Barcelona, casi un mes más tarde.
Gonzalo había quedado con Helena y Martina para ir a ver unas oficinas. Desde su regreso de Estados Unidos, sus hermanas habían tratado de animarlo en todo momento, y gracias a Matias y a Nicolas, que ya estaba instalado en Barcelona a la espera de que Dalila diera a luz, había conseguido seguir adelante. No se atrevería a decir que había superado lo de Mica, de hecho se había resignado a sentir una punzada en el corazón cada vez que pensaba en ella, pero poco a poco había logrado recuperar cierta paz.
Los primeros días fueron los peores, tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no llamarla, y la primera noche que pasó solo en su casa fue un infierno. Gonzalo tenía un piso en la Villa Olímpica, lo había comprado hacía bastantes años, pero nunca había vivido en él. Como viajaba tanto, siempre que estaba en España se quedaba en casa de sus padres, y ese piso se había convertido en una especie de símbolo para él. Se instalaría allí cuando tuviera pareja. El destino, o mejor dicho, Micaela, no lo habían querido así, y había tenido que vivir en él solo.
Llegó a España la madrugada del domingo, y llamó a su padre para que fuera a buscarlo al aeropuerto. Él fue allí y, al ver la cara de agotamiento de su hijo mayor, supo que había pasado algo muy grave. Se quedaron a tomar un café, no sólo para desayunar, sino también porque el patriarca de los Gravano no quería que su hijo entrara en casa con aquella expresión. Gonzalo siempre estaba contento y controlaba sus emociones; fuera lo que fuese lo que había sucedido tenía que ser algo fuera de lo común. Gonzalo no olvidaría jamás lo que su padre le dijo en esa ocasión:
—Hay gente que no sabe amar, y tal vez Micaela tenga miedo de no poder hacerte feliz. Me niego a creer que no te quiera. Eso es imposible.
—Ya, papá, pero creo que tú no eres objetivo.
—No digas tonterías. Mira, ya verás cómo con el tiempo y la distancia se dará cuenta de que te quiere y de que te echa de menos. Seguro que pronto estará aquí, dispuesta a luchar por su relación. Ya ves lo que les pasó a tu hermana y a Nicolas.
Llevaba más de tres semanas en Barcelona y no había recibido ninguna noticia de Micaela. Su padre se había equivocado. Todos menos él se habían equivocado. Sus hermanos, sus hermanas y sus amigos se pasaron la primera semana diciéndole que ella pronto iría a buscarlo. Ahora ya no hablaban del tema. Gonzalo lo sabía desde el principio: Micaela no lo quería y, por lo tanto, no iba a aparecer en el portal de su casa.
Helena y Martina se retrasaban, pensó, mirando de nuevo el reloj. Estaba de pie en un portal y sólo faltaban cinco minutos para que llegara la mujer de la inmobiliaria. Entonces vio aparecer a Martina.
—Siento haberte hecho esperar. —Le dio un beso en la mejilla—. Helena, tiene que estudiar no sé qué y está histérica. Me dijo que después te llama. ¿Vamos?
—La señora de la inmobiliaria aún no llegó. Tal vez podríamos esperarla en ese café. —Señaló un bar que había a pocos metros—. Acá hace mucho calor.
—De acuerdo —aceptó su hermana—. ¿Cómo estás?
Gonzalo ya se había acostumbrado a ese tipo de preguntas. No lo decían con palabras, pero allí se ocultaba un «¿aún sigues sin dormir una noche entera?» o «¿sigues echándola tanto de menos?».
—Voy tirando —respondió él, pero supo que Martina interpretaba «he logrado dormir un par de noches esta semana» y «bueno, la echo de menos, pero creo que sobreviviré».
—¿Viste la cuna nueva que compró Nicolas? —dijo su hermana con una sonrisa.
—¿Qué le pasaba a la que tenían?
—No sé, creo que no cumplía con una norma imaginaria de nuestro querido cuñado.
Los dos se rieron y se tomaron un café charlando de tonterías. Pocos minutos más tarde, a Gonzalo le sonó el celular: la de inmobiliaria los esperaba en el portal. Pagaron y fueron hacia allí.
La mujer en cuestión era en realidad una chica, Lucía, y era muy simpática y agradable. Les enseñó las oficinas y Gonzalo decidió que por fin había dado con el lugar para abrir su pequeña asesoría. Había dos despachos, una pequeña sala de reuniones, un baño y una cocina con lo mínimo imprescindible. Podía hacer frente al alquiler y estaba bien situado. Ademas, Martina le dio su bendición y, típico de su tremenda hermana pequeña, le organizó una cita con Lucía. Gonzalo trató de zafarse de mil maneras, pero tampoco quería parecer mal educado y acabó aceptando. El viernes, después de firmar el contrato de alquiler, iría a tomar un café con la chica. Por suerte, aún tenía tres días para tratar de idear una excusa. Salieron de allí y Gonzalo acompaño a Martina a casa. Se quedaría a cenar, y quizá también a pasar la noche, así no tendría que estar solo.
Ahora que ya había encontrado las oficinas perfectas, Gonzalo estaba impaciente por abrir la asesoría. Impaciente y muy nervioso. Después de la conversación telefónica que había mantenido con Mariano aquella semana trágica, él ya se daba por despedido, pero de todos modos, el día siguiente de su llegada fue a la oficina. Luisa, la recepcionista, y algunos de sus compañeros, lo recibieron emocionados e incapaces de creerse lo que les habían contado.
Gonzalo estuvo un par de horas encerrado en un despacho con Mariano y dos socios más, que trataron de hacerlo entrar en razón, le dijeron que olvidara lo ocurrido y siguiera trabajando allí. Él se negó, a pesar de que la oferta era suculenta, estaba decidido a rehacer su vida y, tal como le había dicho a Micaela, a luchar por ser feliz. Aquel trabajo ya hacía tiempo que no le gustaba, pero ahora que había visto su lado más oscuro, no quería tener nada que ver con aquella gente. Se despidió agradeciéndoles todo lo que había aprendido allí, y se fue, dispuesto a crear algo que lo satisficiera. Con el dinero que tenía ahorrado gracias a su mentalidad previsora, y la cantidad que le habían pagado los de la empresa al negociar su marcha, Gonzalo pudo hacer frente a la inversion inicial. Si las cosas iban bien, no tardaría en salir adelante.
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A fuego lento <<adaptada>>
FanficAdaptación de "A fuego lento" de una de mis escritoras favoritas la maravillosa Anna Casanovas. Gonzalo quiere darle un giro radical a su vida y se instala en Nueva York. Micaela siente que es momento de retomar los sueños que sacrificó por converti...