Capítulo 5

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Jürgen despertó con el recuerdo vívido de su sueño. Buscó su teléfono para saber la hora. 'Qué bruto. Está sin batería', se dijo al recordar que el aparato se había quedado sin energía la noche anterior. Aguzó sus oídos para tratar de capturar cualquier sonido que provenga del exterior. Nada. 'Debe ser todavía muy temprano', se dijo e intentó recordar el sueño. A pesar de que tenía la seguridad de que, pocos segundos atrás, se acordaba perfectamente de todo lo sucedido durante el sueño, ahora que intentaba atrapar algún recuerdo, estos se escurrían como arena entre sus dedos. Solo logró recordar que había soñado con su bisabuelo, quien le había saludado y agradecido por haber venido a rescatarlo. '¿Rescatar de qué? ¿De quién? ¿De los nazis?', pensaba insistentemente tratando de recordar cómo es que había rescatado a su bisabuelo. Nada. Ya era tarde. Todos los recuerdos habían logrado escapar. Solo pudo quedarse con ese único ejemplar que le retumbaba en la cabeza: 'Gracias por haber venido a rescatarme'.

Jürgen se sentó a esperar. Fue ahí que se dio cuenta que había estado recostado sobre el piso. No recordaba en qué momento de la noche se había animado a echarse a dormir afuera del ropero. Pero era evidente que lo había hecho. Una vez sentado se quedó esperando, ya totalmente descansado, que el ruido de su hermana saliendo del cuarto para ir al baño, le indicara que ya podía salir hacia el mundo exterior, hacia su libertad. Su espera no fue larga, porque algunos minutos después escuchó algunos pasos afuera que le revelaron que ya Gisele estaba despierta y preparando para irse a bañar. Jürgen se paró y, dominando su impaciencia, se quedó atento al lado de la abertura hacia el ropero. Pocos minutos después escuchó el sonido de la puerta del cuarto cerrarse. 'Ya era hora que vayas. Esta mujer demora siempre más de la cuenta’, se dijo molesto por la tardanza. ‘Pero no importa. Por fin puedo salir', pensó y abrió de un solo empujón la puerta. La intensidad de la luz del cuarto iluminado le hirió los ojos. Los cerró casi totalmente, dejando solo una rendija en sus párpados que le permitirán pasar solo un poco de luz, la necesaria para poder ver lo que había a su alrededor. Al avanzar se tropezó con un objeto en el piso. 'La linterna', se dijo y rápidamente se agachó para tomarla. 'Me olvidé de la linterna', siguió diciendo él aliviado que su hermana no la haya encontrado antes que él. Con la linterna en la mano se dio cuenta que 'ahora sí puedo saber lo que hay allí dentro. Mejor me apuro antes de que mi madre me vaya a despertar para ir a visitar a no sé qué aburrido museo o pariente lejano', se dijo y se dio la vuelta hacia adentro del ropero y volvió a cerrar la puerta tras suyo. Con la linterna encendida y con la seguridad que le daba el poder ver lo que estaba frente a sus ojos, avanzó por el cuarto apuntando el haz de luz en todas direcciones, obteniendo una vista rápida de las disposiciones de los muebles y los objetos apoyados en las paredes.

La habitación era un poco más amplia que el cuarto de Gisele, con un único punto de ingreso, que era la puerta del ropero. ‘Qué asombroso’, se dijo él quien, a pesara de haber pasado la noche en esa habitación, pensaba que ‘nunca me hubiese imaginado que había un cuarto secreto en esta casa’. Las marcas de pintura y de algunas grietas producto de los años, mostraban que originalmente esta era una habitación normal, con una puerta de ingreso que había sido tapiada. También se veía claramente que la puerta hacia el ropero había sido abierta provisionalmente, como para tener un cuarto secreto no planeado en el diseño original de la casa. Algunos cuadros viejos colgaban en las paredes. Su curiosidad le hizo avanzar hacia ellos, para luego dirigir el haz de luz de la linterna hacia sus imágenes. Ya de cerca pudo apreciar la muy buena calidad de estas obras de arte que adornaba la habitación. Una pequeña biblioteca se encontraba a un lado del cuarto, en el cual se podían apreciar muchos libros acomodados en los estantes. Un cómodo sillón se ubicaba a un lado de la biblioteca, como invitando a la lectura. Un escritorio se encontraba al fondo del cuarto y sobre su mesa se podían ver algunos libros ordenados a un lado y también se podía ver a otro que había permanecido abierto durante todos esos años. Jürgen sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, pero el asombro y la curiosidad pudo más que su miedo. Avanzó lentamente y con la linterna firmemente apretada en sus mano, llegó finalmente al escritorio donde buscó con el haz de luz, cualquier cosa que mostrase algo de valor o que llamase notoriamente la atención. Dio un paso más y, casi apoyado sobre el borde del escritorio, dirigió la linterna detrás de él. Un extraño bulto se encontraba a un lado de una silla tirada en el piso, lo que obligó a Jürgen a rodear el escritorio y acercarse al extraño objeto por un lado. Sentía un algo en el estómago que ponía en alerta todos sus sentidos. A pesar del mal presentimiento, se obligó a avanzar un paso más hacia el extraño bulto. Dirigió su linterna en los alrededores buscando algún palo o barra para moverlo. ‘Qué porra, no hay nada’, pensó cuando no pudo encontrar algo útil a su alrededor. ‘Porra, no tengo más opción que empujarlo con el pie’, se dijo resignado y movió levemente el bulto que se desmoronó al mínimo contacto. Un cráneo, apenas sujeto al resto del cuerpo, rodó hacia él, cual pelota de fútbol pasada suavemente por un compañero. Este retrocedió impulsivamente y se tropezó con la pared en sus espaldas haciendo que la linterna caiga de sus manos. El fuerte golpe que dio la linterna, barata y de mala calidad, contra la alfombra hizo que este se desarmara, dejando la habitación en absoluta obscuridad. Jürgen, enceguecido por la súbita obscuridad que lo rodeó, se agachó rápidamente e intentó ubicar con las manos las partes de la linterna para poder rearmarla y recuperar la luz. En su intento de encontrar las piezas de la linterna, estiró su mano por todo su alrededor hasta que, involuntariamente, sus manos agarraron un zapato. El solo contacto con esa parte del cuerpo que yacía a pocos centímetros de él, hizo que Jürgen corra, desesperadamente hacia el lugar donde recordaba se encontraba el pase hacia ropero, lejos de ese cuerpo sin vida. Quizá los nervios, o algún pliegue en la alfombra, hizo que tropezase y diese con todo su cuerpo hasta el suelo, generando un ruidoso golpe que retumbó en la sala y se escuchó en el cuarto vecino. Al miedo surgido por el cuerpo sin vida que descansaba al fondo de la habitación, se le sumó el miedo de ser escuchado por Gisele en el cuarto de al lado. Esta doble fuente de terror lo paralizó justo en la puerta de ingreso del cuarto secreto. Solo segundos después pudo Jürgen descongelar sus neuronas para que le ayuden a escoger entre el menor de los males. El sonido de unos pasos al lado le hicieron saber, sin la menor duda, que su hermana había escuchado claramente el golpe que acababa de sufrir. Se podía escuchar cómo ella avanzaba de un lado a otro de la habitación, desesperada por averiguar de dónde había provenido ese fuerte sonido. Incluso Jürgen pudo imaginar el rostro asustado de su hermana, imaginando la presencia de almas en pena caminado por su habitación. Él, ya un poco libre de tensión, se obligó a avanzar lentamente hacia el lugar donde había dejado caer la linterna. 'Los muertos no se levantan', se repetía una y otra vez mientras avanzaba lentamente hacia el fondo del cuarto. El sonido del golpe dado por su pie a unos objetos plásticos en el piso, le hizo saber que había llegado hasta los restos de la linterna. Se agachó y levantó una a una las piezas y las empezó a armar. La luz se volvió a hacer y pudo ver, muy a su pesar, nuevamente el cuerpo inerte a un lado del escritorio. ´Es el bisabuelo perdido´, se dijo Jürgen en voz alta cuando de su subconsciente emergió esa certeza. Esta simple sentencia hizo que el esqueleto que antes le inspiraba terror, ahora lo viese con unos nuevos ojos. Apuntó su linterna hacia el cuerpo sin vida e intentó adivinar la causa de la muerte. No había muchas pistas visibles que sugirieran algún motivo evidente. ‘¿Y si muevo el cuerpo para verlo mejor? No mejor ni lo toco. No vaya a ser que dañe algo y después que me regañen. Con lo afortunado que soy, que siempre consigo manera de echar a perder las cosas. Mejor dejo que otras personas más especializadas lo analicen’, pensó desechando su intención de tocarlo, pero trayendo a su consciencia una revelación inevitable. ‘Debo avisar a mis padres. No puedo dejarlo aquí’, se dijo nerviosamente al tiempo que iluminaba el resto de la habitación como buscando qué podría haber dañado en su corta estadía en el lugar. ‘Todo está en su sitio’, se dijo ya tranquilo y conforme luego de la inspección realizada. ‘Debo avisarles que encontré al bisabuelo’, seguía pensando, ‘pero, ¿cómo se los digo? ¿Cómo les cuento cómo descubrí este lugar sin que me regañen por meterme en el cuarto de Gisele? No sé por qué ella no deja de meterse en mi vida’, se decía preocupado por la escena que seguro tendría que suceder al salir de ese cuarto que pronto dejaría de ser secreto. ‘Pero yo lo encontré, y no ella. Y eso que estaba en su cuarto. Se va a morir de la rabia. Quiero ver su cara cuando me agradezcan por el descubrimiento del bisabuelo. Cuando sepan que fui yo y no la geniecito de Gisele quien lo hizo. Lo único malo de todo esto, es que no hay ningún tesoro’, se decía lamentando el tener que desechar tantas ideas fantásticas que había soñado antes de entrar a ese lugar. Pero de todas maneras, satisfecho y orgulloso por su descubrimiento, empezó a dirigir su linterna por todos lados, como tratando de capturar en esos pocos minutos de intimidad que le quedaba, todo su contenido. ‘Esta es la última oportunidad que tengo de conocer lo que hay aquí dentro, antes de que mi padre y mi abuela entren. Y sobre todo Gisele que seguro que empezará a hacer comentarios estúpidos con aires de intelectual insoportable. No puede ser que ella tenga que entrar, y sobre todo que esto esté en su cuarto’, seguía pensando él mientras seguía buscando con la linterna cualquier cosa interesante antes que ellos lo viesen. En su búsqueda, dirigió su haz de luz hacia lo que se encontraba sobre el escritorio, que era claramente lo último que había visto en vida su bisabuelo. Ya antes había visto la serie de libros que se encontraban ordenados a un lado de la mesa del escritorio, pero su interés se centró en el libro que se encontraba abierto, y con algunas anotaciones manuscritas en sus páginas. A pesar de su aversión a tocar las cosas que se encontraban en la escena del crimen, no pudo evitar tomar el libro e intentar leer su contenido. 'Está en alemán', se dijo con clara decepción. Pero, ‘hay algo en ese libro. No sé. Algo muy importante para el bisabuelo. Seguro es algo secreto que tenía que ser protegido. No por nada construyó este cuarto secreto. Qué rabia el no saber alemán. Qué dirá este libro. Seguro están escritas las últimas confidencias, los secretos máximos del bisabuelo y de ese grupo secreto al que pertenecía. No, este libro es un tesoro. Es mi tesoro. Nadie más tendría que saber sobre su existencia’, pensó con firme resolución y sin más tiempo qué perder, guardó el libro entre sus ropas y, con mucha decisión, se dirigió hacia la puerta del ropero. No le importó el grito que dio su hermana al verlo surgir, sin previo aviso, de la puerta de su propio ropero. Él ni siquiera se tomó el tiempo de detenerse y darle explicaciones del por qué se encontraba escondido en el ropero de su habitación. Avanzó a paso firme hacia el cuarto de sus padres, dejando atrás los alaridos de su histérica hermana. El repentino silencio en los gritos le hizo sospechar que ella ya había encontrado el pasaje al cuarto secreto.

La semana que siguió fue muy movida. Tuvieron que postergar su viaje de regreso para poder realizar el levantamiento legal del cuerpo de su bisabuelo. Tal como lo habían sospechado, este sí era su bisabuelo perdido durante la segunda guerra mundial. Otra tarea morosa fue el hacer un recuento de los libros, los cuadros y los muebles que se encontraban en la habitación. Un contratista se encargó de volver a abrir la puerta que había sido tapiada y que había mantenido oculto durante tantos años ese lugar. Todos los muebles, libros y cuadros permanecieron en allí mismo, siguiendo la voluntad de su propietario original. Solo una cosa había sido retirada de allí, pero eso, solo Jürgen lo sabía.

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