Capítulo 11

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-¿Qué es lo que te pasa? -le preguntó João a su hija durante el almuerzo. En esta oportunidad, en lugar de utilizar el tono autoritario que acostumbraba, se notaba en su voz un tono conciliador, como si le interesara la respuesta.

-Nada papi. -respondió ella sin levantar la vista de su plato.

-Esta última semana te he visto muy triste. Casi no hablas. Eso no es bueno. -siguió diciendo el padre sin cambiar el tono.

-No papi. En serio no pasa nada.

-Si pasa. -respondió él. -Y te diré desde cuándo estás así. Y es desde que utilicé ese viejo libro que estaba botado en los baldes de atrás.

La sola mención del libro destruido, hizo que Lucía agachara más su cabeza y prestase toda su atención a las palabras de su padre.

-Y sé por qué estas así. Sé lo que había en ese libro. -siguió diciendo él con seriedad y manteniendo la calma. -Sé por qué era importante para ti.

Lucía, presa del pánico por la confesión dada por su padre, no supo qué decir en su defensa. Cualquier cosa que dijera, sólo empeoraría su situación. Lo único importante era que, pasara lo que pasara, su madrina no debería ser mencionada. ‘Tengo que callar, aunque me mate. Mi madrina no es culpable de mi descuido. Yo soy la única culpable y la que debe sufrir todo el castigo por no haberle hecho caso de esconder el libro’, pensaba casi al borde de las lágrimas.

-Lo que tu padre quiere decir, es que comprende tu tristeza por el fin de tus clases, tú que eras siempre tan aplicada. -empezó diciendo su madre luego de varios segundos de silencio, segundos que fueron interminables para los nervios de Lucía. -Y que lamenta lo que hizo con tu libro. Estaba tan viejo, que incluso a mí me pareció que ya no servía.

Lucía, al escuchar estas palabras de su madre, recién pudo levantar su mirada y liberarse del pánico que la tenía paralizada.

-En compensación, tu padre te ha comprado un libro nuevo. Él personalmente lo escogió para corregir su confusión. -continuó su madre para luego mirar fijo a su marido, como esperando alguna reacción de su parte

-Sí. Te compramos este libro. Mira. Está muy nuevo. Y es muy bueno. Nos lo recomendó la joven de la librería.

Lucía extendió la mano para tomar el libro que su padre le estaba ofreciendo.

-¡Es un libro de cocina! -dijo al leer la tapa y ver la imagen de un plato servido debajo del título.

-Si. -respondió su madre. -Es un libro que de seguro te va a interesar. Con tu padre llegamos a la conclusión que una muchacha de tu edad, debería ser una excelente cocinera, si quiere ser una buena esposa.

-Mira tu madre. -agregó él -Es una excelente cocinera.

El rostro de decepción que puso Lucía fue tan evidente, que fue muy fácilmente captado por ambos padres.

-Te entiendo Lucía. -dijo su madre cortando la clara intención de João de tomar la palabra. -Pero tu padre ha hecho un gran sacrificio para comprarte un libro nuevo y bonito. A él, que le cuesta tanto ganar el dinero para la casa, no le gusta gastar ese dinero en cosas que no te vayan a servir. Llévalo a tu cuarto, dale una mirada y te aseguro que te va a gustar. ¿Me lo prometes?

-Sí mai, lo prometo. -respondió Lucía. Sabía que no le convenía molestar a su padre con una respuesta diferente. -Muchas gracias papi.

-Algo más. -dijo su madre para cerrar el tema. -Puedes leerlo el tiempo que te plazca. No tienes por qué esconderlo, como el otro libro viejo.

-Sí mai, gracias. -respondió Lucía fingiendo mucho interés y mirando la tapa del libro como si disfrutara de su lectura.

Al finalizar la cena, Lucía levantó todas las cosas que estaban sobre la mesa y se fue a la cocina a ayudar a su madre a lavar los platos y las ollas. Ninguna de las dos pronunció ninguna palabra.

Al final de la noche, Lucía se llevó triste el libro de cocina a su cuarto. De todas maneras, no tenía ningún otro libro para leer.

Cuando abrió el libro, no pudo impedir que un pequeño grito escapara de sus labios.

-Es mi viejo libro de estudio. -se dijo en voz baja cuando leyó el título en la primera página del libro. -Preparación para el examen vestibular de las Universidades del Brasil. Gracias mai.

En sus manos estaba una versión nueva de su viejo libro de estudio. Solo la cubierta correspondía al libro de cocina.

-Te lo prometo mai. Lo leeré bastante tiempo, sin esconderme.

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