Comandante.

10 0 0
                                    

Estaba furiosa, como dije me hervía la sangre , de orgullo, entre a para cambiarme traje de ejecutiva,  me desnude frente los ojos de mi esposa, solo me puse el uniforme de la guardia de los Laycans, mande por mi espada, la que Gabriel me había dejado.

-Mamá cálmate un poco son dragones y le tienes miedo-

Sebastian me pedía que tomara conciencia de lo que mi orgullo estaba haciendo con mi mente,  mi hijo me vio ponerme botas,  termine de ajustarme el traje negro de entrenamiento, los guantes y sujetarme el cabello negro  en una trenza.

Entonces camine entre esos chicos que no dejaban de mirar mi cuerpo, el cuerpo de un demonio seductor capaz de entregarse al amor de eros,   si a pesar de los embarazos y del cambio de peso, por que nunca me limite a comer tamarindos, dulce preferido de mis hijos y el mio por ese estado, no parecía madre de 11 niños,  y por muy raro que parezca, aunque de unos soy su padre compartí el peso del estado con mi gloria y esposa. 

-Por mucha corona que tengas princecita aquí no mandan las tetas-   

Eso me hizo rabiar, entonces empuñe la espada hasta que los nudillos se me pusieron blancos, los mire con mis ojos dorados de yoma y grite 

-¡Pero las tengo bien puestas capitán y eso que ya amamante-  

 Mi hijo abrazaba a su mascota, yo estaba en el segundo castillo que es el campo de entrenamiento,   estire mi cuerpo,  calenté los músculos, abrí las alas,  era un ángel para ellos y nada más,  sin embargo las manos del capitán cambiaron a garras, sus ojos eran fuego, un dragón,  temía a los dragones y solo me bastaba yojo para salir corriendo.

Yojo es la mascota de mi sobrina, un dragón puro que no posee cuerpo humanoide,  en fin, tome la espada y desde que había luchado con Stefan no me sentía así,  cuando menos lo espere ya tenia una porra de 11 pequeños,  ataque con mi arma,  herí y me hirieron, danza de la guerra, ritmo del choque de las espadas, ráfagas de viento por las alas, polvo y sobre todo el aroma a sangre;   pero no me rendiría por ese hombre.

 Continué con mi ataque con mechones de cabello en la cara, con el sudor y el aroma de la sangre de ambos,  mi combate fue feroz, muchas veces caí ante aquel hombre pero nunca pare mi ataque,  hasta que me hice de las mañas y toque sus puntos débiles con la hoja de la espada, tres bastaron para que el dragón cayera mal herido,  yo también tenia un ala rota,  muchas cortadas en las piernas, y había perdidos dos dedos, pero a pesar de ello seguía en pie.

-¡Gane, maldita sea te gane limpiamente!-

Camine por el campo de batalla con mi ropa desgarrada mi cabello suelto y sucio, camine con la cabeza en alto, con la sangre de ambos como mi perfume, camine hacia mi porra de niños, lo había logrado ni yo me lo creía; había luchado contra un dragón.

Suemy me ayudo con la unión de mis dedos, y con las heridas del capitán,  mi ala rota solo la puede acomodar mi amo, y para eso tuvieron que encadenarme y someterme,  por que el hecho de deformar mi cuerpo y estirarlo significa lastimar como pueda a otro,  fue en ese momento de sanación cuando ellos se dieron cuenta de que yo no era un ángel, por muchas alas y por la espada que tenia yo soy un yoma.

-¡joder mi señora!, no eres un ángel, yo pensé que lo eras por tus alas y la espada-

Mi sonrisa fue notoria,  en fin como yo había ganado el combate al capitán ahora yo era el comandante de la guardia Draco,  si eso me recuerda a la guardia de la noche de  juego de tronos,  pero si parecemos esa guardia, recorremos el territorio,  hacemos informes,  continuamos con entrenamientos, y vestimos el negro, aunque yo tengo dos uniformes... 

Dama de RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora