Lucía despertó sobresaltada con una fuerte sensación de tensión. Abrió sus ojos y miró a su alrededor tratando de recordar dónde se encontraba. El extraño ambiente que la rodeaba le obligó a hacer un esfuerzo extra para averiguar qué lugar era ese y cómo había llegado hasta allí. Poco a poco el recuerdo de la noche anterior fué surgiendo en su mente. La imagen del autobús alejándose de la parada dejándola atrás. Ella caminando hacia el apartamento de Luis Carlos. Del libro que se puso a traducir. De lo sencillo y sobre todo lógico, de cruzar al otro mundo. De todos y cada uno de sus sueños lúcidos que había tenido esa misma noche. De lo tarde que se durmió sobre la cama de Luis Carlos, así vestida como estaba. De su plan de despertar muy temprano en la mañana para ir a su pensión y ponerse su uniforme del trabajo. En ese momento sintió la urgencia de mirar a su reloj y se dio cuenta que era muy tarde. Demasiado tarde. Tanto que no había suficiente tiempo para ir a su pensión para buscar su uniforme tal como la había planeado la noche anterior. Por un momento pensó en faltar a su trabajo, pero descartó rápidamente ese pensamiento. Sabía que su jefa no le tenía mucho aprecio y su falta sería suficiente excusa para despedirla. No. Tendría que ir a trabajar como sea. Se levantó de un salto y se miró la ropa, arrugada por haber haber dormido con ella puesta. No. Imposible que vaya a trabajar así como estaba. Buscó desesperadamente una plancha por todo el apartamento para quitar esas evidentes arrugas, pero no tuvo ningún éxito. Volvió a mirar su reloj y la sensación de urgencia y desesperación aumentó mucho más haciendo que ella caminara de un lado para otro sin ningún sentido ni orden. Abrió todos los roperos sin encontrar más que un par de abrigos que Luis Carlos había dejado colgados allí. Ni siquiera una toalla o una plancha. Nada. Desesperada, sin saber qué hacer y sobre todo molesta consigo misma por dejarse arrastrar por esa obsesión, por esa locura de seguir leyendo ese libro que le había traído más mal que bien. Ya sin saber qué hacer, abrió el cajón de la mesa de noche y vio con sorpresa un paquete envuelto en papel regalo en su interior. Lo sacó y no pudo evitar mirar una tarjeta adherida a él con su nombre claramente escrito con la inconfundible caligrafía de Luis Carlos. Trató de averiguar, sin mucho éxito, su contenido midiendo su peso con su mano y el sonido de su contenido al sacudirlo. Bajó su mirada y pudo ver en el cajón de la mesa de noche, un pequeño aparato electrónico que había estado cubierto por el regalo. Con la misma curiosidad, dejó su regalo sobre la mesa de noche y tomó el aparato para inspeccionarlo y saber de qué se trataba. Los ya tradicionales símbolos le hicieron saber de que era una grabadora como las que utilizaban algunos de sus compañeros para grabar las clases. Sin necesitar abrir su regalo supo con certeza de que Luis Carlos le había comprado uno para ella. Y no era para grabar las clases, pensó, sino para grabar sus sueños. Muy buena idea, pensó ella y dejó la grabadora de Luis Carlos en el mismo lugar donde la había encontrada para luego desenvolver con mucho cuidado su regalo, tal como le había enseñado su madre desde muy niña, cuidando de no dañar el papel. El sentimiento de urgencia volvió a hacerle recuerdo que no tenía tiempo que perder. Al mirar su reloj supo que tenía que salir ya mismo si quería llegar a tiempo a su trabajo. Si había una solución a su problema, esta no estaba en ese apartamento y tendría que buscarla allá, en su trabajo. Guardó su regalo en su mochila y salió rápidamente del apartamento sin dejar de correr hasta la parada de autobús que la llevaría en dirección de su trabajo. En el camino se prometió una y otra vez que nunca más volvería a tener algo que ver con ese mundo de los sueños que tantas preocupaciones le estaba causando últimamente, aunque en el fondo sabía que no podría escapar de él. Era el destino marcado por su madrina.
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Una vez montada en el autobús, sacó el grabador digital y el folleto de instrucciones que enseñaban cómo usarlo. Rápidamente se dio cuenta de lo sencillo que era utilizarlo y empezó a practicar en su uso. Al hacerlo se dió cuenta de que el aparato tenía un mensaje pregrabado. 'Es de Luiscar', pensó ella sin la mínima duda. Con los auriculares en sus oídos no pudo evitar dejarse vencer por su curiosidad y se puso a escuchar lo que su amigo le había grabado expresamente para ella.
"Este regalo es para ti." -empezó a sonar la voz de Luis Carlos a través de los auriculares. -"Espero que te guste y sobre todo te sea muy útil como lo es para mi. Así como tú, yo también tuve el problema de la lentitud que resulta escribir los sueños, en especial cuando estás apurado para salir temprano a algún lado. En tu caso a tu trabajo, me supongo. Por eso, luego de mucho buscar soluciones, encontré esta que es muy sencilla. Ya lo comprobarás cuando lo uses. Por cierto. Puedes ir al apartamento, las veces que quieras. No me molesta."
-¡Él sabe que sigo yendo! -se dijo en voz alta

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Lúcida
ParanormalEscondido en una habitación secreta, en la vieja casa de sus abuelos, Jürgen encuentra los restos de su bisabuelo perdido durante la segunda guerra mundial. Junto al cuerpo sin vida se encuentra un antiguo libro de evidente importancia para su bisab...