—¿Cuántos años tienen tus abuelos? ¿Han hecho un pacto con el diablo?
—Él tiene sesenta y ocho y ella sesenta y tres —contestó con una sonrisa—. Y supongo que sí que lo hicieron, yo también me muero de envidia. Sólo espero que la genética haya sido generosa conmigo y haya heredado sus genes.
—¿Y tus padres? —Gonzalo se dio cuenta de que si bien un par de tíos de John trabajaban en la empresa, no sabía nada de su padre ni de su madre.
—Murieron cuando yo tenía veinte años.
—Lo siento. —¿Cómo era posible que no se hubiera enterado de eso antes?
—No te preocupes. Fue hace mucho tiempo, un accidente de coche. Me fui a vivir con mis abuelos, y supongo que por eso me llevo tan bien con ellos.
—Vaya, yo no puedo ni imaginarme qué habría hecho sin mis padres a esa edad —dijo él sorprendiéndose a sí mismo por lo íntimo de la conversación.
—Fue difícil, pero mis abuelos se portaron muy bien conmigo, y al cabo de poco tiempo conocí a Hannah y supe que, aunque ellos ya no estaban, iba a ser feliz.
El sentimiento de envidia volvió a aparecer.
—Se los ve muy bien juntos.
Estaban ya en el jardín y Hannah, como si presintiera que John estaba cerca, se dio media vuelta y le sonrió. Gonzalo no tuvo tiempo de sentir celos por esa sonrisa, pues Micaela hizo lo mismo, y él casi tiró las latas al suelo de la emoción. No solían sonreírle así. Aunque tenía bastante éxito con las mujeres, y claro que éstas le sonreían, eran sonrisas seductoras, casi siempre como preludio del acto sexual. No sonrisas dulces, como si se alegraran de verlo. Podría acostumbrarse a aquello.
Dejaron las bebidas y las bolsas de hielo encima de la mesa, y luego pusieron un poco de orden. Los abuelos de John salieron pocos minutos después con una bandeja con dos cuencos de salsa y las tortitas para degustarla. Todos la probaron, y al señor MacDougall empezaron a lloverle los elogios. La salsa era realmente excelente.
Gonzalo se quedó mirando a Micaela, que seguía charlando con un par de chicas, y ella levantó la vista. Tardó un segundo en despedirse y luego caminó hacia él.
—¿Qué tal? ¿Lo estás pasando bien? —preguntó él ofreciéndole una cerveza helada.
—Sí, mucho. Hannah es muy simpática y sus amigos son encantadores — contestó ella aceptando la lata—. ¿Y tú? El abuelo de John se parece mucho a una actor, se mantiene bien.
—Ya. —Sonrió—. Me muero de envidia, seguro que cuando yo tenga su edad me pareceré más a Paco Rabal que a James Bond.
—Vamos, ¿estás buscando que te diga que eres guapo? —preguntó Micaela dando un sorbo—. Sabes de sobra que lo eres.
Gonzalo se sonrojó.
—Además, esas dos chicas con las que estaba hablando no han sido especialmente discretas preguntándome si éramos pareja.
—¿Qué les has dicho? —Bebió un poco para esperar su respuesta.
—La verdad.
¿La verdad? ¿Y cuál era la verdad? Un beso en mitad del pasillo y un par de cenas no garantizaban nada, y ella se resistía a salir con él.
Iba a preguntarle directamente lo que eso significaba cuando John le pidió que lo ayudara con la barbacoa. Mordiéndose la lengua, optó por ir a auxiliar al anfitrión y dejó a Micaela charlando de nuevo con uno de los fornidos amigos de Hannah.
En cuanto la carne estuvo asada, se sentaron a una mesa que había preparada en medio del jardín y empezaron a comer. El ambiente fue muy relajado y, entre risas, John y Hannah les contaron lo estresante que era organizar una boda, sobre todo cuando el novio era tan despistado. Luego, charlaron sobre viajes, y todos les dijeron que se morían de ganas de visitar Barcelona desde que un par de amigos habían estado allí y les habían contado emocionados lo bien que se lo habían pasado en España. Al finalizar, recogieron los platos y limpiaron la cocina. Eran las seis de la tarde; unos cuantos jugaron a pelota con Whisky, otros se bañaron en la pequeña piscina que había unos metros más atrás. John y Hannah se tumbaron en una hamaca para charlar de sus cosas y darse un par de besos, y los abuelos de John entraron en casa. Gonzalo miró a Micaela y le dijo:
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A fuego lento <<adaptada>>
FanfictionAdaptación de "A fuego lento" de una de mis escritoras favoritas la maravillosa Anna Casanovas. Gonzalo quiere darle un giro radical a su vida y se instala en Nueva York. Micaela siente que es momento de retomar los sueños que sacrificó por converti...