Capítulo 53

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Salgo de mi habitación en el albergue y avanzo hacia los baños con mi toalla y mi ropa de trabajo en las manos. En el camino me encuentro con algunas de las chicas que, al igual que yo, se están alistando para un día de trabajo. Llegó a los baños y veo que las dos duchas de los lados están ocupadas. Lo sé porque hay chicas que están esperando al lado de cada una de las puertas, esperando que se liberen para poder luego entrar ellas. El baño del medio, el de Marcia, está libre como de costumbre. Pero esta vez será diferente. Esta vez no voy a esperar por las otras duchas. Voy a utilizar la ducha del medio. Sin más espera entro en la ducha y cierro la puerta. No necesito ver la cara de las chicas para saber que ellas, allí afuera, tienen un rostro de asombro e incredulidad por mi osadía. Me desvisto y abro la ducha para empezar a bañarme. Estoy nerviosa por lo que sé que pronto sucederá. Eso hace que no esté muy concentrada en enjabonarme y solo dejé que el agua tibia acaricie mi piel. Escucho un ruido afuera de la ducha que me hace saber que pronto escucharé el golpe en la puerta. Efectivamente. Los golpes no se hacen esperar. Como tampoco la agresiva voz de Marcia que me amenaza con violencia y me exige que salga de inmediato de su ducha. Mis pulsaciones se disparan al cielo, al igual que mis nervios y mi sensación de terror. Pero me obligo a quedarme allí, tratando de que el agua me tranquilice lo suficiente para poder enfrentarla. Esta vez es diferente. Esta vez ella no me vencerá. Por fin logró volver a la tranquilidad, a pesar de los golpes permanentes en la puerta, y de los feroces gritos de Marcia. Cierro la ducha y me visto con calma, ignorando las múltiples amenazas que escucho detrás de la puerta .Ya estoy vestida y me enfrento a la puerta ante mí. Sé que tras que la abra, no podré evitar la confrontación con ella. Pero estoy decidida. Esto lo he planificado toda la semana y no puedo dar marcha atrás. Aunque sí puedo. Lo único que tengo que hacer es utilizar el cuchillo que tengo envuelto en la toalla. Solo debo hundirlo en mi cuerpo para despertar y evitar esta confrontación. Pero no. Esta vez no lo haré. Esta vez resistiré al miedo. Esta vez no seré como ayer que me dejé vencer por el terror sin siquiera haberme atrevido a abrir la puerta. No. Mil veces no. Debo vencer mi miedo. Ella no me vencerá en mi propio sueño. Me lleno de resolución y abro finalmente la puerta. Allí está ella. La imagen del terror personificada. Me empuja hacia adentro de la ducha. Casi caigo, pero logro agarrarme de ella para recuperar el equilibrio. Dirijo mi mirada hacia el bulto de la toalla, hacia el cuchillo que me podría liberar de esta situación. Pero no. Debo vencerle aquí mismo y no huir como las otras veces. Como siempre en mi vida. La tomo con fuerza y logro empujarla hacia afuera de la ducha. Salgo tras ellas y logro ver a todas las chicas de la pensión que están afuera, haciendo un ruedo alrededor nuestro. Nadie se mete. La cosa es entre ella y yo. Ella, enfurecida por mi respuesta, se abalanza contra mí y trata de agarrarme los cabellos. Pero yo me le adelanto y le tomo las manos y lucho para impedir que logre alcanzarlos. En el forcejeo pierdo el equilibrio y caigo pero sin soltarle los brazos, haciendo que ella caiga conmigo. Un fuerte dolor en el rostro me hace notar que ella está hundiendo sus uñas en mis mejillas. Siento sangre que me corre por la cara, y un ardor en las heridas abiertas. El dolor es intenso y pienso en el cuchillo que me podría liberar de ese dolor, pero estoy muy lejos para alcanzarlo. Hago un esfuerzo y logro liberar mi rostro de sus manos y, con un fuerte impulso, alcanzo a darle un fuerte cabezazo en su nariz. Escucho el crujido que me hace saber que le he roto su tabique, seguido de un fuerte grito de dolor y el movimiento de sus manos para tomarse su nariz sangrante. Eso me da tiempo para levantarme y ponerme en guardia para repeler otro ataque. Ella se levanta y me mira con un intenso odio. Saca un cuchillo de algún lado de su cuerpo y se viene contra mí. Por un momento pienso que esa es la mejor manera de terminar este sueño, o mejor dicho pesadilla. Pero no. Debo resistir esta vez. Me le enfrento y logro esquivar ese golpe. Ella retrocede y vuelve a medir la distancia y me ataca de nuevo. Solo siento un ardor en la cara y en el brazo. Lo suficiente para darme cuenta de que me ha alcanzado cortar, aunque levemente. Pero ese dolor y desconcierto es aprovechado por ella para embestir de nuevo. Por mi posición y la forma de atacarme, sé que es imposible que logre escapar a ese golpe en mi abdomen. No. No moriré esta vez. Pero la única forma que tengo de detener ese golpe es algo que proteja mi abdomen. En ese momento pienso en un chaleco como los que utiliza la policía. Sin tiempo que perder me concentro en crear esa protección justo antes de que ella logre alcanzar mi cuerpo protegido. El cuchillo cae de sus manos al golpear el duro obstáculo inesperado que impidió mi muerte. Eso la asombra y la deja momentáneamente paralizada. Eso me da la oportunidad de correr hacia mi cuarto, para cobijarme en su interior y esperar a que el despertador me saque de esta pesadilla. Pero Marcia también tiene sus armas secretas, armas provistas por mi propio subconsciente y mi terror. Escucho una fuerte detonación a mis espaldas. La detonación de una pistola que hace soltar astillas a la puerta delante de mí, provocada por la bala atravesando su superficie. Esto me hace cambiar de opinión y desvío mi camino, esta vez hacia la puerta de salida de la pensión. Otra detonación seguida por un fuerte golpe en mi espalda me hacen caer de bruces contra el piso. Me ha logrado un disparo, pero gracias al chaleco antibalas, esta no hizo más darme un fuerte y dolorido golpe. Me levanto venciendo mi dolor, y logro continuar de apenas mi camino hacia la calle. Escucho otro disparo más, pero esta vez no siento el golpe. Ha fallado. Logro alcanzar la salida pero al encontrarme en el exterior me doy cuenta que allí se acaba el mundo. No es como la extensa ciudad creada por Luiscar. Mi mundo solo consiste en la Pensión. Eso me hace dar cuenta de lo poco ambiciosa que soy. De lo mediocre y conformista que siempre he sido. Lusicar tiene razón cuando dice que pienso en pequeño, que nunca lograré crecer. Porque incluso mi mundo interior es pequeño, estrecho, mínimo. Pero no tengo tiempo para corregir este defecto. No en este momento. Debo regresar adentro a enfrentarme con ella. Me concentro y creo una pistola para estar en iguales condiciones. Pero este es mi sueño. Yo mando aquí. No puede ser que piense de una manera tan conformista. Hago desaparecer la pistola y me imagino cubierta con un uniforme policial de los que ingresan en las favelas, todo cubierto y protegido. Con casco y una escopeta de repetición en las manos. Para qué irse con simplezas si puedo crear lo que me de la gana. Por un momento se me ocurre crear un tanque de guerra para enfrentarla, pero la sola imagen me hace reír y me digo que ella no merece tanto esfuerzo. Con el uniforme policial es más que suficiente. Veo llegar a Marcia con la pistola en la mano. Le apunto con mi escopeta y le disparo sin más demora. Ella salta hacia atrás manchada en sangre. Cae inerte sobre el piso. En ese momento me doy cuenta de lo simple que ha sido eliminarla. Toda esa semana en las que ella me había asesinado o que yo misma me había suicidado, obligándome a despertar aterrorizada a mitad de la noche. Todo había sido simplemente fruto de mi tonto miedo. La solución era tan simple que me da vergüenza el pensarlo. Pero ahora que había logrado vencer mi miedo. Ahora que Marcia ya no me daba miedo, al menos en el mundo de los sueños, me parece tan tonto y gracioso que ya no siento el interés de volver a recrear este sueño. Aunque hay algo que he aprendido en este sueño, y es que debo salir del albergue. Crear un mundo allá afuera lo más grande posible. Debo pensar en grande, como Luiscar.

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