Capítulo 29

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El autobús llegó puntualmente a la parada en la que Lucía tenía que bajarse. Descendió junto con un buen número de pasajeros en una de las zonas comerciales más transitadas de São Paulo. Avanzó junto con la corriente humana que la llevó como en un río hasta la puerta del centro comercial donde trabajaba. Como todavía no era hora de atención al público, las puertas de la tiendas y los centros comerciales permanecían todavía cerradas. Lucía se salió de la corriente humana y se dirigió hacia una pequeña puerta que se encontraba a un lado del centro comercial.

-Buen día Lucía. -le dijo un señor mayor, moreno, con crespos cabellos negros que ya empezaban a mostrar su transición a una blanca cabellera y vestido con un uniforme de vigilante que se encontraba apostado a un lado de la puerta.

-Buen día señor João. -le respondió ella con afecto, pero sin detenerse a continuar la conversación.

Lucía siguió su camino hasta los cambiadores, donde se encontró con un grupo de muchachas que se estaban dando los últimos toques de maquillaje frente al amplio espejo del tocador que había en una de las paredes del lugar.

-¿Cómo va todo? -le preguntó a modo de saludo una de las muchachas frente al espejo.

-Todo bien. -respondió Lucía y dejó su bolso sobre el mesón del tocador para unirse al grupo de chicas que se continuaban arreglando y maquillando.

-Espero que la bruja no esté de mal humor hoy. -dijo una de ellas, sin dirigir el comentario a alguien en particular.

-Sí. Es verdad. -continuó el comentario otra de las muchachas. -Ayer estuvo verdaderamente insoportable.

-Las dejo chicas. -dijo una de ellas y se dirigió a la puerta de salida.

-Que tengas un buen día. -le respondieron el resto de muchachas que continuaron acomodándose frente al espejo.

Cuando Lucía estuvo satisfecha con lo que veía frente al espejo, se despidió del resto de muchachas que continuaron compartiendo comentarios sueltos mientras se arreglaban, y se dirigió sin demora hacia el sector de venta de zapatos de mujeres que había en el centro comercial.

A los pocos minutos que ella estuvo en su puesto de trabajo, una muchacha apenas mayor que ella apareció por la zona y se puso a ver con mucho interés los zapatos que estaban expuestos en los diversos mostradores que habían en el lugar. Lucía la dejó que disfrute de su visita y cuando vio que estuvo mucho tiempo frente a un par de zapatos de plataforma color camel, se acercó a la muchacha.

-Buenos días. -le dijo con amabilidad. -Son unos zapatos muy bonitos. ¿Quieres probarlos?

-Sí, gracias. -le respondió la cliente con una alegría contenida.

-Puedes sentarte allí, -dijo lucía y le señaló un grupo de sillones en el medio del área de zapatos. -en un momento te traigo algunas tallas para que te los ensayes. Tu número es veintiocho, ¿verdad?

-Sí. Ese es. -le respondió asombrada la muchacha.

-Te voy a traer una talla más, para que sientas cuál te es más cómodo.

-Gracias.

Lucía, sin más demora, se retiró del lugar y se dirigió hacia los almacenes donde se guardaban los zapatos. A los pocos minutos regresó con dos cajas de zapato en las manos.

-Oye tu muchacha. -le interrumpió en su camino una señora notablemente molesta.

-Buenos días señora. -le respondió amablemente Lucía. -Le agradeceré si me permite un momento que le entregue estos zapatos a la señorita. Ahora mismo vuelvo a atenderla.

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