Prologo

6.9K 245 47
                                    

Tiempo después.

-Te amo.

¿Qué era lo que acababa de decirme?

Mi ceño se había fruncido con tristeza y en parte, con sorpresa. No esperé nunca eso, pero es que a lo mejor debía estarme mintiendo. Era muy poco tiempo, no... Él no me amaba, por mucho que quisiera y necesitara creérselo.

Qué locura, Axl Rose acababa de decir que me amaba y por muy estúpida que yo fuera, quería decirle que lo amaba también sabiendo que sí se lo confesaba no iba a ser una respuesta por compromiso, iba a ser nada más que la absoluta verdad.

Yo a él le había perdonado tantas cosas a lo largo de nuestra extraña relación, era más que solo verdad. Cosas que nadie le hubiese perdonado salvo yo porque lo amaba. No habría podido sino hubiera sido así... Pero dejar pasar esto no entraba en mis planes. Sería extraño, sería distinto, sería por mucho complicado... nada volvería a ser igual aunque lo quisiera.

-Sé que no vas a creerme, sé que estarás diciendo que mis acciones no parecen igualar lo que digo, pero si tan sólo me dejaras explicarte. Nena, no puedo soportar esto, no quiero ni imaginar que te pierdo para que tú tengas esos ojos tristes que ahora estoy mirando y todo por un error que ni siquiera recuerdo.-mis ojos encararon a los suyos. Dolía tan solo mirarlo, pero no sé lo dejé ver, ¿Y para qué? ¿Qué ganaba ahora lastimándolo del mismo modo? -Yo te he visto sonreír con cada batalla que has perdido a lo largo de que te conozco, y luego te vi contar todas las batallas que perdiste cuando yo todavía no había podido llegar a tu vida. Ahí también sonreías... Cuando te ví hacerlo prometí que nunca, nunca volvería a ser tu batalla y solo sé que he vuelto a perderme para ti. Pero puedo cambiarlo. -no le dije absolutamente nada. No entendía porque nos poníamos a hablar de mí cuándo algo más importante acababa de pasar. -Te juro que si pudiera volver y cambiar las cosas lo haría. JAMÁS te habría lastimado. Nunca. Lo siento tanto, ______. Lo siento tanto, maldita sea. -Su voz se desgarró ante el último perdón y cuándo encontré su rota mirada ahogada en dolor, apreté mis ojos con fuerza. Demonios, no quería verlo llorar, ni verlo tan triste. Por mí parte, perdí. Comencé a llorar.

-No puedo decirte que te perdono porque no estoy segura de que haya algo que perdonar. Tampoco puedo decirte que puedo volver a estar a tu lado. Pero puedo decirte que entiendo por qué hiciste lo que hiciste. Y no es tu culpa. -respondí, y una lágrima cayó del precioso rostro de Axl.

No podía ser yo quién sacara esas lágrimas que retuvo con dureza a lo largo de sus años, me mataba pensarlo, pero no podía tomar su mano e irme de aquí. Simplemente, no podía.

(*)

Tiempo actual.
______ Seymour.

Mi nombre acababa de ser mencionado que ni siquiera era necesario volver a repetirlo. Tengo diecisiete años; la edad divertida y correcta para besar a hombres mayores por diversión y beber toda la noche. Sí tan solo eso pudiera volver a ser... Creo haber llegado a la edad y ver la hora en que la madurez se apoderaba cada vez de mí, por muy inmadura que me esforzara de ser todavía.

Diecisiete años recién cumplidos. No más, no menos. Tan poco tiempo me faltaba para ser mayor de edad, tener mi identificación, y tener un montón de privilegios más de los que un menor podía tener. Solo un año, y estaba hecho.

Aunque me había prometido a mí misma que no desperdiciaría mi último año como infante en la espera de la adultez. Llevaría a cabo mi último año de preparatoria y seguiría asistiendo a todas las fiestas posibles donde me embriagaría y bailaría hasta el cansancio.

Ni siquiera pensaría en la universidad todavía. Todos parecían tener mil planes sobre eso. Ya mi madre contaba los días con la palma de su mano para enviarme a otro país para estudiar cualquier cosa y ser una foránea lejos de casa; claramente deseaba la casa sola y sigo preguntando para qué, si tiene otra casa por ahí. Stephanie, Stephanie y sus raras manías.

Contando cada quilate de sus huesudos dedos, me propuse fastidiarla tanto como me fuera posible y retrasar todo lo que pudiera aquello otro de la universidad; ni en broma dejaría Los Ángeles, ni siquiera por Europa.

Nunca fui la típica chica depresiva que decía que el instituto era una maldita prisión. Sé que tenía privilegios, y también tenía problemas comunes, mi forma para resolverlos no era la mejor, pero era simple. Para mí una botella de vodka y música a todo volumen lo tenían resuelto para mí, y vete tú a saber sí ello estaba bien pero sí a mí me servía que se jodan los convencionalismos.

Aparentemente era una hermosa porrista que tenía todos los privilegios y nada le costaba. Tanto como que podía ser verdad tanto como que alguien nunca pudo equivocarse tanto en su vida.

Sí supieran como ejemplo lo que me costó de trabajo llegar a ser la capitana del equipo; nunca toqué al entrenador para serlo como todos se rumoreaban. La directora pretendía despedirlo, todos lo aseguraban. En realidad mis tardes de verano, y mis mañanas de entrenamiento se volvieron toda mi prioridad. En mi primer año, las audiciones. Competir contra otras chicas que querían el único puesto libre para el equipo. Luego, de milagro, y un pequeño sobornillo que di a la antigua capitana llevándola de compras por todo Melrose, lo gané. Entonces entré para ser la nueva, y la despreciada por todas las chicas que no me habían querido ahí. La cantidad de veces que lloré de impotencia por no poder romper narices sin garantizarme otro problema y otro escándalo, como la única vez que lo hice y entonces el nuevo chisme había sido que Stacy y yo peleábamos por nuestro novio el entrenador. Dos años soportándolo hasta que finalmente, hoy en día era la capitana, corriendo el riesgo cada día de perder mi puesto si tan solo cometía cualquier mínimo error.

Afortunada era de tener a Bonnie, mi mejor amiga, y la única mujer por la que dejaría mi confirmada heterosexualidad. Ella era la persona más importante en toda mi vida por encima de mi propia familia, y ni siquiera me importaba admitirlo. Conocía cada cosa de ella, ella de mí. Ambas creíamos fervientemente en que éramos almas gemelas. Afortunada era de que a mi guapo novio no le molestase oír eso.

John podría ser la segunda persona más importante en mi vida. Guapo, castaño, ojazos azules con muchas pestañas personalizándolos, largas, obscuras, eran las mejores pestañas que había visto y no obstante, era el mayor caballero del mundo. Estaba casi segura de que cualquier día de estos se volvería tan viral como cualquier modelo de revista; no conocía a ni una sola persona capaz de verlo una sola vez, era increíblemente guapo, tanto que querías mirarlo para siempre.

Ahora por último, hablaría de mi madre. Nombrada la mujer más sexy del año por la revista Cosmopolitan, Vogue y otras más. La modelo más importante de Victoria's Secret. Reconocida y alabada por los mejores críticos de la moda. Adorada por ellos mismos también. Entendía porque tenía ese impacto. Hablábamos de la misma Stephanie Seymour. Mi madre, la niña que con catorce años de edad me tuvo a mí. Un error que no se molestaba en ocultar, pero que según bajo sus propias palabras que un día bajo efectos del alcohol me dijo, el mismo maldito error que la impulsó a ser la maldita Stephanie Seymour. Dijo que hasta me daría regalías por eso.

Era eso en pocas y cortas palabras todo mi mundo y en eso se basaba; las fiestas, el alcohol, la escuela, Bonnie, John, quién era el amor de mi vida, viviendo bajo la sombra de mi propia madre y después, aún todavía, incapaz de creer todo lo que había cambiado porque conocí a la mejor y peor persona del mundo, de la cual me había enamorado alguna vez.

Yo ya sabía de los rumorcitos que se corrían por las revistas de chismes y algunas notas importantes; el hombre padecía de sus propias facultades mentales y podía ser bien extrañísimo o una dulzura personificada.

Sí, hablaba de Axl, Axl Rose, el de la puta banda; todo era alboroto y confusión sobre su alrededor. De noche mirándolo a los ojos, con o sin calma a nuestro al rededor, se sentía como si supiera que él era el maldito demonio. Una gran cantidad de gente lo sabía y otra tanta gente lo veía y creía como sí fuera Dios... debo reconocer que pesé a todo, una pequeña parte de mí también lo creía así...

A ese Axl: gracias por arruinarme la vida de una forma tan miserablemente buena.

A rapist stepfather. |#1| Axl Rose.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora