Había llegado el viernes y, al estar tan liado trabajando en su piso, no se había vuelto a acordar de la cita con Lucía. Había quedado con ella aquella tarde, en la inmobiliaria, para firmar el contrato, así que no podía escaparse. Por suerte, iba a almorzar con Matias, seguro que a él se le ocurría algo.
—¿Por que no quieres tomar un café con esa chica? —preguntó el sorprendido.
—Porque no me gusta.
—¿¡Que no te gusta!? —Enarcó una ceja—. Vamos, sólo es un café, y a lo mejor incluso lo pasas bien.
—Tengo muchas cosas que hacer.
—Gonzalo ¿Cómo cuáles? Vamos, hace casi un mes que regresaste a Barcelona, y Micaela, sí, ya sé que se supone que no debo mencionarla, ni siquiera te llamó. ¿No crees que deberías empezar a olvidarla?
—Para vos es fácil decirlo, vos nunca te enamoraste.
—Sí que me enamore. —Vio que Gonzalo levantaba las cejas—. Pero estamos hablando de vos. ¿Por qué no vas a tomar ese café con Lucía? En el peor de los casos sólo perderás un par de horas de tu preciado tiempo.
—Tal vez tengas razón, es solo que...
—Que tienes la sensación de que la estás traicionando. —Su amigo terminó la frase como si de verdad supiera lo que se sentía al no tener cerca a la persona amada.
¿Cuándo se había enamorado Matias? ¿De quien?
—Ya se que es una tontería, y seguro que a estas alturas Micaela ya está saliendo con otro —prosiguió Gonzalo con el corazón destrozado—. Pero no lo puedo evitar. —Se frotó la cara.
—Tranquilo, con el tiempo te será mas fácil —El sonrió sin ganas y bebió un poco de vino—. ¿Cómo llevas lo de la asesoría?
Gonzalo agradeció el cambio de tema, y era obvio que Matias también lo necesitaba.
—Bien, lo único que me falta es firmar el contrato, cosa que haré esta tarde, e instalarme. Y tener algún cliente, claro.
—Seguro que no tardaras en tenerlos —lo animó su amigo.
—La verdad es que estoy muy ilusionado, y ya recibí un par de llamadas de antiguos clientes que quieren reunirse conmigo la semana próxima.
—Me alegro.
Terminaron de comer y se despidieron, pero Matias no lo dejó irse hasta lograr arrancarle la promesa de que iría a tomar aquel dichoso café con Lucía.
Gonzalo fue a la inmobiliaria con la intención de no cumplir dicha promesa, pero tras firmar el contrato se dio cuenta de que la chica era de verdad simpática, y de que Matias tenía razón; tenía que seguir adelante con su vida. Fueron a una cafetería preciosa y estuvieron charlando durante casi una hora. Era una joven muy agradable y Gonzalo deseó con todas sus fuerzas sentirse un poco atraído por ella... pero no lo consiguió. En su cabeza no paraba de compararla con Micaela y la pobre Lucía siempre salía perdiendo. Al despedirse, le dio las gracias por todo y, cuando ella insinuó que podrían volver a verse, él optó por decirle la verdad. O casi.
—Acabo de salir de una relación y creo que prefiero estar solo una temporada.
—Lo entiendo. —Lo miró a los ojos y Gonzalo vio que decía la verdad—. Cuesta asumir que algo que parecía perfecto no lo era tanto, ¿verdad?
—Sí, supongo que sí. —Aquella chica parecía haber pasado también por una mala experiencia—. Lo siento.
—No te disculpes. Me ha gustado mucho conocerte, Gonzalo Gravano. —Le dio un beso en la mejilla—. Y si algún día decides volver a intentarlo, llámame. Tal vez entonces tengamos mejor suerte.
—Lo haré. —Él supo que era sincero. Cuando superara lo de Micaela, «cuando» y no «si», llamaría a Lucía.
Unos días más tarde, Gonzalo se despertó en mitad de la noche con el corazón acelerado y la frente empapada de sudor.
Había soñado con Micaela. Había revivido la última noche que la vio, pero imaginándose un final distinto, uno en el que ella le decía que lo quería y hacían el amor en aquella horrible cama plegable. Tenía que dejar de hacer eso, no ganaba nada torturándose de aquel modo.
Salió de la cama y se puso la ropa de deporte. Se pasó más de tres horas corriendo y con la música a todo volumen, para ver si así lograba atontarse lo suficiente como para dejar de pensar en ella. Corrió hasta que sintió que le ardían los pulmones, y mientras lo hacía, se saltaba todas las canciones cuya letra hacía referencia al amor. Y todas parecían decirle que estaba perdido, que ella no le quería y que acabaría casada con otro. Corrió aún más y, cuando sintió que tenía la camiseta empapada de sudor y las rodillas a punto de doblarse, regresó a su departamento.
Se duchó y lloró bajo el agua. No podía seguir así. Él le había entregado su corazón y Micaela lo había rechazado. Punto final. Por mucho que se empeñara en creer lo contrario, ésa era la cruda realidad. Pero no podía evitarlo; se negaba a creer que aquellos besos que le había dado estuvieran vacíos de amor, que aquellas caricias no tuvieran significado. Se puso ropa limpia y trató de dormir. Ni siquiera tenía una fotografía suya y a menudo creía que lo había imaginado todo. Ojala hubiera sido sólo un sueño, tal vez así le sería más fácil pasarse el resto de la vida sin ella. Aquella horrible noche fue una especie de catarsis, a la mañana siguiente Gonzalo decidió que olvidaría a Micaela y que lograría ser feliz sin ella. A partir de ese día, se esforzó por no recordarla y cada vez que lo hacía se reprendía a sí mismo. Llamó a Lucía y fue a cenar con ella. No pasó nada, ni siquiera le dio la mano, pero charlaron durante mucho rato, y logró reír en un par de ocasiones. Tal vez cuando tuviera más tiempo, ahora estaba muy ocupado con la apertura de la oficina, volvería a invitarla.
Estaba sentado ante su recién instalada computadora cuando llamaron al timbre. ¿Quién podía ser?
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A fuego lento <<adaptada>>
Hayran KurguAdaptación de "A fuego lento" de una de mis escritoras favoritas la maravillosa Anna Casanovas. Gonzalo quiere darle un giro radical a su vida y se instala en Nueva York. Micaela siente que es momento de retomar los sueños que sacrificó por converti...