Capítulo 47

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-Pero, ¿dónde me estás llevando? -preguntó Lucía con un tono entre curiosidad y preocupación ante la extraña actitud de su amigo.

-No te preocupes que no es muy lejos. -respondió Luis Carlos tratando de tranquilizar a la amiga. -En muy poco tiempo estaremos de vuelta para la clase.

-Entonces, ¿no iremos en tu automóvil? -le preguntó al ver que su amigo salía caminando a pié del edificio de la Universidad, cosa que nunca hacía sin su lujoso automóvil.

-Como te dije, no es muy lejos donde iremos. -le respondió sin aminorar la marcha que se prolongó, esta vez silenciosamente, hasta el ingreso de un edificio muy cerca de la Universidad.

Por el tipo de personas que caminaban por los pasillos, pudo deducir que se trataba de un edificio de departamentos en alquiler para los estudiantes de la Universidad. Era más o menos como el albergue donde ella vivía, pero para personas con mucho más dinero que ella.

-Y verás. Tranquila. -le respondió Luis Carlos al dirigirse al ascensor y apretar el botón para subir.

-¿A quién estamos yendo a visitar?

-No te preocupes. No estamos yendo a visitar a nadie. -siguió diciendo él sin dar más información, lo que hacía que Lucía estuviese cada vez más intrigada por el secretismo del amigo.

El ascensor abrió su puerta, y sin pronunciar palabra, Luis Carlos ingresó seguido de Lucía. Presionó el botón del piso octavo y esperó que la puerta se cerrase y el ascensor empezara a subir hasta su destino. Una vez en el piso ocho, la puerta volvió a abrirse y Luis Carlos salió con el mismo silencio con el que había guardado durante los pocos segundos que duró el viaje.

-Es por aquí. -dijo Luis Carlos y sacó sus llaves del bolsillo y la metió en la cerradura.

La puerta se abrió y Luis Carlos se apartó a un lado para que ella pudiese ingresar al apartamento.

-¿Y quién vive aquí? -dijo ella ya adentro mientras miraba con curiosidad la pequeña sala de recepción como esperando que alguien apareciera.

-Yo. -le respondió Luis Carlos con toda tranquilidad, al cerrar la puerta tras de sí.

-¿Tú? -le preguntó ella con incredulidad. -Pensé que vivías en otro lado, no tan cerca de la Universidad.

-Sí. Pero el otro apartamento es de mi padre. -le respondió con toda naturalidad y se dirigió hacia la pequeña cocina de donde regresó con dos latas de refresco.

-Pero es lo mismo. Es como si fuese tuyo. Sigo sin entender por qué quieres dos apartamentos. -preguntó ella sorbiendo inquisitivamente su lata de refresco. -Y ellos ni siquiera viven allí. Según me dijiste, viven en Florianópolis.

-Ese es el problema, casualmente.

-¿Que viven en Florianópolis?

-No. Que mi padre viene muy seguido a São Paulo y se aloja allí. Es que tiene muchos negocios aquí, y por eso viaja mucho.

-¿Pero eso qué tiene de malo?

-Que necesito mucha tranquilidad y tiempo para practicar en el mundo de los sueño, y cuando ellos vienen, simplemente no puedo hacerlo. Y el problema es que vienen sin avisar y, como te dije, muy seguido. ¿Ahora lo entiendes? -siguió hablando ya cómodamente sentado en un sillón de su salita. -Este es el lugar donde vengo a practicar los sueños lúcidos. Me cansé de dar excusas a mi padre de por qué dormía tanto, y preferí alquilarme este lugar. Así puedo practicar libremente. Y es por eso que he logrado avanzar tanto. ¿O cómo piensas que pude hacerlo?

-Pero, ¿alquilar un departamento para nada más? ¿Estás loco? -dijo ella incrédula por lo que estaba escuchando. -Esto debe costar mucho dinero.

-En realidad no cuesta mucho. -respondió él a la defensiva. -Y me sirve para poder practicar y ser cada vez mejor en el dominio de mis sueños.

-Pero, ¿y la Universidad? No puedes vivir soñando todo el tiempo. Debes vivir en el mundo real. Si no estudias, te vas a aplazar. Y el mundo de los sueños no te va a ayudar en nada.

-La Universidad no me preocupa. Es muy fácil y puedo ponerme al día cuando quiera. Además esto no es lo que estás pensando. Esto es solo temporal. Hasta lograr ser experto en el mundo de los sueños. Hasta que termine de construir mi ciudad y listo. Ya verás lo bien que me irá en los exámenes y además seré experto en los dos mundos. -esto último lo dijo en su típico tono de superioridad que tanto irritaba a Lucía y a todas las personas que lo conocían.

-Y ¿qué haces? ¿Estás aquí todo el día?

-Así es. En lugar de ir a la Universidad, me vengo aquí para ir a mi ciudad.

-Querrás decir para dormir.

-Sí. Para dormir.

-Pero es imposible dormir tanto. Por más cansado que estés.

-No si utilizas estas. -dijo él mostrando una caja de tabletas que sacó de su bolsillo.

-¿Qué es eso? ¿Pastillas para dormir?

-Sí. Y son muy buenas. Me dejan durmiendo casi cuatro horas. A veces tomo dos pastillas y logro dormir ocho horas. Pero me deja atontado para manejar otra vez a la casa. Por eso prefiero tomar una.

-Tomar pastillas, alquilar un departamento. Definitivamente estás loco.

-¿Loco? -le respondió él molesto por el comentario. -¿Con todo lo que he avanzado? Ya te darás cuenta cuando llegues a mi nivel. Por eso es que te doy esta llave. Así podrás venir cuando quieras practicar.

-¿Yo? -respondió extrañada Lucía quien no pudo evitar tomar la llave que le ofrecía su compañero. -ni loca vendré por aquí.

-De todas maneras, está a tu disposición. Ya sabes cómo llegar. Pero mejor nos vamos de una vez. Sino llegaremos tarde a clase. -dijo él y avanzó silenciosamente hasta la puerta y de allí a la Universidad, con Lucía pensativa a sus espaldas.

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