Capítulo 4

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El viaje por Brandenburgo fue muy agradable. Aunque Jürgen no pudo evitar, de vez en cuando, recordar que allá en Berlín, en la casa de su abuela, un tesoro lo esperaba. Regresaron a la casa pasada las diez de la noche y se sentaron en la cocina a comentar sobre lo bonito de los lugares que habían visitado y a mirar las fotos que habían sacado durante el viaje.

-Estoy un poco cansado. Me voy a dormir. -dijo Jürgen y se dispuso a dirigirse a su cuarto.

-Siempre se la pasa cansado. -respondió Gisele sin dejar de mirar las fotografías en su teléfono móvil.

-Gisele. Deja de molestar a tu hermano. -dijo su madre tratando de sonar autoritaria.

-Déjela mami. -respondió Jürgen, sin molestarse. -No hay que darle importancia a ese tipo de personas. Más bien mejor me voy, no vaya a ser que me contagie con su falta de cerebro.

Jürgen, sin esperar la respuesta de su hermana, salió apurado hacia el piso de arriba. ‘Tengo cosas mucho más importantes que estar peleando con esta estúpida. Mejor que se quede jugando con su teléfono, que es lo único que sabe hacer’, dijo a tiempo que corría hacia su cuarto. Al llegar, tomó la linterna sin pérdida de tiempo y volvió apurado al pasillo para luego dirigirse al cuarto de Gisele. Abrió con toda tranquilidad su puerta y, sin más demora, se dispuso a abrir el ropero. Apoyó la linterna en el piso y, con sus dos manos, abrió con fuerza la puerta. Contempló el negro espacio que se abría en el fondo del ropero y que lo llamaba para revelarle a él sus secretos. En eso escuchó los pasos presurosos de su hermana que venía, con toda seguridad, a su cuarto. Sintió el sonido de la puerta que empezaba a abrirse y, sin mucho tiempo qué perder, se metió al ropero y cerró la puerta para esconderse en su interior, una vez más.

Escuchó el sonido de los sollozos de su hermana y la imagino echada sobre su cama, llorando. ‘Pero ¿por qué llora esta estúpida?’, se preguntó con curiosidad. ‘Ya sé. De seguro respondió algo a lo que le dije y la castigaron.’, pensaba Jürgen extrañado por la inesperada llegada de la hermana. ‘Qué cosas extrañas. Si nunca la castigan. Es su hijita preferida. La adorable Gisele. La inteligente y estudiosa Gisele. Pero, ¿por qué justo hoy la castigan, cuando necesito que no esté? Que maldita suerte tengo. Aunque me alegro que alguna vez la regañen a la estúpida esta’, siguió pensando entre contento y preocupado. La obscuridad del ropero cerrado le hizo darse cuenta de que ‘porra, la linterna. La linterna está afuera en el piso. No puede ser. Siempre es igual ’. Por segunda vez en un solo día, la linterna era casi la causante de que todo su secreto se viese descubierto. Pero esta vez era peor. La linterna estaba ahí, a la vista de Gisele, y él no podía hacer nada para recuperarla. Sacó su teléfono móvil y lo encendió. El poco de luz que emanaba de su pantalla, fue más que suficiente para iluminar el pequeño volumen del ropero. El espacio era bastante amplio y permitía caber con comodidad a una persona grande como Jürgen, el problema eran todas esas maderas que se encontraban arrimadas a un lado, ocupando valioso espacio que le hubiesen permitido sentarse con comodidad. Miró la batería del teléfono móvil, 'está casi vacía', dijo no sin bastante decepción al recordar que había tomado muchas fotos durante su visita a Brandenburgo, y había jugado en muchas ocasiones con las aplicaciones que tenía instaladas en el teléfono. 'Y quién iba a adivinar que la iban a castigar', se dijo para evitar recriminarse por no haber previsto esta situación. Su posición era bastante incómoda y sus músculos empezaban a sentirse doloridos por la inmovilidad. Afuera, el silencio había reemplazado los sollozos de su hermana. 'Seguro ya se durmio de tanto llorar’, se dijo. ‘No debieron regañarla tan fuerte. De todas maneras no era nada. Además a mi no me importa lo que me diga. Ya estoy acostumbrado', siguió pensando. Luego de varios minutos de silenciosa espera, pensó en abrir la puerta del ropero para salir de allí. Intentó empujarla muy suavemente, pero la puerta no cedió. Aumentó un poco la fuerza y, además de un pequeño quejido de la madera, nada sucedió. '¡Porra! La maldita puerta no quiere abrirse, y seguro esta estúpida se va a dar cuenta y va a gritar. Seguro se va a vengar de mi por lo que le dijeron abajo', pensó él, petrificado y atento a cualquier sonido del exterior que le indicara si Gisele había o no escuchado ese ruido de la puerta. El silencio le hizo saber que, para su suerte, ella no había escuchado y más bien permanecía todavía dormida en su cama. Sus músculos poco a poco hicieron notar su reclamo por la inmovilidad. Volvió a encender su teléfono e intentó iluminar el espacio vació que se abría detrás del ropero. La intensidad de la luz era tan baja, y el espacio tan amplio que solo se pudo vislumbrar algunos muebles voluminosos a cierta distancia de donde él se encontraba. Dirigió la escasa luz de la pantalla de su teléfono hacia el piso que se encontraba contiguo al ropero y sus alrededores. Estaba totalmente despejado. El dolor y el aburrimiento hicieron fuerza para que Jürgen lograse vencer, aunque sea un poco, el temor por invadir ese lugar que por tantos años había estado cerrado a la vista de las personas. Se sintió como en las películas de terror que había visto muchas veces en casa, lo que hizo que un escalofríos recorriera por su cuerpo. Dio un paso, y luego otro paso corto avanzando hacia la penumbra que lo rodeaba. Un pitido leve, pero amplificado por el profundo silencio en el que se encontraban, lo despertó de su letargo. 'El teléfono se está quedando sin batería', se dijo con creciente terror. Miró hacia atrás, hacia la abertura en la pared que comunicaba con el ropero, para confirmar si ese pitido había sido escuchado por su hermana. Apagó el teléfono móvil y se quedó quieto, atento a cualquier sonido. Nada. Silencio. Soledad. Absoluta obscuridad.

Volvió a encenderlo, preso del miedo, y miró su pantalla para saber en qué nivel estaba la pila. La figura era bastante clara, no tenía casi energía. Se apagaría en cualquier momento. Paso a paso, empezó a avanzar de regresó hacia la aparente seguridad que daba el interior ropero. Cuando el móvil dejó de iluminar, la obscuridad absoluta volvió a reinar. ‘Porra, se apagó esta porra’, se dijo a tiempo que el pánico empezó a acelerar la fuerza de sus pulsaciones, que casi retumbaban en ese absoluto silencio. ‘Tranquilo, este sitio está vacío. Aquí no hay nada’, se decía para tratar de reducir el estrés que empezaba a dominar sus pensamientos. ‘Ya han pasado muchos minutos. Si hubiese algo malo aquí, ya habría sucedido’, se daba ánimos para aguantar la presión que sentía por la profunda obscuridad que lo rodeaba. Volvió a iniciar su lento avance hacia el ropero. Tuvo que caminar utilizando el recuerdo del camino. ‘De todas maneras, no he avanzado más que un par de metros’, se dijo a medida que avanzaba con pasos muy cortos. Finalmente llegó a la abertura y, con su mano, se cercioró de su posición. Cansado de estar parado, se dio ánimos para sentarse. De todas maneras, la espera iba a ser bastante prolongada. Esa iba a ser una noche muy larga, demasiado larga.

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Muchas gracias por continuar leyendo esta historia. Espero que haya sido muy entretenida. Te espero en el siguiente capítulo. Y por favor, no te olvides de votar por este capítulo. Es lo único que te pido a cambio. 

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