Lucía despertó a la hora acostumbrada. Alargó su mano para alcanzar el despertador antes de que sonara y luego la grabadora que estaba a un lado, sobre la mesa de noche. Sin más demora, presionó el botón de grabar y acercó el aparato muy cerca de sus labios que empezaron a moverse produciendo un murmullo apenas perceptible. Mientras iba contando sus sucesivos sueños lúcidos de aquella noche, se levantó y buscó su toalla y sus ropas de trabajo. Sin dejar de murmurar al grabador, se dirigió sin pérdida de tiempo hacia las duchas. Al llegar al lugar, escuchó que ambas duchas de los extremos estaban ocupadas, señal clara que tendría que esperar. La ducha central estaba vacía, pero Lucía no la miró, como si no existiera. No quería meterse en problemas con Marcia, era lo mejor. De todas maneras la breve espera no le molestó, ya que todavía tenía mucho que contarle a su grabadora. En la mitad de su cuento, una de las duchas se abrió para dejar salir a una muchacha de su interior, dejándola libre para que Lucía pudiese entrar. Al salir, la muchacha no pudo evitar mostrar una cara de extrañeza al ver a Lucía con el grabador pegado en la boca. No dijo nada, pero Lucía estaba estaba segura que al irse a su cuarto, la muchacha iba pensando que ella estaba loca, o a pocos pasos de estarlo. Al principio, los rostros que miraba en su espera en el baño, o en el autobús cuando las historias de sus sueños eran muy extensas, la cohibían y hacían que apagara el aparato avergonzada por la imagen que mostraba. Pero con los días había logrado vencer ese temor a ser clasificada como loca. Después de todo, si las otras personas supiesen lo que ella estaba haciendo, de su cada vez mejor habilidad de controlar su mundo de los sueños, de los inmensos edificios que estaba construyendo, seguro que todos ellos la envidiarían y le pedirían que les enseñe. Ese sentimiento de superioridad le hizo tener la suficiente confianza de seguir grabando sus sueños delante de quien sea.
-o-
Ese día había transcurrido sin novedad en el trabajo. Llegó a la Universidad y se fue inmediatamente a su salón de clases. En la puerta del salón, vio un grupo de compañeros que se encontraban leyendo algún papel que se encontraba pegado sobre la puerta.
-¿Qué pasa? ¿Qué es eso? -le preguntó Lucía a una de sus compañeras que se retiraba, con rostro contento, del grupo que estaba frente a la puerta.
-El profesor no vendrá hoy. No hay clases. -le respondió y se fue apresurada a encontrarse con otro grupo de amigas que la esperaban más allá en el pasillo.
‘De haberlo sabido antes’, pensó Lucía al caminar hacia la puerta de salida de la Universidad, para dirigirse luego hacia la parada de autobús, ‘me habría ido directo a la pensión’, se lamentaba. Llegó a la parada y se puso a esperar la llegada del autobús. Con la suspensión de esa clase, tenía la noche libre para repasar sus materias y prepararse para los exámenes que se aproximaban, pensaba ella al sacar sus cuadernos de la mochila. A pesar de que sus ojos pasaban por sobre las palabras de sus cuadernos de notas, su mente no pudo evitar pensar que tenía la noche disponible para poder terminar de leer el libro que estaba en el apartamento de Luis Carlos, a pocos pasos de allí. El solo pensar eso le hizo traer a su memoria lo estresante que había sido la última vez que había ido allí. Cuando se quedó a dormir. Cuando llegó a su trabajo con sus ropas del día anterior, arrugadas. Por suerte João la vio antes que su jefa y le prestó un uniforme que tenía guardado y que, por suerte, era de su misma talla. “Es de Donatella,” le dijo él con una sonrisa que le decía que debía mantener ese préstamo en secreto. Recordó que Donatella era una muchacha que trabajaba allí, pero en el piso de arriba, y que tenía la fama de ser bastante alegre y amiga de las fiestas. Al parecer, ella tenía siempre ese vestido para las ocasiones en que esas fiestas se prolongaban hasta la mañana siguiente. Le agradeció a João y mentalmente a Donatella y se fue rápidamente a cambiar, antes de que la jefa la pudiese ver. En esa oportunidad se comprometió a que no volvería a pisar el apartamento de Luis Carlos, para no tener que volver a arriesgar su empleo de esa manera tan tonta e irresponsable.
‘Pero en esa oportunidad era muy tarde’, pensó ella cada vez más tentada en ir al apartamento. ‘Ahora tengo más de dos horas. No hay manera de que llegue tarde a la pensión’, se dijo para luego levantarse e ir rápidamente al apartamento de Luis Carlos. Cuando llegó, tocó la puerta por cortesía, por si todavía se encontrase su amigo allí. Pero el silencio le hizo saber que estaba completamente sola allí. Entró sin perder tiempo y se fue hacia la mesa donde todavía se encontraba el libro y la computadora portátil. Al avanzar hacia allí, pudo ver sobre la mesa de la cocina, el grabador de Luis Carlos a un lado de una lata vacía de refresco. ‘De seguro lo dejó al acabar de grabar sus últimos sueños de la tarde’, se dijo ella. ‘Con lo avanzado que está Luiscar, de seguro que deben ser sueños muy buenos’, se dijo al tomar el grabador de la mesa. Lo miró por un momento sin atreverse a encenderlo, pero sus dedos, de manera accidental, o quizá no, lo encendieron dejando ver en la pequeña pantalla que esa misma tarde, tal como lo había supuesto, Luis Carlos había realizado una grabación. Esta vez, conscientemente, apretó el botón de reproducción y se sentó a escuchar lo que le había sucedido al amigo en su mundo de los sueños aquella misma tarde.
“Aparezco en mi cuarto. En mi mansión. Me levanto de la cama y me dirijo a la puerta de mi vestidor donde escojo la ropa que voy a utilizar ese día. Es un traje gris obscuro diseñado por Versace. Lo combino con una camisa perla de Valentino y unos zapatos negros de Prada. Me miro ante el espejo y me veo muy elegante. Salgo de mi habitación y allí me está esperando Gisele Bündchen para salir a pasear en mi helicóptero que nos está esperando en mi helipuerto. Ella me da un beso y caminamos hacia el ascensor hasta la parte superior de mi mansión. Salimos del ascensor y caminamos hacia el helicóptero que se encuentra estacionado frente a nosotros. Subimos al helicóptero y lo enciendo. Nos elevamos sobre la mansión y luego ascendemos para avanzar sobre la ciudad, hacia la costa. La ciudad se ve muy pequeña desde las alturas. Noto que hay poco tráfico y me concentro para crear algunos automóviles para que haya algo más de movimiento. Debo ir agregando más automóviles durante los próximos sueños. No debo olvidarlo. La verdad es que es bastante trabajo el crear una ciudad como esta. Estoy seguro que nadie lo ha logrado a este nivel. Debo ser el mejor creador de mundos de sueños del mundo. Finalmente llegamos a la costa y nos adentramos navegando sobre el mar. Al fondo logro ver mi barco esperando por nosotros. A los pocos minutos estoy sobrevolando sobre él y hago las maniobras para descender sobre el helipuerto que hay a un lado del barco. Alrededor del lugar está el capitán y algunos oficiales que nos dan la bienvenida. Bajamos con Gisele y nos dirigimos al salón de fiesta donde nos esperan todos nuestros amigos quienes nos saludan al llegar. Estamos con Gisele un rato bailando entre ellos y pasando un buen momento. Gisele me hace señas que la siga afuera y me señala la piscina. Le doy un beso y vamos a los cambiadores que hay a un lado de la piscina. Me saco mi traje elegante y me pongo un bonito traje de baño y salgo a la piscina. El sol está brillando en el cielo sin ninguna nube que manche el cielo azul. Gisele sale del cambiador con un hilo dental que la hace ver hermosísima, con un cuerpo perfecto. Ella se recuesta sobre su toalla a tomar el sol. Me llama para que le ponga su bronceador y empiezo a acariciarla por todos lados, por su espalda, por sus piernas, sus nalgas. Ella da la vuelta y se suelta la parte superior del bikini y deja visible sus pechos, los que empiezo a acariciar inmediatamente para luego empezar a lamer sus firmes pezones. Bajo mi mano y le empiezo a acariciar su entrepierna. Finalmente decido arriesgarme. Me saco el traje de baño y entro dentro de ella. Finalmente siento un estremecimiento de su cuerpo y sus uñas apretándome la espalda, lo que me da a entender que ha tenido un orgasmo. A los pocos segundos la sigo yo, vaciándome dentro de ella en otro orgasmo intenso. Nos quedamos abrazados mirando el cielo azul. En ese momento me doy cuenta que sigo en el sueño. No me desperté como las otras veces. Sabía que podía lograrlo. Soy el mejor maestro de sueños que hay en el mundo. Nadie lo podrá creer. Puedo tener relaciones sexuales en sueños sin despertar. Eso ni Lucía lo podrá hacer nunca. Ella …”
Lucía apagó el aparato de grabación asombrada por lo que acababa de escuchar. ‘Luiscar está loco’, se dijo al momento que regresaba el aparato al mismo lugar donde lo había encontrado. ‘Totalmente loco’, siguió diciendo ya bajando por el ascensor.
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Lúcida
ParanormalEscondido en una habitación secreta, en la vieja casa de sus abuelos, Jürgen encuentra los restos de su bisabuelo perdido durante la segunda guerra mundial. Junto al cuerpo sin vida se encuentra un antiguo libro de evidente importancia para su bisab...