Cosmo, encargado del lugar.
—Déjame ir. No me gustan estas paredes. Puedo oírlas.
— ¿A qué te refieres?
—Las paredes tienen voces y todas me hablan, me vuelven loco, han pasado muchas cosas malas aquí.
Me quedé estupefacto con la conversación que tuve con Jonás. Al escuchar sus argumentos definitivamente no podía dejarlo ir, su enfermedad mental era severa y peligrosa.
— ¿Cuál es tu nombre?
—Me llaman Jonás.
—Mucho gusto Jonás. Te propongo algo, baja de allí, ven a comer con nosotros, date un baño y si para el día de mañana quieres irte te iras, ¿está bien?
Jonás me miró pero no dijo una sola palabra, simplemente se limitó a arrastrarse y bajar del vehículo, cuando sus pies tocaron el suelo pude darme cuenta de que era bastante alto, mucho más alto que yo y yo no era considerado un enano, yo media alrededor de un metro con ochenta y cinco, pero él llegaba casi a los dos metros.
—Gracias por bajar, ahora puedes darme el cuchillo por favor.
Jonás giró y se puso frente a mí, le extendí la mano para que dejara caer el cuchillo. Estaba esperándolo, cuando de pronto, pude ver como su brazo comenzó a hacerse hacia a atrás y gritó violentamente. Después, solo oscuridad.
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Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1
Action¿Quién eres tú para juzgar los actos que he cometido? Lo que ves cómo una crueldad increíble y maldad absoluta, incluso algo de locura, yo lo veo como progreso, redención, descubrimiento... está bien, quizás tengas razón, probablemente matar a 107 p...