-Buenas tardes mi Lucía, mi angel. -dijo Teresa desde la puerta que comunicaba con la lavandería donde, en ese momento, se encontraba Lucía restregando una camisa de su padre en el lavadero.
-Madrina! -respondió ella y dejó la camisa a medio lavar a un lado del lavadero. Se medio seco con una toalla que se encontraba entre el monton de ropa sucia y fue casi corriendo a abrazar a su madrina.
-Mi querida. Yo tambien te amo mucho. Los ángeles son testigos.
-Lo se madrina.
-Quiero que me respondas con sinceridad, sabes bien que los ángeles me dicen cuando alguien miente. ¿Estudiaste el libro que te entregué? -le dijo señalándola con su boquilla con su cigarrillo humeando en su extremo.
-Sí madrina. -respondió ella dando una entonación de orgullo en su respuesta. -Solo me faltan algunas cuantas páginas, pero hasta el fin de semana lo termino.
-Supongo que eso será suficiente. Entonces ve a vestirte, tenemos que salir ya mismo. -dijo esto haciendo un movimiento con su boquilla, como si de una varita mágica se tratara.
-Pero no he terminado de lavar la ropa. -dijo asustada y señaló el montón de ropa que estaba a un lado del lavadero. -Además, tengo que esperar a mi madre para pedirle permiso.
-Yo le explico después a tu madre. Además recuerda que soy tu madrina y tengo tanto derecho como ella. Así que no me desobedezcas y ve a cambiarte. Ponte algo que no llame mucho la atención.
La voz autoritaria de su madrina expulso todo sentimiento de duda, aunque no de temor. A los pocos minutos ella estaba frente a su madrina, vestida como para ir de paseo por el centro del pueblo con su madre.
-Está bién. -dijo Teresa luego de mirarla de arriba a abajo para luego mirar el reloj, lo que dejó en duda si estaba de acuerdo con la vestimenta o con el tiempo empleado para cambiarse. -Vamos, que no tenemos mucho tiempo. Debemos llegar a São Luis antes de las dos. No te preocupes por tu padre, que estaremos de vuelta antes que regrese.
-Pero el autobús llega de São Luis, después de las ocho de la noche.
-No estamos yendo en autobús mi querida. -Dijo la madrina y señaló con su boquilla, la puerta de salida. -Debí avisarte con tiempo, es verdad, pero recién me avisaron en la mañana. Pero, así son las cosas en la vida, imprevistas y sin ningún aviso. Ya lo aprenderás.
Afuera de su casa, un automóvil las esperaba con la puerta abierta, el motor encendido y el conductor, un señor bien mayor, mirando al horizonte, aburrido por la espera y ansioso por partir.
-¡Pero esto costará mucho dinero! -dijo Lucía con asombro y vergüenza.
-Ese no es tu problema. -respondió Teresa con autoridad, moviendo su boquilla que dejaba una estela de humo a su alrededor -Además que no es tan caro como crees. El viejo me debe algunos favores, -dijo Teresa en voz muy baja apegada al oído de su ahijada, para que el viejo no pudiese escuchar.
Se subieron sin demora y el chofer, sin esperar que le digan algo, arrancó y se alejó de ese lugar.
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Lúcida
ParanormalEscondido en una habitación secreta, en la vieja casa de sus abuelos, Jürgen encuentra los restos de su bisabuelo perdido durante la segunda guerra mundial. Junto al cuerpo sin vida se encuentra un antiguo libro de evidente importancia para su bisab...