-Lucía, Lucía, Lucía. -sonó desesperadamente afuera de la puerta de su casa, seguido por el insistente sonido de la bocina de un automóvil.
-¿Madrina? -dijo Lucía una vez afuera, atraída por el escándalo en la puerta de su casa.
-Vistete rápido. -dijo la madrina con un claro tono de urgencia en su voz y le hizo un ademán de que venga rápido con la larga boquilla que formó una nube de humo a su alrededor. -Tenemos que salir urgente. Y cuando digo urgente, sabes lo que quiero decir, por todos los ángeles del cielo.
-Pero madrina, no puedo salir. Tengo prohibido salir sin mi madre o mi padre. No desde la última vez que salí con usted.
-Lo sé. Me contaron todo. Y me pareció un abuso de parte de ese animal. Disculpa que así llame al animal de tu padre. Pero eso terminará hoy. Por eso, rápido, ve a vestirte. Y no me hagas entrar a buscarte. -Esto último lo hizo apuntando la boquilla hacia el lugar donde se encontraba Lucía.
-Por favor madrina. -respondió Lucía con claro temor en su voz. -Mi papá va a llegar en poco tiempo. Si no me encuentra, me va a castigar peor. Por favor. -suplicó la muchacha desconsolada. -Si quiere, esperamos y le pide permiso. No va a demorar.
-Fernandão. Abre la puerta. -dijo Teresa ignorando la súplica de su ahijada y señalando el candado con la boquilla, como si estuviese por enviar un conjuro mágico contra él.
Fernandão, un muchacho de no más de quince años, salió de la parte posterior del automóvil y se dirigió sin dudar hacia la reja de ingreso de la casa. En ese momento el perro empezó a ladrar y gruñir defendiendo su casa con mucha furia.
-Tú abre la puerta. -volvió a repetir Teresa señalando el candado, al tiempo que se agachó al nivel del perro e introdujo la mano que no tenía la boquilla, para acariciarlo. El perro calló inmediatamente y se puso a lamerle las manos con mucho amor.
Fernandão miró el candado que cerraba la puerta de la casa con detenimiento por algunos segundos y buscó en sus bolsillos unas pequeñas herramientas que introdujo hábilmente en el candado. Luego de algunos segundos, el candado se abrió con un suave sonido dejando la puerta libre. Teresa, satisfecha con el trabajo, le extendió un billete al muchacho quien, sorprendido con el elevado monto del pago, no pudo reprimir el impulso de abrazar y besar a Teresa, para luego salir corriendo feliz, lejos de ese lugar. Teresa ingresó con decisión hacia donde se encontraba Lucía, paralizada por lo que acababa de ver.
-Vamos a tu cuarto. Tenemos que apurarnos. -dijo Teresa sin esperar por Lucía, quien no tuvo más remedio que seguirla hacia dentro de la casa.
A los poco minutos Lucía salió con su madrina, vestida como para ir a la ciudad y con el rostro reflejando una mezcla de miedo y resignación por lo que le estaba pasando. Subió al automóvil mientras su madrina volvía a cerciorarse que todas las puertas y la reja quedaran cerradas. Teresa, luego de saludar al pequeño perro, se subió al automóvil al lado de Lucía y dio la orden de partir inmediatamente. El automóvil arrancó y se dirigió a toda prisa hacia la carretera que comunicaba con São Luis. Durante todo el tiempo que duró el trayecto hasta la capital, ambas mujeres permanecieron en silencio, mirando el hermoso paisaje que envolvía la carretera. La vegetación empezó a ser reemplazada por edificaciones, lo que indicaba claramente que estaban por llegar a la ciudad. Más pronto de lo esperado, el automóvil se detuvo y Lucía reconoció que habían llegado a la estación de autobuses de São Luis. Teresa, sin decir palabra alguna, se bajó y empezó a caminar con prisa hacia el interior de la estación. Lucía, sin más opción, tuvo que bajar del automóvil y correr para alcanzar a su madrina. Teresa no se detuvo hasta que estuvo frente a un autobús. Lucía, llegó corriendo detrás suyo.
-Lucía. Mi angel. -empezó diciendo Teresa con una voz mucho menos firme e intensa de lo que estaba acostumbrada a hablar. -Te voy a pedir que hagas algo que quizá te atemorice. Qué digo, estoy seguro que estás aterrorizada. Pero igual, con miedo, debes hacerlo.
-¿Hacer qué madrina? ¿A dónde va? -respondió Lucía sin entender qué sucedía.
-No. Yo no voy a ningún lado. Tú estás viajando. Este autobús partirá en pocos minutos, y te llevará a São Paulo.
-¿A São Paulo? -se le escapó un grito de asombro.
-A São Paulo. -siguió diciendo la madrina. -Tus maletas ya están adentro. Este es tu pasaje. Cuidalo. Y estos son tus boletos para retirar tu equipaje. No los pierdas.
Lucía miraba con incredulidad lo que su madrina le acababa de entregar en sus manos.
-Como te dije. Estoy seguro que estás aterrorizada. Pero, creeme mi ángel, no tienes futuro en este pueblo. No viviendo con tu padre, o cerca de él. Debes irte. Alejarte, para poder crecer. Sé que será duro. La vida nunca es fácil. Pero sé que harás grandes cosas si es que te vas. Si te quedas, te lo digo con mucho dolor, terminarás como tu madre, soportando a un animal, sin poder cumplir tu misión en la vida. O como tu hermano. Me da tanta pena tu hermano
-Pero madrina. -dijo la voz aterrorizada de Lucía.
-Calla, por favor. Hoy es tiempo de que escuches todo lo que voy a decirte. Y estáte muy atenta. De eso depende que te vaya bien en la vida. La gente es buena, en general. Pero hay algunas personas que no lo son tanto. Muchas veces es imposible reconocer la diferencia, hasta que es demasiado tarde. Por eso, mi angel, ten mucho cuidado, no confíes en nadie. São Paulo es una ciudad muy peligrosa. Ya lo sabes. Pero lo que has escuchado, es mucho menos de lo que en realidad es. Ten mucho cuidado. Sé que te estoy enviando al peligro, pero creeme, ese peligro es mucho menor al peligro de perder tu vida, tu felicidad, viviendo aquí.
-Toma esta bolsa. -siguió diciendo Teresa con la voz quebrada por la emoción. -Es una pequeña cantidad de dinero, lo suficiente para un par de meses o un poco más, si lo sabes administrar bien. Luego tendrás que buscar trabajo. Eres una buena chica, trabajadora, inteligente. Lo conseguirás rápido. Guárda este dinero como tu gran tesoro. Escóndelo en tu pecho. No lo despilfarres ni lo muestres a nadie. Y también toma este sobre. No lo abras, sino hasta que el autobús esté muy lejos de São Luis.
-Disculpe señora. -le cortó la palabra un joven con mucha educación. Vestía un uniforme con el mismo logo que el autobús que estaban esperando, lo que les hizo saber que era un funcionario de la empresa de transporte. -¿La señora viaja en este autobús?
-No joven. Ella es quien viaja. -dijo señalando a Lucía.
-Va a disculpar. Es que tenemos un pequeño retraso de una media hora. Le rogamos nos disculpe los inconvenientes.
-No hay problema. -dijo Teresa. -Aguardaremos.
-Nuevamente me disculpo con la señora. -dijo el joven y se dirigió a hablar con otro grupo de pasajeros más allá.
-Ven. -dijo Teresa, ya más repuesta. -Te invito a comer algo.
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Lúcida
ParanormalEscondido en una habitación secreta, en la vieja casa de sus abuelos, Jürgen encuentra los restos de su bisabuelo perdido durante la segunda guerra mundial. Junto al cuerpo sin vida se encuentra un antiguo libro de evidente importancia para su bisab...