Capítulo 50

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—¿Sí?

—Gonza, soy yo, Helena.

—Sube.

Su hermana entró y miró embobada las paredes recién pintadas.

—Quedó muy bien. Me gusta.

—¿Cómo sabías que estaba aquí? —preguntó Gonzalo dándole un beso en la mejilla.

—No lo sabía, pasaba por casualidad y me arriesgue a llamar. ¿Cómo estás?

—Mejor.

—Me alegro. La verdad es que tenes mejor aspecto que hace unos días. ¿Qué estás haciendo acá? Creía que no empezabas a trabajar hasta el lunes y, a no ser que me haya quedado más días de la cuenta encerrada en la biblioteca, hoy es viernes.

—Quería ver si todo estaba bien. —La verdad era que había tenido que salir del departamento para huir de la tentación de llamar a Micaela. A pesar de que estaba un poquito más cerca de conseguir olvidarla, se moría de ganas de contarle que estaba a punto de hacer realidad su sueño de abrir su propia asesoría—. Supongo que estoy nervioso. —Fue lo único que se atrevió a confesar.

—¿La extrañas no ? —Helena era la primera que se atrevía a preguntárselo abiertamente.

—Sí, mucho. —Había decidido no ocultar lo que sentía.

—Creo que odio a esa chica, y tendrías que ver a Dalila. No sé si son las hormonas o qué, pero creo que si la tuviera delante, tendríamos que sujetarla.

Gonzalo sonrió al imaginarse a su embarazadísima hermana peleando con Micaela.

—Veo que aún te acuerdas de sonreír —comentó Helena—. Empezabas a preocuparme.

—Tranquila, me acuerdo. Pero últimamente me cuesta un poquito más, eso es todo.

—¿Te gustaría ir al cine o a cenar algo?

—Quedé con Matías . —Lo había llamado antes de salir de su departamento—. Se supone que está tratando de animarme.

Al oír el nombre de su amigo, su hermana puso una cara rara, o eso le pareció a Gonzalo.

—¿No tiene planes para un viernes por la noche?

En ese instante volvió a sonar el timbre.

—Debe de ser él. —Fue a abrir.

—Tengo grandes planes para esta noche —exclamó Matías al cruzar el umbral.

—Estoy segura de eso.

—¿Helena? ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó él confuso, mirando a ambos hermanos.

—Pasaba por aquí. ¿Y vos? ¿Cómo conseguiste escapar de las garras de tu última conquista?

—Prometiéndole que regresaría en seguida y la compensaría por ello.

Gonzalo no entendía nada. Las chispas que saltaban entre aquellos dos podrían incendiar una montaña. ¿Y qué era eso de la última conquista?

Matías hacía meses que no salía con nadie. ¿Por qué no corrigió a Helena?

—Vaya, tendrás que esforzarte mucho —contestó sarcástica su hermana.
Helena nunca era sarcástica, al revés, era la dulzura personificada.

—Lo intentaré. ¿Y vos? ¿No tenes que estudiar? —atacó él.

—No, creo que esta noche saldré a tomar algo.

—¿En la biblioteca?

—Sos...

—Chicos. —Gonzalo optó por poner algo de paz—. ¿Se puede saber qué les pasa?

—Es que siempre se mete conmigo —dijo Helena a la defensiva.

—¿Yo? —Matias puso cara de niño
inocente—. Sos vos la que siempre me está atacando con el tema de las mujeres.

—¡Ni siquiera las llamas por su nombre!

—Es que no tengo tanta memoria, en cambio vos como nunca salís con nadie...

—Sos despreciable.

—¡Basta! —Gonzalo volvió a intervenir—. Tengo la sensación de estar con un par de adolescentes. —Miró a uno y luego al otro—. Vamos, pueden dejar de discutir.

—De acuerdo —asintió Helena de mala gana—. Pero que conste que empezó él.

Gonzalo levantó una ceja como diciéndole que no lo veía tan claro.

—No diré nada más —replicó Matías —. ¿Nos vamos?

—Esperame un momento. Tengo que
recoger una cosa del despacho. Los dejó solos y confío en que no se mataran.

—¿Qué van a hacer? —preguntó Helena sin mirar a Matias a la cara.

—Un amigo mío de Inglaterra está aquí con su grupo y tocan en una pequeña sala que queda cerca —respondió él también sin mirarla.

—Suena bien.

—Tocan jazz, y como a tu hermano le gusta... —explicó incómodo. Le resultaba mucho más fácil pelearse con ella que mantener una conversación normal—. ¿Y vos?

—¿Yo qué?

—¿Vas a salir?

Helena no pudo contestar, porque Gonzalo apareció por el pasillo.

—Ya podemos irnos.

En la calle, Helena se despidió de su hermano con un beso mientras que a Matías solo le dijo adiós con un movimiento de cabeza. Ella se fue hacia la derecha y ellos dos hacia la izquierda, pero la cabeza del morocho estuvo ladeada hasta que Helena desapareció de su vista.

El concierto fue un éxito y Gonzalo se lo pasó  muy bien, aunque en un par de ocasiones deseó que Micaela hubiera estado allí con él para poder  escuchar aquella música tan preciosa. Llegó a su departamento muy tarde y, gracias al cansancio acumulado, logró dormir unas siete horas seguidas. Todo un éxito para su destrozado e insomne corazón. Todo parecía ir a mejor, y el domingo recibió una muy buena noticia: John y Hannah iban a hacer escala en Barcelona de camino a París. La pareja había decidido modificar un poco el recorrido de su luna de miel y pararse en la Ciudad Condal para hacerle una visita. 

A fuego lento <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora