Capítulo 53

99 13 0
                                    

  El lunes, al salir del restaurante, y después de un día desastroso en el que casi hubo que llamar a los bomberos por su culpa, supo que tenía que reaccionar. No podía seguir así. Una de dos, o dejaba de pensar en él y seguía con su vida o hacía las maletas e iba a buscarlo. Se levantó nerviosa del sillón y, en un impulso, tomó el celular y llamó a Lara. Ella y su hermana, a pesar de que ahora tenían una excelente relación, no solían desahogarse la una con la otra, pero tal vez había llegado el momento de que eso cambiara.

—¿Micaa? —preguntó Lara sorprendida al descolgar.

—Sí, soy yo. —Tomó aire—. ¿Podes hablar?

—Claro, ¿pasa algo?

—Sí, pasa algo. ¿Recibiste esa postal en la que te decía que había conocido a un chico?

—Sí, ¿por qué? —Sonaba muy intrigada.

—Me enamoré de él, y él de mí...

—¡Eso es fantástico! —la interrumpió su hermana.

—Pero por mi culpa, él ya no está y yo... —Empezó a llorar—. Lo extraño mucho y no sé qué hacer.

—Espera, espera. —Lara, que había contestado con las llaves en la mano y a punto de salir de su casa, se sentó en el sillón—. ¿Cómo que por tu culpa ya no está?

Micaela le contó lo que había pasado la última vez que vio a Gonzalo y le confesó también sus miedos.

—Mica, ¿de verdad crees todas esas tonterías? —Lara estaba furiosa—. ¿Cómo puedes creer que no sabes amar? ¡Tú siempre me has querido! Y, aunque a nuestro modo, como hermanas no estamos nada mal. De acuerdo que no nos llamamos cada día, y que hace unos años nos veíamos muy poco, pero yo siempre supe que me querías, y yo siempre te he querido. Además, creía que desde que te pasó eso del tal Esteban eras feliz. —Su hermana era la única persona, además de Gonzalo, que conocía toda la historia—. Desde que dejaste de ser un clon de papá y mamá.

—¿Un clon de papá y mamá? —preguntó Micaela entre lágrimas.

—Sí, ya sabes, para ellos, el trabajo y su carrera profesional es lo primero. ¿Te acuerdas de cuando éramos pequeñas y se iban de viaje varias semanas y sólo llamaban un par de veces para hablar con nuestra canguro?

—Claro que me acuerdo.

—¿Y te acuerdas de que cuando estábamos solas, tú me leías un cuento cada noche y te asegurabas de que no me olvidara el desayuno en casa?

—Claro. —Se sonrió.

—Entonces, ¿se puede saber por qué dices esa chorrada de que no sabes amar? De toda la familia, exceptuando a la abuela, tú eres la única que ha sabido hacerlo. Aunque tengo que confesarte que por un momento llegaste a preocuparme.

—¿Cuándo?

—Cuando al terminar la carrera de medicina te pusiste en plan «quiero ser la mejor doctora de Barcelona». Hubo un momento en que creí que eras peor incluso que mamá y papá. Pero por suerte, y no me malinterpretes, ese chico murió en tu turno y viste la luz.

—¿Por qué no me lo dijiste? —Micaela había dejado de llorar.

—Lo intenté, pero no me hiciste caso. Creo recordar que el día en que saqué el tema y te dije que trabajabas demasiado, me dijiste que era una inconsciente. O algo por el estilo.

—Lo siento —farfulló ella avergonzada; al parecer, su hermana pequeña era mucho más responsable de lo que había creído.

—Yo no, algo de razón tenías... pero eso ya lo hablaremos otro día. —Suspiró—. Bueno, y ahora que hemos resuelto el asunto, ¿cuándo vienes? Porque vas a venir, ¿no? No puedes permitir que ese chico bueno ande suelto por Barcelona. —Ese comentario arrancó una sonrisa a Micaela—. Ya sabes cómo somos las mujeres, y seguro que alguna «lagarta» está tratando de pescarlo.

—Tienes razón. —Se levantó del sillón sorprendida de que le hubiera costado tanto ver algo que ahora le parecía tan obvio. Quería a Gonzalo, e iba a luchar por él. Y punto—. Ahora mismo voy a comprar un billete.

—¿Y qué pasará con el curso de cocina? —Al parecer, ahora le tocaba aLara ser la voz de la razón.

—Ni lo sé ni me importa. —Con la mano que tenía libre, colocó una valija encima de la cama para empezar a hacer el equipaje—. Estos últimos días me he dado cuenta de que lo de la cocina era sólo una excusa, y echo de menos la medicina. Cuando vuelva, iré al hospital a ver si puedo volver a trabajar.

Lara se rió cariñosa.

—Siempre he pensado que eras muy buena doctora, pero demasiado fría; ahora que vuelves a tener el corazón en su sitio, seguro que serás la mejor.

Micaela volvió a emocionarse, al parecer su hermana había dicho la verdad al decir que la quería.

—Gracias por todo, hermanita.

—Igualmente. Vamos, cuelga y llama al aeropuerto. Espero tener que ir a buscarte mañana mismo. —Se rió de nuevo y colgó.

Micaela colgó también y minutos más tarde ya tenía confirmado un vuelo para Barcelona. Llegaría el miércoles a primera hora. 

A fuego lento <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora