Frutos...

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Después de aquel evento, de dejar que mis hijos formaran parte de algo aun mayor que yo y mis ancestros,   de que formaran parte de la tierra,  trate con mucho esfuerzo de ser lo antes,  una mujer casada, que trabajaba para mantener a su familia, me dedicaba  a cuidar de mis pequeños, a estar con ellos lo más que podía sin que el nudo se me atorará en la garganta por la muerte de mis trillizos.

Me distraía mucho con pasar noches de lujuria con mi amada, ambas tan deseosas una de la otra, tan complacientes y pervertidas,   aun  con las enseñanzas románticas y salvajes de mis anteriores parejas,  a ella la envolví en ese pecado que es mi favorito, en perderme entre sus piernas, de respirar después de que ella grita mi nombre, de que yo grite el suyo llegando el orgasmo, bendito pecado de la lujuria, que me alimenta y me devuelve la vida.

Mi cuerpo se unía al de ella, buscaba siempre la salvación de mis pecados,   en donde la distracción de los niños nos permitiera jugar,  me perdía en la piel de mi esposa, en sus besos, en sus orgasmos, recuperaba mi vida de nuevo aun marcada con mi pasado, el cual me atormentaba y lo seguirá asiendo por que es muy intenso, pero ver sus ojos rojos en las sombras con el mismo brillo que mis ojos dorados, estábamos enamoradas, casadas, era mía, y yo de ella, mientras las sombras y la luna nos guiaban. 

Mi vampiresa se dedicaba a su negocio de pasteles, disfrutaba de su nueva vida a mi lado, de su libertad, de ser más que una esclava al servio de otro demonio,  olvidándonos de una responsabilidad, la que teníamos con sus padres,  así paso un mes,  y para los demonios es mucho y es nada,  así que como era de esperarse por nuestros juegos eróticos en la cocina, en el jardín, en el comedor, en cualquier parte donde no fuéramos descubiertas por los niños,  yo adoraba poseería como hombre,  tomaba mi papel muy enserio y a ella le gustaba mi virilidad, la llenaba por completo mientras le rebaba el aliento, le mordía los labios y disfrutaba de su sangre.

Aquellos juegos también eran al contrario como mujeres le encantaba bajar a la cocina y sentarme en la mesa, me quitaba las bragas y su boca se hundía en mi húmedo interior hasta hacerme estallar,  nuestra lujuria tuvo consecuencias, ella salio en cinta, lo complicado era la mezcla de las razas, ella vampiro y yo un yoma,  teníamos que esperar a que  el nuevo bebé naciera,  pero como siempre la muerte sabia y pendiente de mi vida llego a decirme que eran 5 los nuevos integrantes de mi ya enorme familia.

Dama de RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora