Capítulo 46

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-¿Sabes algo de Luiscar? -preguntó preocupada Lucía a los muchachos con quienes lo había visto conversar en la Universidad. Se notaba que eran muchachos muy adinerados, nada que ver con ella que apenas tenía para pagar su albergue estudiantil. Y no era que ellos no quisieran hablar con ella por esa diferencia que tenían, sino que ella no se atrevía a vencer esa barrera que los separaba. Pero también había otra cosa que la frenaba, y era que no podía evitar imaginar que su padre aparecería detrás suyo en cualquier momento para golpearla por hablar con un hombre y gritarle que era una cualquiera. Lo raro era que eso no sentía con Luis Carlos. Quizá porque él era quien siempre se había acercado, y quizá porque era bastante feo y por eso no presentaba una amenaza. Pero su preocupación había crecido a tal punto que la obligó a enfrentar su temor y a sus compañeros para averiguar el paradero de su amigo.

-No. Si siempre está contigo. Tú deberías saberlo. -era la respuesta más común que recibía.

-¿Has intentado hablarle por teléfono? -era otro tipo de respuesta, la cual no aportaba ninguna información adicional porque Lucía sí había intentado hablar con él en reiteradas ocasiones, sin recibir ningún tipo de contestación a sus llamadas.

-¿Por qué no vas a su departamento? Allí seguro que saben. -fue la respuesta más acertada que recibió, pero ella no conocía la dirección de su departamento y no sabía cómo poder averiguarlo. Y sobre todo, no se animaba a hacerse presente, sin ninguna excusa razonable, en la puerta de su departamento para preguntar por él.

Pero, a medida que los días se iban sucediendo, su preocupación iba igualmente en aumento. Tanto así que el resto de sus compañeros la miraban con mucha consideración como si ella hubiese perdido algún familiar cercano.

-Lucía, tengo que contarte algo. -dijo Luis Carlos al verla llegar a la Universidad.

-¡Luiscar! -respondió ella con mucha alegría al verlo parado allí, como si nada hubiese pasado. -Te odio. ¿Por qué no venías? Por lo menos debiste llamarme. Avisarme que estabas bien. Estaba preocupada por tí. Casi llamo a la policía.

-Qué exagerada eres. Si solo falté una semana.

-¿Una semana? ¿Estás loco? No has venido a clase durante casi tres semanas.

-¿Tres semanas? No puede ser. No me pareció tanto.

-Sí. Por eso es que creí que algo te había sucedido.

-Pero ya ves que no me pasó nada. Ni que fueras mi madre para preocuparte tanto.

-En serio. No lo vuelvas a hacer. No te vaya sin avisar.

-Está bien. Disculpa. Te prometo que te aviso si algo me pasa. Pero déjame que te cuente el por qué no he podido venir a clase últimamente. Ya verás lo que he logrado en tan poco tiempo. No me lo vas a creer. Ven, te invito a tomar un café. Así te cuento todo.

-Pero tenemos clase. Yo todavía estudio en esta Universidad. No sé tú.

-Sí. También yo. Si me dejas que te cuente lo que he logrado, verás que bien vale la pena perder una clase. De todas maneras es muy facil la Universidad y en muy poco tiempo me pongo al dia.

-Mejor apúrate, que está por empezar la clase. Me lo cuentas a la salida.

-Siempre responsable. Así es mi amiga Lucía.

-o-

-Esa clase fue demasiado fácil y aburrida. Me arrepiento haberme quedado. Y cuando te empiece a contar, tú también te arrepentiras. -dijo Luis Carlos con las manos sobre su volante a la salida del estacionamiento de la Universidad.

-Es que tú no tienes necesidad de estudiar. -le dijo ella molesta, pero prefirió no seguir hablando. Era inútil tratar de razonar con él.

-Mejor te comento lo que he logrado hasta ahora en mis sueños. Cuando te cuente, no me lo vas a creer. He logrado construir una pequeña ciudad, con casas, edificios, incluso habitantes. No muchos, cuesta muchísimo crear personas, pero sí he creado algunos. La ciudad debe tener como unas veinte cuadras de lado. -dijo él con mucho orgullo por sus logros.

-Pero, ¿para qué quieres crear una ciudad? Me parece una pérdida de tiempo.

-No creas. Es buenisimo. Es como crear tu propio mundo, a tu gusto y medida. No tienes limites para crear cosas. Por ejemplo, he creado un café que está flotando a varios metros sobre el piso. Hay, en la plaza, una fuente de agua en la que el agua sube en lugar de caer. Creo que yo sería un excelente arquitecto.

Luis Carlos se ponía cada vez más emocionado a medida que iba describiendo las grandes obras arquitectónicas que había creado en su pequeña ciudad. Y esta ciudad era tan fantástica, que no se dieron cuenta del tiempo que había pasado hasta que llegaron a la pensión.

-Es una experiencia muy gratificante y creativa. Ya lo verás cuando tú también hagas lo mismo. -dijo para Luis Carlos para concluir su descripción.

-Pero. ¿Para qué pierdes tanto tiempo en crear un mundo de mentira? Eso es lo que no entiendo.

-Es lo que indica el libro. Que debes crear la mayor cantidad de objetos y personas. Lo que pasa es que a mí me gusta hacer las cosas bien. No me conformo con pocas cosas. Deberías hacerlo. Te lo recomiendo. De verdad.

-No sé. La vez que te hice caso, cuando cree una copia del albergue, no me fue muy bien.

-Esta bien. Quiza no fue muy buena idea meter a Marcia dentro de tu sueño, con el miedo que le tienes. Pero podrías intentar hacer otro lugar, pero sin ella.

-Sí. Puede ser. De todas maneras me parece que no deberías faltar tanto a clase.

-Está bien. Te prometo que no faltaré más. Aunque la verdad es que no es muy difícil lo que estamos avanzando.

-Entonces, nos vemos mañana. -dijo ella y se bajó del automóvil para ingresar al albergue estudiantil.

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