Un amor salvaje y domesticado, he venido a ofrecerte, algo que no demanda de la razón; que no llama la cordura, ni se condiciona en dogmas de perfección moral y ética. Un amor tan imperfecto que se condena en la pureza de un abrazo, y se confiesa en el pecado de un beso apasionado; Tan fantasioso como un poema y tan real como un documental.
Un amor del bosque, del mar, de la sierra, del aire, de la virgen y rocosa cordillera de la indomable Irlanda; un amor del patio de tu casa, del parque, de la carretera, del desierto. Un amor propio de lo irracional y perfecto como un sentimiento animal, un amor que contenga de todo como el amazonas, pero que se viva en exclusividad, como el ártico; el fondo del océano, un desierto de África, o un bosque de concreto que alguien ya ha olvidado.
No vengo más que a entregarte un amor tan suicida y sublime, como el vuelo de un halcón, así capaz de subir hacia el cielo de tus sueños y luego precipitarse sin miedo alguno al infierno de tus miedos, sin dejar de sentir el placer de poder volar en el aire de tu inestable respiración. Un amor tan tierno, como una liebre en medio de un campo de zanahorias, así, tan simple y hermoso, tan dulce y al final tan vil ladrón... el hermoso amor de un roedor hambriento de besos y de sueños, para llenarse de sentimientos. Un amor de paquidermo, así de enorme, que se viva así de lento, sin importar lo largo del camino; con memoria para aniversarios, recuerdos y cumpleaños que te hagan migrar de nuevo, a la misma planicie, donde por primera vez, fuimos a pastar besos e inexplicables momentos.
Un amor de león, coronado en la tranquilidad de un abrazo que se entregó sin sentido alguno, luchando con un rugido que haga eco en los intentos de reinar que tuvo el ayer. Un amor de camello, resistente a la distancia y al desconsuelo del desierto de tu ausencia; que almacene besos y caricias, para que en la sequía de tus labios no corra el riesgo de morir de sed. Un amor de mariposa monarca, que migre desde el norte del orgullo y se vaya a pasar el invierno en el sur de la humildad, posada allí, en las ramas de tus brazos. Un amor de ballena, hambriento de simples detalles, tan diminutos que se adentren fácilmente y sacien el apetito de ese sueño.
Un amor de suricato, así de hiperactivo, celoso y vigilante, así de atento, siempre cuidando de vos y tus adentros; así de carismático y expresivo, sin ocultarse de la tarea de proteger su hogar, así sea de una amenaza carente de sentido. Un amor de oso, tan sublime e imponente, que entregue lapsos de tanta ternura, y algunos otros, se sienta frustrado, al no poder alcanzar el panal de tus labios. Un amor de serpiente, tan sigiloso y seductor, capaz de regalarle de una manera tan silenciosa, un estímulo de dudas pecaminosas a tu ser; tan escurridizo, que te envenene de locuras y te lleve a huir de la cordura. Un amor de cocodrilo, paciente y tranquilo, capaz de soportar indiferencias sólo contemplando tu rostro; así esté sumergido en aguas turbias de complejos; un amor que espere y se aproveche de cualquier instante, tenga o no sentido, para luego emboscar dulcemente tus labios y tu espalda con un beso y un abrazo. Un amor de mono, que se interne en tus risas, te utilice de árbol, te moleste, te haga enojar, te saque sonrisas, que no te deje caer en la rutina, ni en la absurda tranquilidad.
Un amor de lobo, así de organizado, capaz de ir a cazar sueños compartidos a tu lado; y tan desordenado, cuando los juegos cambien de panorama, tan sensible, capaz de perderse en los luceros de tus ojos y de internarse en las noches de tu vida. Un amor de perro, un lobo domesticado, que te vea como su norte y como su sur, que te busque juego, que entienda del silencio y te acompañe en él; un amor tan humilde, que se entregue sin importar un desorden de personalidad, ni el cólera de una palabra de desagrado; que regrese siempre a la misma estación en tu piel, así salga a buscar otro lugar después de una pelea, que se pierda en el olor de tu cabello; que te bese de la forma más extraña, loca y apasionada; un amor que se entregue como un perro, esté en tu recámara o en el patio de tu casa.
Un amor de gato, así de ingrato por momentos, misterioso y admirable, que tenga varias vidas, para compartirlas con vos, con ojos de noche, con sensuales, y casi sexuales movimientos; un amor que camine por el techo de tu vida, y mueva las tejas de tu orgullo; Un amor felino, que cada vez que lo arrojes del tejado de tu vida, regrese con la misma convicción y tranquilidad. Allí te has de dar cuenta, que es un amor que siempre caerá parado.
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Lamento De Lykos
PuisiLamento de Lýkos es un viaje poético apartado de los almidonados conceptos de la poesía tradicional, esta propuesta llamada "Poesía Filosófica" está repleta de peculiaridades y trasfondos de naturaleza metafísica, pues el autor propone un...