Capítulo 12

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-Buenas tardes mi Lucía, mi angel. -dijo Teresa desde la puerta que comunicaba con la lavandería donde, en ese momento, se encontraba Lucía restregando una camisa de su padre en el lavadero.

-Madrina! -respondió ella y dejó la camisa a medio lavar a un lado del lavadero. Se medio seco con una toalla que se encontraba entre el monton de ropa sucia y fue casi corriendo a abrazar a su madrina.

-Mi querida. Yo tambien te amo mucho. Los ángeles son testigos.

-Lo se madrina.

-Quiero que me respondas con sinceridad, sabes bien que los ángeles me dicen cuando alguien miente. ¿Estudiaste el libro que te entregué? -le dijo señalándola con su boquilla con su cigarrillo humeando en su extremo.

-Sí madrina. -respondió ella dando una entonación de orgullo en su respuesta. -Solo me faltan algunas cuantas páginas, pero hasta el fin de semana lo termino.

-Supongo que eso será suficiente. Entonces ve a vestirte, tenemos que salir ya mismo. -dijo esto haciendo un movimiento con su boquilla, como si de una varita mágica se tratara.

-Pero no he terminado de lavar la ropa. -dijo asustada y señaló el montón de ropa que estaba a un lado del lavadero. -Además, tengo que esperar a mi madre para pedirle permiso.

-Yo le explico después a tu madre. Además recuerda que soy tu madrina y tengo tanto derecho como ella. Así que no me desobedezcas y ve a cambiarte. Ponte algo que no llame mucho la atención.

La voz autoritaria de su madrina expulso todo sentimiento de duda, aunque no de temor. A los pocos minutos ella estaba frente a su madrina, vestida como para ir de paseo por el centro del pueblo con su madre.

-Está bién. -dijo Teresa luego de mirarla de arriba a abajo para luego mirar el reloj, lo que dejó en duda si estaba de acuerdo con la vestimenta o con el tiempo empleado para cambiarse. -Vamos, que no tenemos mucho tiempo. Debemos llegar a São Luis antes de las dos. No te preocupes por tu padre, que estaremos de vuelta antes que regrese.

-Pero el autobús llega de São Luis, después de las ocho de la noche.

-No estamos yendo en autobús mi querida. -Dijo la madrina y señaló con su boquilla, la puerta de salida. -Debí avisarte con tiempo, es verdad, pero recién me avisaron en la mañana. Pero, así son las cosas en la vida, imprevistas y sin ningún aviso. Ya lo aprenderás.

Afuera de su casa, un automóvil las esperaba con la puerta abierta, el motor encendido y el conductor, un señor bien mayor, mirando al horizonte, aburrido por la espera y ansioso por partir.

-¡Pero esto costará mucho dinero! -dijo Lucía con asombro y vergüenza.

-Ese no es tu problema. -respondió Teresa con autoridad, moviendo su boquilla que dejaba una estela de humo a su alrededor -Además que no es tan caro como crees. El viejo me debe algunos favores, -dijo Teresa en voz muy baja apegada al oído de su ahijada, para que el viejo no pudiese escuchar.

Se subieron sin demora y el chofer, sin esperar que le digan algo, arrancó y se alejó de ese lugar.

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