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Se había dormido. Gonzalo Gravano, neurótico de la puntualidad, se había dormido. Después de pasarse la noche dando vueltas, abrió los ojos convencido de que la luz que entraba por la ventana era la del amanecer, pero cuando vio la hora en el reloj que había en la mesilla de noche casi le da un infarto. Se suponía que al cabo de treinta minutos tenía que estar en Biotex para reunirse con John y algunos miembros del consejo.
Saltó de la cama y se duchó en un abrir y cerrar de ojos. Con la americana y la corbata en una mano, con aquel calor ni loco iba a ponérselas antes de que fuera indispensable, y unas carpetas en la otra, salio a correr por el hotel. Llegó a la calle y supuso que el destino se había apiadado de él, porque en ese mismo instante un taxi se detuvo delante. Tras descender sus pasajeros, se coló en su interior y le indicó la dirección al conductor. Con un poco de suerte, nadie se daría cuenta de lo que le había pasado. En los pocos minutos que duró el trayecto, a Gonzalo se le pasaron dos cosas por la cabeza; la primera, que en aquella noche de insomnio no había resuelto nada de lo que le preocupaba. La segunda, que no le importaba. Se colocó bien la corbata para intentar aparentar normalidad y puso orden a los papeles que llevaba. Aún le sobraban unos segundos para llamar. Buscó el celular. Mierda. Había vuelto a dejárlo y ahora le era imposible regresar. ¿Algo más podía salirle mal?
Micaela tampoco había dormido demasiado bien: Esteban la había visitado para burlarse otra vez de su, «patético intento» para cambiar de vida. Ella sabía que esos sueños no eran normales y era perfectamente capaz de racionalizarlos. Pero a esas alturas ya se había acostumbrado a ellos, y se decía que cuando hubiera cumplido con todos los puntos de su lista seguro que el pesado de Esteban desaparecía para siempre. Después de ducharse, bajó a desayunar y, aunque no le gustara reconocerlo, con la mirada buscó a Gonzalo. No estaba. Bueno, ahora él tenía ya su número de teléfono, así que sabía dónde encontrarla. Regresó a su habitación para tomar la guía y miró de reojo la puerta de Gonzalo. Nerviosa sin saber por qué, dirigió la vista hacia el suelo, y fue aún peor: al acordarse del beso de la noche anterior, empezó a tener calor. Y eso que el aire acondicionado estaba a máxima potencia. Lo mejor sería irse de allí cuanto antes, así que tomó lo que había ido a buscar y, equipada como una buena turista, salió del hotel.
La respuesta a la pregunta de Gonzalo era sí. Algo más podía salirle mal. Ese jueves parecía sacado de una película de terror. Tras bajar del taxi, ya malhumorado por haber dejado el celular, descubrió que la reunión incluía el almuerzo, y a él esos eventos sociales siempre lo habían puesto de los nervios. Pero la cosa iba peor. El «cobarde» de John, con la excusa de los preparativos de la boda, se fue de la comida, y Gonzalo acabó prisionero de dos de los más firmes defensores de la fusión. Tanto el jefe del departamento de ventas como el de logística estaban convencidos de que con ella la empresa saldría muy beneficiada y, además, dadas sus respectivas edades, seguro que les ofrecían una suculenta jubilación. Desde su perspectiva, quizá esa fusión fuera una gran idea, pero Gonzalo tenía cada vez más dudas. Cuando por fin logró escapar de las garras de aquellos dos lomos plateados, su única obsesión era regresar a la oficina y comprobar algunos datos que había anotado en la reunión de esa mañana. En todo aquello había algo que no encajaba, pero no lograba encontrarlo. Abrió la puerta de su oficina y se encontró con John esperándolo.
-¿Qué tal te ha ido con los «ex presidentes»?
-¿«Ex presidentes»? -preguntó Gonzalo desabrochándose el cuello de la camisa.
-Sí, los consejeros con los que has ido a comer -respondió John-. Siento haberte abandonado.
-Seguro. -Se sentó y abrió el bloc-. ¿Sabes algo de un producto llamado Fénix?
-La verdad es que poco. Sé que antes de jubilarse era el proyecto estrella del abuelo, la niña de sus ojos, y que cuando él se fue lo descartaron de inmediato. ¿Por qué?
-No sé. Tus «ex presidentes» se han pasado la mayor parte de la comida hablando de lo maravilloso que es jubilarse antes de cumplir los sesenta, pero en una de las pocas conversaciones útiles que he mantenido con ellos he creído entender que una de las condiciones que ha puesto Lab Industry para la fusión es que esa patente les pertenezca en exclusiva. No tiene sentido.
-Creo que en el almacén están guardados los documentos de ese proyecto. Pediré que los traigan.
-Perfecto. -Gonzalo se frotó los ojos-. Voy a leer de nuevo los borradores de los contratos a ver si logro entender algo. En mis copias no se menciona nunca un producto llamado Fénix.
-Tal vez sea porque no aparece con ese nombre. -Al verlo levantar una ceja, John continuó-: Fénix era el apodo cariñoso con que lo bautizó mi abuelo, pero creo recordar que el proyecto se llamaba R2D2. Ese nombre siempre me hizo gracia y por eso me acuerdo.
Gonzalo sonrió al entender por qué John no lo había olvidado y se dio cuenta de que tenía razón. En los documentos se relacionaban los códigos de una serie de productos cuyas patentes iba a tener en exclusiva una de las dos partes, y seguro que el famoso Fénix estaba allí oculto. Tenía que averiguarlo; desde el primer día había visto algo raro en aquella operación, era demasiado perfecta, estaba demasiado bien documentada.
-Gracias, John. Me has ayudado mucho. -Gonzalo se remangó la camisa.
-De nada. -John miró el reloj y le dijo-: Ya son las seis, me tengo que ir. ¿Puedo darte un consejo?
-Claro -contestó y levantó la vista de los papeles-. ¿Sobre qué?
-No te cases. Fúgate.
Gonzalo lo miró perplejo y lo despidió con una sonrisa. Si él alguna vez se casara, sería una boda pequeña y sencilla junto al mar. Seguro que Micaela estaría preciosa de blanco. ¡¡¡Eh!!! ¿A qué había venido eso? Sacudió la cabeza para despejarse, se dijo a sí mismo que era culpa del vino que había bebido en la comida y de la falta de sueño... pero lamentó mucho no tener allí el teléfono para poder llamarla e invitarla a cenar. Vio la hora que era y decidió que miraría un par de cosas más y se iría hacia el hotel. Tal vez aún pudiera solucionar lo de la cena.
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A fuego lento <<adaptada>>
FanficAdaptación de "A fuego lento" de una de mis escritoras favoritas la maravillosa Anna Casanovas. Gonzalo quiere darle un giro radical a su vida y se instala en Nueva York. Micaela siente que es momento de retomar los sueños que sacrificó por converti...