Capítulo 20 parte 3

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Janeth se acercó a mí y me pegó una fuerte bofetada en el rostro, casi me voy para atrás, pero me mantuve firme.

—Esto fue por todo lo que me has hecho pasar estos meses — dijo ella llorando.

—Me dolió mujer. Así me agradeces que te salvara la vida.

— ¿¡Salvar!? Esto no es salvar. No sé qué está pasando pero estoy cien por ciento segura que tú eres el responsable de todo esto. ¿Dónde están todos? ¿Qué paso? ¿Qué es este lugar?

—Tranquila te explicaré todo.

Janeth se calmó unos minutos más tarde, caminó hacia la camilla donde estaba experimentando con un sujeto que le corté la cabeza. No lo vio la primera vez que recorrió el lugar, la segunda ocasión que caminó cerca de allí, casi se desmalla al verlo, gritó una vez más, se acercó a mí nuevamente y volvió a golpearme en el rostro.

—Con un carajo, puedes calmarte y te explico.

Ella me miró una vez más con odio, levantó su mano y esa vez si caí de culo cuando me tiró una tercera bofetada. No me molesté, por un momento podía comprenderla un poco con respecto a lo que estaba pasando. Me arrastré y me alejé de ella esperando a que se calmara, se hizo un ovillo y repetía "oh por dios". Me quedé sentado cerca de la entrada. Del otro lado los gritos habían cesado, pero aun intentaban tirar la puerta. Podía escucharlos.

Pasaron unos minutos, me harté de estar sentado en el suelo y que a mi lado estuviera la horda intentando entrar, me puse de pie y comencé a caminar hacia ella. El dolor de la pierna era insoportable y el brazo, aunque no era mucho, también comenzaba a dolerme por el esfuerzo físico que realicé con anterioridad. Le extendí la mano.

—Adelante Janeth ven conmigo te voy a explicar.

Ella dejó de llorar y me dio la mano. Nos pusimos de pie y fuimos al otro lado del laboratorio, ahí tenía una pequeña nevera con algunos alimentos. También junto a esta estaba una mesa con dos sillas. Le serví un vaso de jugo de naranja era lo único que podía ofrecerle.

—Bebe, el azúcar, te va ayudar.

—Gracias, pero no creo que en estos momentos me ayude —dijo mientras se llevaba el vaso a los labios.

—Bueno Janeth esto que estás viendo aquí y todo lo que has vivido los últimos minutos es mi culpa.

Janeth alzó la mano con intención de golpearme nuevamente pero me adelante a ella y se la sujeté.

—Para por favor. Sé que me lo merezco pero déjame explicarte.

Regresé a mi posición y ella bajó su mano. Ya no iba a golpearme, no por el momento. Comencé a explicarle todo lo que podía, era sincero con mis palabras. Le conté sobre Víctor, mi pasado en esta institución y todo lo que siempre quiso saber pero nunca se atrevió a preguntar. Los experimentos que hice, y los resultados que obtuve, comenzaba a emocionarme más conforme le seguía explicando, pero ella se notaba cada vez más triste y nerviosa. Justo cuando estaba llegando al clímax de mi historia ella me interrumpió.

—Erick — tragó saliva —, Todo lo que me has contado es tan triste e interesante, no puedo creer que me casé con un hombre así. Pero solo respóndeme. ¿A cuántas personas has matado?

Su pregunta más que ofenderme me intrigó. Antes era algo que trataba de olvidar, que no quería recordar, que pagaría cualquier precio porque alguien limpiara lo que fui, ahora era diferent e. Ocurrió un cambio en mí. Un cambio para mal. La bestia dentro despertó y a partir de ese momento no se iría a ningún lugar.

Espera, te adelantas un poco, aún no había llegado para quedarme.

—He matado a más de cien personas, probablemente ciento cinco si me pidieras un cálculo más acertado.

Janeth comenzó a llorar nuevamente y se abrazó a ella misma. Mi furor se acabó y comencé a preocuparme por ella, a pesar de la obsesión que sentía, aún seguía amándola. Quería volver a mi hermosa casa amarilla cubierta de girasoles. Probablemente en vez de encontrar una poción para la inmortalidad debí inventar una máquina del tiempo. Ya era tarde, Me arrodillé y le pedí perdón.

—Janeth amada mía, perdóname por todos y cada uno de mis pecados, perdón por lastimarte y descuidarte. Pero te juro que te amo y todo lo que estoy haciendo es por los dos. Desde aquel fatal accidente no he vuelto a ser el mismo y yo sé que tú tampoco, quisiera regresar el tiempo y evitar que eso pasara pero no puedo, quiero volver a ser el mismo y si lo llego a conseguir, escaparemos tú y yo para comenzar desde cero nuevamente. En un lugar alejado de aquí podremos salir del continente si lo deseas, visitar América o Europa y dejar atrás esta tierra. No sabía cómo iba a reaccionar, mi corazón me decía que me abandonaría para siempre y jamás volvería a verla. Sin embargo la vida da muchas vueltas y en vez de renunciar a mí, lo que hizo fue besarme. Seguía llorando, fue un beso bastante húmedo, yo le correspondí y la besé con la misma pasión. Comencé a acariciar su rostro y juntamos delicadamente nuestras manos. Me dolía mucho, ella se dio cuenta, por eso retrocedió.

— ¿Te duele mucho verdad? —dijo aun con lágrimas en los ojos.

—Mentiría si no te dijera que no.

—Erick, a pesar de todo lo que has hecho aún te sigo amando y cuando me casé contigo prometí que siempre estaría junto a ti. Si dices que estas apunto de encontrar esa poción estoy contigo y cuando regreses a la normalidad nos iremos muy lejos. Como tú dices, a América o Europa y allí viviremos felices.

—Claro Janeth —dije y la bese nuevamente.

—Solo te pediré una cosa

—La que sea amor mío.

—No me obligues a ayudarte, no quiero tener nada que ver, no por miedo sino más bien por mi moral.

—No te preocupes no te pediré ayuda.

—Muchas gracias, tu puedes, encuéntrala pronto.

Me puse manos a la obra, comencé a trabajar más que nunca, ella se quedó dormida en la cama que tenía para descansar por las noches. Trabajaba sin descanso, tenía poco tiempo. Por otro, lado los mutantes de afuera no iban a permitir que saliéramos con vida. Conforme pasaban los días iba observando el comportamiento de aquellos monstruos y me llamó la atención como utilizando sus últimas fuerzas, querían acabar con nosotros. Se estaban dejando morir uno por uno, cada vez que uno moría lo apilaban en la entrada secreta del laboratorio, creando así una muralla de carne para que no pudiéramos salir. Aunque no lo parezca, era el menor de mis problemas, cada vez veía a Janeth más débil, el hecho de no darle la luz del sol la debilitaba muchísimo y la ponía de mal humor, sin embargo no lo manifestaba, todo el tiempo se la pasaba dormida o recostada, y aunque desde hace tanto tiempo no estábamos juntos de esa manera, jamás habíamos estado tan lejos. Ni siquiera nos dirigíamos la palabra, no por el hecho de estar molestos, si no que yo me encontraba demasiado ocupado para charlar. De cualquier manera todo iba a terminar muy pronto, para bien o para mal.

¿Pára bien? Te equivocas...

Doctor Cosmo - El diario de un asesino parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora