Micaela se despertó a las nueve; al parecer, aún no se había recuperado del todo del cambio de horario. Se levantó y, de camino al baño, vio el papel que había junto a la puerta. Lo tomó intrigada y, tras leerlo, miró de nuevo el reloj de la habitación. Las nueve y diez. Retrocedió sobre sus pasos y buscó el celular. Antes de dormir lo había puesto en silencio y vio que Gonzalo sí la había llamado.
Entre la extraña invitación para desayunar con él y la llamada sin mensaje de la noche, Micaela no sabía qué pensar. Gonzalo había ido a la ciudad a trabajar, era obvio que tenía que cumplir con sus obligaciones, pero eso no significaba necesariamente que fuera uno de esos tipos que sólo piensan en el trabajo. O tal vez sí. Miró de nuevo el reloj: las nueve y veinte. Bueno, el destino, o mejor dicho, el cansancio, había decidido por ella y ahora ya no podía hacer nada.
Se ducharía y seguiría con sus planes. Si Gonzalo de verdad estaba interesado en volver a verla, ya sabía dónde encontrarla.
Gonzalo llegó puntual a Biotex y se pasó cuatro horas encerrado en una habitación con dos químicos, dos biólogos y dos farmacéuticos, que intentaron explicarle las características básicas de sus productos. Escuchó con interés cada detalle, pero lo que a él más le interesaba era saber por qué había fallado el proyecto Fénix y, por qué Lab Industry estaba interesada en adquirir también esa patente en exclusiva. El equipo de investigación respondió a todas sus preguntas excepto a las de Fénix, pues ese proyecto lo habían llevado directamente el jefe del laboratorio, fallecido el año pasado.
Regresó a su despacho a la una y, tras comer con John, hecho que en tan sólo cinco días se había convertido en una rutina, se dispuso a finalizar el análisis de los documentos de la fusión. Era viernes, y, según sus cálculos, las tres semanas que le quedaban en Estados Unidos tenían que bastar para acabar de estudiar la operación, llegar a una conclusión y poder firmarla satisfactoriamente. Encendió la computadora y comprobó su correo; tenía varios e-mails de su jefe, recordándole la importancia del negocio. Los leyó en seguida pero no perdió demasiado tiempo con ellos. También tenía uno de Dalila, en el que le decía que el embarazo iba genial y que ella y Nicolás no tenían previsto ir a Barcelona hasta el mes siguiente, y otro de Helena, en el que le contaba los problemas que estaba teniendo con uno de sus profesores en la universidad. Helena estudiaba medicina y, hasta el momento, jamás se había encontrado con ningún obstáculo. Gonzalo sonrió y les contestó a ambas; a Dalila le dijo que se cuidara, y que lo avisara si el bebé se adelantaba, y a Helena le dio ánimos y le dijo que estaba seguro de que acabaría demostrándole a ese catedrático de qué pasta estaba hecha. Antes de poder por fin concentrarse de nuevo en su trabajo, miró el celular; llevaba toda la mañana haciéndolo y el muy tozudo se negaba a sonar. Al final se rindió y decidio llamar a Micaela; sabía que si no se quitaba aquel beso de la cabeza, no lograría hacer nada de provecho en toda la tarde.
Micaela estaba paseando cuando oyó que le sonaba el celular. Como siempre, tardó un poquito en encontrarlo, pero fuera quien fuese, había decidido no cortar.
—¿Sí?
—¿Mica?
—¿Gonzalo?
—Sí, soy yo —respondió él a la vez que se daba cuenta de que le sudaban las manos—. ¿Te molesto?
—No, para nada — ¿Qué tal?
—Eh, bien, trabajando... —Ya que ella no decía nada sobre lo del desayuno, decidió hacerlo él—... Esta mañana...
—No he visto tu nota hasta pasadas las nueve —le interrumpió ella sonrojándose.
—Ayer me olvidé el teléfono en el hotel. —No sabía por qué le daba explicaciones, pero Gonzalo no quería que pensara mal de él—. Me habría encantado cenar contigo. —Ya está, ya lo había dicho, pensó aliviado.
Ninguno de los dos dijo nada durante unos segundos, así que Micaela se arriesgó a preguntarle lo que había hecho:
—¿Dónde cenaste?
—No cené. —Se rió al acordarse de lo mal que había acabado el día anterior—. Me quedé dormido en la silla, aquí en la oficina, y cuando me desperté me fui al hotel. ¿Y tú, saliste a cenar?
—No, cené en la habitación. —Como no quería que él pensara que lo había estado esperando, añadió—: Estaba muy cansada y me acosté temprano.
—¿Te apetece ir al teatro esta noche? —preguntó Gonzalo en un impulso.
—¿Al teatro? —A Micaela le habían dicho que en Nueva York era imprescindible ir a ver un musical, pero como iba a pasar allí tres meses, había decidido dejarlo para más adelante—. ¿Crees que encontraremos entradas con tan poco tiempo?
—Déjamelo a mí, tú sólo dime si te apetece ir y yo me encargo de todo —le aseguró él mientras se conectaba a Internet para comprarlas.
—De acuerdo. —Antes de que pudiera decir nada más, Gonzalo la interrumpió.
—Cuelgo y cuando sepa la hora te llamo para que te organices. Adiós.
Fiel a sus palabras, Gonza corto e investigó por la red en busca de las mejores entradas que pudiera encontrar tan a última hora. Tardó unos diez minutos, pero consiguió dos buenos asientos para asistir a El fantasma de la ópera esa misma noche. Volvió a llamar a Micaela.
—Ya está. ¿Te va bien que quedemos en el vestíbulo del hotel a las siete? La obra empieza a las siete y media, pero en media hora llegamos de sobra al teatro.
Ella, que esa vez sólo habría tardado un segundo en contestar al teléfono, dijo:
—Perfecto. —Miró el reloj y añadió—: Ya me dices cuánto te debo. —Escuchó la negativa de él pero decidió ignorarla y preguntó—: ¿Qué vamos a ver?
—Sorpresa. Nos vemos a las siete. —En otro impulso de esos que le daban desde que había conocido a esa chica, dijo—: Tengo muchas ganas de verte. Adiós. —Corto sin esperar a que ella respondiera.
Micaela se quedó mirando su teléfono como si no lo hubiera visto nunca. De no ser porque él había cortado, le habría dicho que ella también tenía muchas ganas de verlo.
Holaa se que no actualizó hace bastante pero últimamente estoy bastante ocupada, les dejo este capítulo y les aviso que mañana tal vez haga una pequeña maratón, gracias por leer💖💋
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A fuego lento <<adaptada>>
FanfictionAdaptación de "A fuego lento" de una de mis escritoras favoritas la maravillosa Anna Casanovas. Gonzalo quiere darle un giro radical a su vida y se instala en Nueva York. Micaela siente que es momento de retomar los sueños que sacrificó por converti...