Capítulo 13

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Tras pasarse toda la tarde tomando notas sobre el contrato de fusión, a eso de las seis Gonzalo se levantó y fue a despedirse de un atónito John.

-Vaya, no lo puedo creer, te vas antes de las nueve. Veo que mi mala influencia está dando sus frutos.

-Voy al teatro. -Gonzalo estaba de pie junto a la puerta del despacho del joven y dio unos
golpecitos en el marco-. Si te parece bien, el lunes me gustaría comentarte unas cuantas cosas.

-Por supuesto. ¿Has terminado el informe? -preguntó John, que cuando quería era de lo más serio.

-Aún no, pero sí tengo ya algunas conclusiones que me gustaría analizar contigo.

-De acuerdo. -Miró el calendario que tenía encima de la mesa-. Mañana doy una pequeña fiesta en mi casa, nada sofisticado, una barbacoa. ¿Quieres ir? -Vio que Gonzalo no decía nada y añadió-: Podrías venir con esa chica, la que me comentaste que habías conocido.

-No sé. Mañana tendría que trabajar.«Aunque -pensó- si Micaela me acompaña, podría pasar el día con ella.»

-Vamos, ven, así conoces a Hannah y a mi abuelo. Él también estará allí. -John se dio cuenta de que con ese último comentario lo había convencido -. Este es mi teléfono -le dijo
garabateando un número en un trozo de papel-. Si te decides, llámame y te doy la dirección.

Gonzalo se guardó el papel en el bolsillo.

-Gracias, lo pensaré.

-Que te vaya bien el teatro. -Sonrió sin disimulo-. Espero verte mañana.

-Ya veremos. Adiós. -Ya estaba dándose la vuelta cuando añadió-: Dale recuerdos al hombre
de mantenimiento de mi parte.

Micaela también llegó al hotel a eso de las seis. No estaba nerviosa, se dijo a sí misma, pero cuando se cambió de ropa más de tres veces se dio cuenta de que se estaba engañando. Sí lo estaba.

Optó por ponerse un vestido, se lo había regalado su hermana, y siempre que lo llevaba se sentía linda. Se maquilló un poco, no demasiado, con el calor no tenía sentido, y se recogió un poco el pelo. Antes de salir de la habitación, se miró en el espejo que había junto a la puerta. No estaba mal. No podía competir con las bellezas de casi dos metros que habitaban en aquella ciudad, pero no estaba nada mal. Salió y se dirigió hacia el ascensor. Estaba de pie esperando a que subiera cuando oyó unos pasos que se acercaban. Se dio la vuelta y vio a Gonzalo.

A él se le cortó la respiración. Estaba preciosa.

-Hola, estás muy linda -dijo un poco incómodo.

-Tú también -contestó Micaela sonrojándose. Gonzalo llevaba un polo verde y unos pantalones color beige. Su aspecto inocente se contradecía con su nariz de boxeador, y aquel aire de chico malo intentando pasar por un chico corriente era de lo más sexy-. ¿Qué obra vamos a ver? ¿Cuánto te debo? ¿Tú la has visto? ¿Vamos bien de tiempo? -Entraron en el ascensor y Mica estaba tan nerviosa que formuló todas esas preguntas casi sin respirar.

-Ya lo verás. Nada. Sí. Sí -respondió él sonriendo y deteniendo la puerta con la mano para que ella pudiera salir delante.

Ella sonrió, y como tenían tiempo, decidieron ir a pie hasta el teatro.

-¿Qué vamos a ver? -volvió a preguntar.

-Sólo faltan un par de cuadras, y seguro que en la próxima ya verás los carteles. Espero que te guste. -Gonzalo quería darle la mano, pero se resistió, al fin y al cabo, ninguno de los dos había mencionado nada del beso, y lo mejor sería tomarse las cosas con calma. Aunque tenía tantas ganas de hacerlo, que hasta notaba un cosquilleo en los dedos-. Yo la vi hace unos años, con mis padres y mis hermanos, en Londres. A todos nos gustó mucho, pero mi madre y mis hermanas llegaron a la conclusión de que era «el mejor musical de todos los tiempos», así que...

A fuego lento <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora