Lamento De Lykos

Silencio

Aprendí del silencio cada vez que el sonido me dejó mudo, cada vez que una palabra me trasmitió la más grande indiferencia, cada vez que una voz me trajo el eco del ayer. Aprendí del silencio aquel día en el que callar se volvió un privilegio, cada vez que un sueño mudo se me hizo una carga más; aprendí del silencio cuando salí a bailar con él, cuando no quise decir más que ausencia; aprendí del silencio cuando un beso no tuvo voz, cuando un abrazo se prolongó sin siquiera decirme su nombre. Aprendí del silencio cuando me quedé sin voz pero con miradas, cuando la música de la ausencia me trajo un lúcido pensar, cuando el amor me habló con sensaciones, cuando me cobije de pensamientos desordenados, de lágrimas ahogadas, de risas ahorcadas en inmoralidad. 

Aprendí del silencio cuando el ocaso se pigmentó sin decirme el nombre de su pintor; cuando el cielo lloró y no explicó su razón; cuando el sol se ocultó y no comentó cual fue el miedo, ni quien se lo infundió; cuando la luna se negó a salir en dos noches, y ni siquiera dijo con quien fue que se escapó; o qué estuvo haciendo encerrada en su habitación. Aprendí del silencio cuando nunca escuché a Dios, y no conseguí hacerlo a un lado, cuando en el pasado dejé el arpegio de alguna voz que me cobijó el corazón, y en el presente recordé su existir; aprendí del silencio cuando en medio de la ira, no dije nada más que golpes de pecho y nadie se enteró, cuando el espejo me dijo quién era, y solo miradas me obsequió, cuando en soledad he confesado mis pecados, y sin el sonido de la redención me he sentido aliviado. 

Hoy he aprendido del silencio más que ayer, quizás porque hoy no tengo una voz que me desvele, no tengo un arpegio que le dé sentido al arrítmico latido de mi corazón. Hoy aprendí del silencio, porque él me prometió siempre escuchar y hablarme con la verdad.