Un silencioso delirio.

3 0 0
                                    

Trato de definir el éxtasis, que produce perderme en tu recuerdo, naufragar tratando de timonear en el océano de mi sentir, esta barca de miedo y razón. Trato de entender ese conjunto de cuestiones que llevan tu nombre, buscar la lógica de tu caminar, perderme en cada arpegio de voz que inunda mis sentidos; en cada amanecer vestido de la esperanza, de encontrarte acunando mis delirios, en la tenue sombra que desprende tu silueta al caminar.

Trato de encontrarme en algún pensamiento lógico, en algún silencio que no sea de gritos de confusión, en alguna noche en la que la luna no me recuerde tu esplendor, en la que la brisa no me traiga el olor impreso en tu piel, en la que una tormenta no desgarre su llanto sobre mi ventana, en la que el viento no le de magia a la rebeldía de tu cabello, en la que una aurora no aprenda de la belleza en tu mirada.

Trato de perderme más que en una confusión carente de calma, más que en un futuro hecho de retazos del ayer, más que en una reencarnación de sueños, más que en ese cementerio donde la paz yace sobre una lápida; perderme más allá de un sueño que roce tus mejillas, más que en un beso sin miedo y lleno de atrevimiento, más allá del estímulo que me regala la oscilación de tu falda.

Perderme para encontrarme más allá de tu piel, más allá de esa atracción sexual, más allá de ese magnetismo, más allá de una apariencia, más allá del peligro que generan tus caderas, más allá de ese miedo a traicionar el pudor en tus pechos.

Lo encontré; el lugar donde el desconcierto me hizo entender, que para ir más a allá de tus caricias, solo puedo apelar a tu forma de ser, a ese embriagante néctar de tu sonrisa, a ese momento de silencio mutuo, en el que el tiempo se pausó en tu cara, y me obsequio instantes de inexplicable ociosidad, que maquillaban mi ruborizado corazón; ese lugar hecho de tu mirada, y ambientado con tu voz, está en mí, lo ocupé desde el momento en el que te conocí, en el instante en el que tu presencia no hizo más que crear ese umbral que separa mis gustos del amor, ese lugar en el que la inmensidad del universo cabía en una palabra, y yo aún no digo más que miradas. 

Lamento De LykosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora