Rencuentro

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Me encontraba en la ciudad del amor, había jalado con mis pequeños, todos estaban ahí, pero deje a cargo a Sebastian y mis guardianes el cuidado de ellos, esperando que pudieran controlar la situación, aunque mis pequeños no causan líos mientras cuenten con Internet o una consola de juegos, o libros;  ellos estarían bien  la que se encontraba nerviosa era yo,  camine por la ciudad aparentando ser humana, eso en ocasiones en muy difícil el sol me molesta, me pone de mal humor y los colmillos se me afilan y deseo atacara los humanos como el ganado que son;   llegue al restaurante más oculto de la ciudad, pedí vino tinto mientras esperaba la llegada del plumifero.  

Cuando llego ya estaba un poco ansiosa, se sentó tranquilo y me molesto su impuntual llegada, en fin suspire  y comenzamos la charla diría que fue como la de dos viejos amigos que tenían muchas ganas de volver a verse.

-¿Entonces me dirás querida quien soy? 

-Lo que eras cariño, lo que alguna vez fuiste-

Estaba molesto por mi actitud,  y yo por la de  el, aun así nos comportábamos con decencia ante los ojos de los humanos, mis colmillos se afilaban al tacto del vino tinto, y el solo bebía un café.

-Fuiste uno de los 7 arcángeles,  fuiste unos de los principales,  la mano izquierda de dios, y mi amante corrompido,  se puede decir que mi amante, mi pareja,  pero nada formal, padre de dos de mis hijos-

A pesar de  que ambos teníamos muchas preguntas en la cabeza, el miedo de sacarle de la tumba que yo le había creado,  era palpitante mientras tomaba la copa,  de sacar los recuerdos de una habitación mágica,  era mirarle a los ojos y de sentirme traidora a mi esposa a la que nuestra relación no era ya nada,  el deseo de sacarlo de ese lugar y llevarlo a un motel, mi lealtad era lo más importante  el me dijo 

-"La lealtad es una virtud muy valorada, sin embargo hace daño cuando se disfraza"-

Con una sonrisa en mis labios,   aun me impresionaba su sabiduría, eso es lo que más me ha gustado de el, sabe que decirme y como decirlo,  el tiene aun el poder de destruirme solo con palabras.

Hablamos de todo y de nada en especifico,  tratando de calmar nuestros corazones, me pido que fuera con el y mis pequeños en paseo en góndola, la idea me encanto,  yo quería estar con el,  tenia miedo de reavivar el fuego, pero aun  solo deseaba más que nada pecar con el, pero el estaba seguro de lo que quería de mi, el sabia que deseaba y me lo decían con sus hermosos labios que moría por besar, morder y saborear su sangre.

- Yo quiero tu sangre... te daría el abrazo eterno para que conocieras el verdadero significado de la locura, tú podrías soportarlo-  

Esas palabras me causaban un deseo,quería jalale por el cuello de su camisa y perderme en su piel, en sus cabellos el peligro siempre estuvo ahí, el amor prohibido, pero el ya no era un ángel puro, y yo cada vez era un demonio.

Continuamos hablando de sangre, le decía que la mía era valiosa, y el que el necesitaba la mía para vivir,  y que la mía seguro tendría un sabor glorioso, hablamos de nuestros juegos en la habitación, de nuestros hijos, pero ninguno quería avanzar en los relatos,  era darse cuenta de lo que habíamos perdido y el tiempo no volvería,   el no seria un arcángel,  y yo no seria un simple demonio llorando por la belleza de las tinieblas recién descubiertas.

Así quedamos de ir en paseo y de que el vería a Sebastian y a Suemy. 


Dama de RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora