Primera Parte
Jürgen despertó con la fuerte sensación de que había dormido más de la cuenta. Se incorporó y se sentó a un lado en la cama, con la mano puesta sobre su cabeza en un vano intento de calmar un leve dolor y esa sensación de atontamiento que siempre le quedaba cuando dormía fuera de su horario normal de sueño. Recordó que, mientras dormía, había escuchado su nombre repetido varias veces, con la clara intención de despertarlo. No necesitó hacer mucho esfuerzo para recordar que los gritos los había dado su hermana, 'la insoportable Gisele que no sabe más que meterse en mis cosas y estar todo el tiempo criticando lo que hago o dejo de hacer', pensó Jürgen molesto. Sabía que había respondido que ya bajaba. No recordó específicamente cómo le había dicho, pero tenía la absoluta seguridad que había sido algo ofensivo. 'Se lo tenía bien merecido', se dijo recuperando el buen humor. Pero no había bajado y más bien se había quedado echado en la cama, con la ropa de viaje todavía puesta. El absoluto silencio le hizo saber de manera inmediata que no le habían esperado y que más bien se habían marchado sin él. Miró su reloj y supo que se había quedado dormido allí por lo menos dos horas. 'Tengo que cambiar la hora de mi reloj', pensó intentando recordar cuántas horas de diferencia había entre Brasil y Alemania. 'Cuando lleguen, les pregunto', se dijo luego de darse por vencido para empezar su lento proceso de incorporarse.
No había logrado dormir mucho tiempo en el avión. En eso envidiaba a Gisele, quien se la pasó dormida todo el tiempo desde que despegaron de São Paulo. Por eso es que, lo primero que hizo al llegar a la vieja casa de su abuela, fue tirarse ahí a tratar de recuperar algo del sueño que no pudo conseguir durante el vuelo. Más considerando que la muy chistosa de Gisele, le había recordado el avión de Air France que se había caído algunos años atrás en un vuelo similar. Sabía que el comentario lo había hecho para molestarlo. Ella bien sabía que a él no le gustaba volar. No llegaba al nivel del terror, pero sí a una sensación de vacío en el estómago que no le dejaba de molestar durante todo el tiempo que estaban en el aire.
Jürgen recorrió con la mirada su habitación. Era una casa vieja, muy vieja. 'Todo es viejo aquí en Europa', se dijo comparando inconscientemente la arquitectura de Florianópolis, con la que había visto durante el viaje en taxi desde el aeropuerto de Berlín, hasta aquella vieja casa en el centro de la ciudad.
Estuvo ahí parado un par de minutos para lograr despertar completamente. El silencio en la casa lo obligó a caminar y hacer un poco de ruido para llenar con algo ese vacío, ese silencio tan incómodo. Su maleta todavía permanecía intacta a un lado de la cama. 'No, mejor la acomodo después, cuando lleguen', se dijo espantando la efímera idea de ponerse a acomodar sus cosas en ese momento. Decidió que lo mejor que podía hacer era conocer la casa donde permanecerían un par de semanas, tiempo que iba a durar su visita a la ciudad y a su abuela. Ya había venido antes a esa casa, muchos años atrás, cuando tenía ocho años, pero a pesar de que había pasado casi una década, todavía recordaba la disposición de los cuartos de la casa. Caminó lentamente por el pasillo mirando todos los cuadros y la disposición de los muebles. 'Todo es igual', se dijo comparando lo que veía en ese momento, con lo que recordaba de su viaje anterior. Avanzó por el pasillo y pasó al lado de la puerta del cuarto vecino. 'Este debe ser el cuarto de Gisele', se dijo tratando de ver en la puerta alguna señal de antipatía contagiada por la nueva huésped de ese lugar. Extendió su mano y trató de abrir la puerta. 'Qué tonto soy', se dijo, 'Ella siempre deja su puerta con llave. Como si le quisiéramos robar algo. Es realmente estúpida.', siguió diciendo, sin embargo su mano, con un movimiento inconsciente ya había alcanzado el picaporte y había logrado abrir la puerta. '¡Qué raro!', pensó al darse cuenta que la puerta se había abierto dejando visible la habitación. Sabía que no había cosa que la moleste más a Gisele, que él se meta a su cuarto. 'Pero no estamos en la casa', se dijo sin dejar de mirar el interior del cuarto que lo llamaba insistentemente, 'y tampoco estamos en Florianópolis', concluyó con la más imbatible lógica. Una sensación de rebeldía le infundió la necesidad de cruzar aquella puerta e invadir ese cuarto. 'Que me diga algo', se dijo desafiante e ingresó en la habitación dirigiendo su mirada a toda su extensión. El cuarto tenía una vieja cama a un lado y un viejo ropero al fondo de la habitación. Las cosas de la maleta no habían sido todavía totalmente acomodadas en sus respectivos lugares. Pero se notaba que Gisele ya había iniciado su labor de organizar todas sus cosas en el cuarto. Al parecer su madre le había interrumpido su trabajo, porque algunos vestidos y sacos todavía estaban a un lado de la maleta, sobre la cama. El cuarto no tenía más que la cama, dos mesitas de noche y el viejo ropero al fondo. Nada en las paredes y solo una pequeña ventana de respiración en lo alto de una pared lateral. El viejo ropero estaba ya abierto y algunas prendas colgaban en sus respectivos colgadores. Se acercó a la cama a curiosear las cosas que había traído su hermana en el viaje. Tuvo cuidado de no mover las cosas que iba viendo, no quería dejar ni una señal de que él había estado allí. 'Prefiero no tocar nada de sus cosas. De seguro que se molestará y no quiero que esta loca me empiece a gritar. No respondo por lo que le pueda hacer. Pero mejor no. Es la princesita de papá, su adulada, no hay que tocarla, no se vaya a romper la niña', siguió diciendo mentalmente a tiempo que se dirigió a la pequeña mesa de noche a un lado de la cama. Sobre ella había una lámpara antigua y un libro nuevo. 'Es el libro que estaba leyendo en el avión', pensó y se acercó para saber qué leía su tonta hermana. 'Está en alemán', se dijo al darse cuenta de las incomprensibles palabras que indicaban el título de la novela. No pudo evitar una sensación de inferioridad, de haber sido derrotado por ella en la dura competencia de aprender el idioma de su padre y sus abuelos alemanes. Dirigió su mirada hacia el cajón de la mesa de noche. Lo abrió con mucho cuidado para ver qué se escondía en su interior. Por el momento estaba vacío, nada interesante qué curiosear. Imaginó que lo mismo sucedería con la otra mesa de noche. 'Gisele no ha tenido tiempo todavía de terminar de acomodar', se dijo y avanzó hacia un lado de la pared donde un gran espejo reflejaba la imagen deportiva de un muchacho de unos dieciocho años, de contextura robusta y cabellos rubios, aunque algo despeinados. A Jürgen le agradó lo que miraba. Se sentía orgulloso de su cuerpo y su figura, por eso demoró un poco más de tiempo acomodando sus ropas arrugadas por haberse dormido encima, y peinándose un poco con las manos sus desordenados cabellos. Cuando estuvo medianamente conforme con lo que miraba, avanzó hacia el viejo ropero a unos pasos de donde estaba el espejo. Era un mueble antiguo bastante grande, 'y de seguro muy pesado', pensó. Una de sus puertas estaba abierta y en el interior del espacio ya colgaban algunos vestidos de Gisele. Pero la otra puerta estaba cerrada y, 'quizá, escondiendo algún secreto que no querrás que yo sepa', se dijo riendo para sí. Jaló el picaporte pero no lo pudo abrir. Su fracaso hizo que jalara nuevamente, esta vez impartiendo un poco más de fuerza. Este segundo intento tampoco tuvo éxito. 'No voy a dejar que un mueble viejo me gane', se dijo con un sentimiento de vergüenza por el fracaso, 'Ya va a sentir mi fuerza. No por nada soy el mejor deportista del colegio.', siguió diciéndose al preparar un nuevo intento. El fuerte sonido de madera crujiendo, y un leve bamboleo del enorme ropero, le hizo saber que su fuerza había rendido frutos una vez más. 'Ves. Te dije que podía abrirte sin problemas. Solo estaba calentando', le dijo al mueble que, con la puerta abierta, mostraba todo su interior. Sin embargo, el fuerte sonido probocado en el proceso, también le hizo temer que alguien en el exterior hubiese también esuchado el estruendo y estuviese viniendo a verificar qué lo había probocado. 'Qué estúpido soy.', se dijo y se quedó petrificado con los oídos atentos a cualquier ruido que le indicara que alguien venía hacia ese lugar. 'Siempre me meto en problemas con esta estúpida de Gisele. No sé por qué no aprendo que no hay que meterse con esta loca', siguió recriminándose pero, para su fortuna, ningún sonido externo respondió al fuerte ruido provocado por el ropero. Ya más tranquilo al saberse absolutamente solo en aquella vieja casa, pudo enfocar su interés en el interior de aquel ropero. Adentro solo pudo ver un par de maderas colocadas horizontalmente, como en un ropero cualquiera, pero estos estaban vacíos. 'Es imposible que la debilucha de Gisele haya podido abrir el ropero', se dijo orgulloso de su hazaña. Al revisar una vez más, esta vez con mayor detenimiento, pudo ver que al fondo del ropero, y quizá fruto de la desprorporcionada fuerza empleada por él para abrir su puerta, una tabla que conformaba la pared posterior, había cedido y había dejado visible algo que parecía un compartimiento secreto. Estaba obscuro y no se podía saber qué se escondía en su interior, pero no había duda que era un pequeño escondite secreto. 'De seguro hay cosas del abuelo, joyas que fueron ocultadas de los nazis, documentos secretos', empezó a pensar sin atreverse a husmear más al fondo su contenido. El sonido de una puerta que se cerraba en la parte inferior de la casa le hizo notar, no sin sobresalto, que era hora de salir de aquel lugar lo más rápido posible. 'Pero ahí está la abertura secreta que seguro está escondiendo todo tipo de tesoros, justo ante mi vista, esperando por mí', pensó él fascinado por lo que había encontrado. 'Maldición', se dijo al darse cuenta que no tenía el tiempo suficiente para poder investigar qué se escondía allí. 'Maldición', siguió diciendo mientras cerraba, esta vez midiendo cuidadosamente su fuerza, la puerta del ropero. 'Así, bien cerrado, la tonta de Gisele no podrá abrirlo', se dijo para reconfortarse. 'Si el tesoro no es para mí, tampoco será para ella'.
-¿Cómo estás querido hermano? -dijo Gisele a modo de saludo a Jürgen que caminaba por el pasillo de ida hacia la escalera de bajada. -Te perdiste, como siempre, de un hermoso paseo por la ciudad. ¿Qué estuviste haciendo para pasar el rato? De seguro dormir.
-Sí. -respondió Jürgen molesto por el sarcasmo de su hermana. Sin embargo, la sensación de poder, de saber la localización de un tesoro ahí mismo, en su propio cuarto, le hizo olvidar su molestia y, para extrañeza de Gisele, le sonrió y le respondió con un tono muy amigable. -Acabo de despertar hermanita. Qué tonto soy. De seguro me perdí de un lindo paseo.
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Muchas gracias por escoger esta mi historia entre las muchas que hay. En verdad deseo que pases agradables momentos durante su lectura. Me he esforzado para crear una historia que sea amena y entretenida. Espero haberlo logrado.
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Lúcida
ParanormalEscondido en una habitación secreta, en la vieja casa de sus abuelos, Jürgen encuentra los restos de su bisabuelo perdido durante la segunda guerra mundial. Junto al cuerpo sin vida se encuentra un antiguo libro de evidente importancia para su bisab...