-Ya estoy aquí. Siento haberte hecho esperar -dijo Gonzalo sonriendo.
-No pasa nada, estaba mirando el escaparate. -Al ver que él no decía nada más, le preguntó-: ¿Seguro que no tenías otros planes?
-Seguro. -Se desabrochó los dos botones superiores de la camisa-. Mi gran plan para esta noche era ducharme y pedir cualquier cosa al servicio de habitaciones. Me he pasado todo el día leyendo contratos y revisando gráficos, me irá bien desconectar un poco.
-Tal vez deberíamos dejarlo para otro día. - Micaela empezaba a sonrojarse.
-Ni hablar, al fin y al cabo los dos tenemos que cenar, ¿no? -Gonzalo se pasó la mano por el pelo-. ¿Qué te apetece comer? -preguntó, mirando a su alrededor. Por aquella zona había un par de italianos buenísimos, y una cafetería con una excelente reputación.
-Me da igual. -Al oír la palabra comida su estómago dejó claro lo mucho que la necesitaba-. Elige tú. Ayer acertaste.
Gonzalo dedujo que, como la noche anterior había pagado él, Micaela tendría intención de invitarlo, así que optó por la cafetería.
-Vamos, si la memoria no me falla, es por aquí.
Los dos empezaron a caminar y pasados unos segundos, él dijo:
-¿Has estado fuera todo el día?-Micaela asintió y él miró su reloj-. No deberías andar sola tan tarde. -Y antes de que ella le dijera que era un exagerado, añadió-: Ya es de noche, y ésta es una ciudad peligrosa.
-Sé cuidarme -respondió ella un poco a la defensiva.
-Estoy seguro de eso. Pero aun así... no todo lo que sale en las series de policías es mentira.
Micaela no dijo nada; se limitó a encogerse de hombros dando por terminado el tema.
-El museo me ha gustado mucho. Me he pasado un montón de horas recorriéndolo, pero tengo la sensación de que apenas he visto una décima parte.
-Una vez leí un artículo que decía que una persona podía visitar Nueva York cada cinco años y ver una ciudad completamente distinta a la de su anterior visita. -La guió hacia el local-. Supongo que lo que tienes que hacer es regresar dentro de cinco años y volver a ir al Metropolitan. Así sabremos si es cierto.
Se detuvieron delante de la puerta, que él abrió caballeroso.
-¿Dentro de cinco años? -rió Micaela-. ¿Qué sabes tú lo que estaré haciendo yo dentro de cinco años?
Gonzalo no respondió, sino que se sentó en una mesa y empezó a leer la carta. Sabía que ella no había hecho esa pregunta con mala intención, pero tuvo que morderse la lengua para no decirle que era obvio que, si fuera por él, dentro de cinco años sabría perfectamente lo que ella estaría haciendo o dejando de hacer. Era absurdo pensar así, una locura, pero eso era exactamente lo que habría querido decirle. En vez de eso, se limitó a sugerirle un par de platos.
-Yo comeré una hamburguesa. ¿Y tú?
-Creo que también. Al fin y al cabo, llevo aquí tres días y aún no las probé.
Pidieron la cena y charlaron amigablemente.
-Me he perdido con lo de tus hermanos, ¿cuántos tienes?
-Cinco, dos chicos y tres chicas. Pero supongo que ahora podría decirse que seis. Una de mis hermanas se ha casado con mi mejor amigo, Lucas, que siempre ha sido como un hermano para mí.
-La que está casada con él es Dalila - recapituló ella para aclararse-, y el resto siguen todos solteros.
-Así es. ¿Y tú? ¿Tienes hermanos?
-Una. Lara. -Micaela bebió un poco y siguió comiendo.
-¿Y no vas a contarme nada más? -preguntó él sonriendo-. Mis hermanos me matarían si supieran todo lo yo que te he explicado.
-No sé. Mi familia no es como la tuya. - Micaela no quería contarle que sus padres eran médicos. Si lo hacía y le decía sus apellidos, era más que probable que hubiera oído hablar de ellos, y tampoco no quería contarle lo de su cambio de vida-. Mi hermana y yo estuvimos, cómo distanciadas durante un tiempo. -Él la miraba sin decir nada-. Pero ahora ya no, de hecho se ha quedado en mi piso mientras yo estoy aquí.
Gonzalo había crecido con tres hermanas y algo entendía sobre mujeres. Era obvio que ella quería cambiar de tema, y decidió complacerla.
-Cuéntame algo del curso de cocina al que vas a asistir. -Vio que a Micaela se le iluminaban los ojos y supo que había tomado la decisión acertada.
-Dura tres meses, y el primero consiste en clases más o menos prácticas que van a impartir algunos de los mejores chefs del mundo. Los dos siguientes, los alumnos que superen el examen trabajarán en los restaurantes más reputados de la ciudad. Sólo diez alumnos pasarán.
-Seguro que lo consigues -dijo él, y sin saber cómo vio que su mano había cobrado vida propia y se había colocado encima de la que Micaela tenía sobre la mesa. Ella no se apartó.
-No sé. Al menos voy a intentarlo. -Entonces siguió la mirada de él, y al darse cuenta de lo que le llamaba la atención, apartó la mano de debajo la suya.
Gonzalo hizo como que no se había dado cuenta.
-¿Vas a quedarte en el hotel todo este tiempo?
-No. El domingo es mi último día. La escuela me ha ayudado a alquilar un pequeño estudio.
Él tomó nota mental de la fecha. Le quedaban apenas cuatro días para convencerla de que podían
ser al menos amigos. Aunque si todo su cuerpo reaccionaba igual que su mano, que ahora estaba ardiendo, lo de la amistad iba a ser un problema.Al menos para uno de ellos.
Micaela pidió la cuenta y, a pesar de que él insistió en pagar, fue ella quien se hizo cargo.
Gonzalo se resignó, y pensó que la noche siguiente ya encontraría el modo de devolvérselo.
Él tenía todos los gastos pagados por la empresa y ella iba a pasarse tres meses allí estudiando. De ningún modo iba a permitir que lo invitara.
Puesto que ninguno de los dos hizo el gesto de parar un taxi, regresaron al hotel paseando.
Gonzalo le contó lo de la boda de John, y también que su abuelo quería conocerlo, y Micaela lo escuchó y coincidió con él en que lo mejor sería posponer esa visita hasta que tuviera más información sobre la empresa. Gonzalo estaba tan enfrascado en la conversación que no se dio cuenta de que ya habían llegado a su destino hasta que ella se detuvo. Caminaron juntos hacia el ascensor, parecían haber olvidado que cuando éste volviera a abrir sus puertas irían a habitaciones distintas y tendrían que separarse, así que cuando llegó el momento del adiós, ambos se quedaron en silencio durante unos segundos.
-Me ha gustado mucho cenar contigo, Mica -dijo Gonzalo en voz baja, acercándose un poco-. Gracias por llamarme.
-De nada. -Ella bajó la vista y empezó a buscar la llave de la habitación. Esa tarea ya era de por sí difícil, pero con él tan cerca, se había convertido en imposible-. Te lo debía.
-¿Qué vas a hacer mañana? -preguntó Gonzalo, que ahora estaba apoyado junto a la puerta.
-¿Mañana? -El bolso parecía ser un pozo sin fondo-. Creo que iré al Museo de Historia Natural, y por la tarde a pasear por Central Park. -El asa se le deslizó por el hombro y, para variar, el bolso acabó en el suelo, con todo su contenido esparcido alrededor. Ambos se agacharon al mismo tiempo.
-Conozco un restaurante precioso allí - sugirió él recogiendo las gafas de sol y un pequeño neceser-. Podríamos... -Ella levantó la cabeza para aceptar los objetos que él le entregaba, y Gonzalo se quedó sin habla. Estaban en cuclillas, y apenas los separaban cuatro centímetros.
Micaela se mordió nerviosa el labio inferior y él perdió el autocontrol que lo había hecho tan famoso en su trabajo.
Holaaa, bueno voy a hacer una mini maratón de tres capítulos (este no cuenta) espero que la disfruten.
Gracias por leeer💖💖
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A fuego lento <<adaptada>>
FanfictionAdaptación de "A fuego lento" de una de mis escritoras favoritas la maravillosa Anna Casanovas. Gonzalo quiere darle un giro radical a su vida y se instala en Nueva York. Micaela siente que es momento de retomar los sueños que sacrificó por converti...