Capítulo 31

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Sentí un fuerte golpe que me llamó mucho la atención. No sabía en qué parte del cuerpo me habían golpeado, pero estaba totalmene segura que algo o alguien me había dado un golpe. Miré a mi alrededor buscando a cuál compañero del curso me había dado el golpe. No había sido muy fuerte, ni siquiera me dolía, pero por alguna razón sentía que tenía que saber quién me había golpeado. Pero, por más que miraba los rostros de mis compañeros, todos estaban atentos a lo que el profesor al frente de la clase estaba dictando. Me quedé con la duda de quién de ellos había sido el atrevido, cuando sentí otra vez el golpe, esta vez de mayor intensidad. Fue tan fuerte que me levanté de un salto y giré en redondo para saber quién de los compañeros que estaba a mi alrededor había sido. Pero, a pesar de que me levanté, ninguno de los compañeros me tomó mucho la atención, y aún menos el profesor que continuaba dando su clase normalmente. Como no supe quien era, me retiré molesta del salón sin que a ninguno le llamara la atención mi extraño comportamiento. Cuando salí del salón de clases, ingresé a la sala de mi madrina. Ella me preguntó molesta y preocupada, por qué no contestaba. Yo le respondí, al darme cuenta que era ella quien me había enviado esos golpes para llamarme, que no sabía que era ella. Ella estaba al frente de una mesa llena de piedras. Tenía un palo en la mano y se veía que acababa de golpear a una piedra que tenía mi nombre escrito. En ese momento me di cuenta que todas las otras piedras también tenían nombres escritos en ellas. Mi madrina colgó el palo en un clavo que estaba a un lado de la mesa. Fue en ese momento que me dijo que si ella no me llamaba de esa manera, yo no era capaz de llamarle para decirle cómo estaba y mucho menos de visitarla para conversar un rato. Le dije que tenía mucha tarea en la Universidad y que por eso no había tenido tiempo de llamarla o buscarla. Cuando le dije eso, ella me respondió molesta que si necesitaba algo, cualquier cosa, que la llame. Que para eso estaban las madrinas. Que si quería conversar con ella, me acostara pensando fuertemente en ella, y ella se aparecería en sueños, como en ese momento.

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Había una gran fiesta en el pueblo. Un grupo musical muy popular en el estado de Maranhao, cantaba canciones muy conocidas, animando y alegrando el ambiente en la plaza principal. Yo me encontraba a un lado de la plaza, disfrutando como el resto de la gente. Al igual que todas las personas que estaban ahí, yo cantaba y bailaba al son de la alegre música, compartiendo con todos. Yo estaba sumida en esa efusiva alegría pero un globo de un color amarillo intenso me llamó mucho la atención. El globo estaba flotando por encima de toda aquella multitud, elevándose y alejándose con el viento. Al parecer a nadie más que a mí me interesó la existencia de aquel globo, ya que todos a mi alrededor continuaron bailando y cantando como si nada pasara. Curiosa por el globo, busqué entre la multitud, de dónde había surgido aquel brillante globo amarillo, hasta que pude ver al otro extremo de la plaza, un grupo de globos multicolores que me llamaron fuertemente la atención. Fue en ese preciso momento que me di cuenta de que el resto del mundo a mi alrededor, carecía de color, como una película en blanco y negro. La visión de los globos opacó toda sensación y sentí una fuerte necesidad de ir hacia donde estaban esos globos de colores. Había una gran multitud y tuve que abrirme paso a través de la aglomeración. De vez en cuando me perdía en el medio de la multitud que no paraba de bailar y tenía que saltar lo más alto posible para poder ver en qué dirección se encontraban los globos. Por fin, después de mucho esfuerzo, pude ver la mano que sostenía todos aquellos globos. Era una viejita que sostenía en sus temblorosas manos, los hilos que sujetaban a los globos para que estos no se vayan al cielo. La viejita ofrecía en venta los globos a la multitud, pero a pesar de la cantidad de gente y a lo colorido de los globos, nadie mostraba el mínimo interés de comprar uno. Sentí que nadie se había siquiera dado cuenta que viejita estaba ahí, como si ella y sus globos fuesen totalmente invisibles. Miré a mi alrededor buscando a alguien más que pudiera ver a la viejita y sus globos de colores, y nadie apareció. Yo no me atrevía a acercarme, por eso esperaba que sea otra persona la que se acerque primero. En eso vi a un niño que estiraba los brazos de su padre para acercarse donde estaba la viejita. Su padre no mostró mucho interés en mirar los globos, y se quedó mirando a los músicos encima del escenario. El niño le jaloneó las manos con más fuerza para intentar atraer algo de atención de su padre quién mecánicamente metió su mano al bolsillo y extrajo su billetera para luego pasarle un billete a su hijo. Sin esperar cambio o alguna reacción de parte de su hijo, el padre volvió a guardar la billetera en el bolsillo del que pocos segundos la había sacado. Todo esto lo hizo sin prestar la mínima atención a lo que sucedía con su hijo, y continuó mirando a la tarima y al resto de la gente. El niño le entregó el dinero a la viejita y esta le escogió un globo azul brillante y le pasó el hilo a la mano del niño. Tan pronto como el niño tomó el hilo con el globo azul en lo alto, el niño empezó a elevarse hacia el cielo muy lentamente, pero cada vez más y más alto. Eso no me pareció nada extraño, y tampoco al resto de la gente en el sueño. En ese momento, no sé de dónde saqué dinero, pero se lo dí a la viejita y ella me dio un globo verde brillante, que agarré y me hizo volar como el niño, encima de toda la gente. Estaba tan alto que pude ver todo el pueblo y a la gente en la plaza como si fueran enanitos. Cuando estaba ya bien alto, el viento me empezó a empujar para alejarme del pueblo. Debajo de mi ya no estaba el pueblo sino el monte verde que se extendía a todas direcciones. El sonido de la música se fue haciendo cada vez más despacio a medida que me alejaba bajo un cielo muy azul. Estuve volando por un tiempo hasta que escuché el sonido de un timbre que salía del medio de la selva. Intenté ver de que lado del bosque provenía el ruido hasta que finalmente me di cuenta que era mi despertador.

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