Llegamos a una casa muy grande—lo quíntuple del tamaño de mi casa—metió el coche y lo dejo estacionado cerca de una fuente.
Tengo que ser sincera nunca había estado en una fiesta, a acepción de las de los bautizos, quinceañeras y más convivios familiares o de la colonia donde bailamos cumbias y el payaso de rodeo—el rápido y el lento—y mis tíos se ponían pedos, cosa que era buena porque me daban dinero. Estaba nerviosa. Mario se bajó y yo me había quedado adentro todavía. Cuando vio que no bajaba me toco la ventana y me hizo una señal para que bajara. Abrí la puerta y baje.
—Ya llegue. —informe y empecé a caminar—Ya me voy. —me regrese pero fue imposible porque Mario me tomo del brazo para que no pudiera caminar.
— ¿Qué pasa morenita nunca has venido a una fiesta? —pregunta alzando una ceja.
—Por supuesto que sí, lo que pasa es que... —trate de buscar algo en lo cual escudarme, mire hacia abajo y una idea vino a mi cabeza. —No vine vestida para la ocasión. Mira a todas las chicas, es obvio que tenía que venir vestida como...puta.
—Solo diviértete y no pienses en eso. Además esos pantalones ajustados hacen que tu culo se vea más grande. —me giña un ojo y se muerde el labio.
No puedo creer que el haya dicho eso. Puedo asegurar a que estaba roja pero gracias a la noche no podía verme.
—Vamos camina. —me lleva hacia la entrada de la casa, bueno mansión.
— ¿Quién vive aquí? —pregunte.
—Yo. —dice y casi me atraganto con mi saliva.
—Es muy grande tu casa. —dije mirándola mejor.
—Tengo cosas más grandes muñeca. —dijo y pude entender a qué se refería, era obvio el doble sentido.
—No puedo creer que tú hayas dicho eso.
—Cómo mi corazón, o ¿qué pensabas? Eres una mal pensada morenita. —negaba divertido.
— ¿Tú tienes corazón? —pregunte haciendo cara de sorpresa.
—Muy chistosa. Mejor sigue caminando sí. —dice y empieza a caminar.
—Tú no me das órdenes. —me cruzo de brazos.
Él se detiene y se gira.
—O caminas por tu cuenta o hago que camines por la mía. —dice retándome.
No me moví en absoluto y me puse más firme. El suspiro y camino hacia mí, me levanto del suelo para llevarme cargada sobre su hombro.
— ¡BAJAME INDIO BAJADO DE LA SIERRA! —grite lanzando fuertes palmadas en su espalda, pero a él no parecía hacerle afecto.
—Te lo advertí...Y esta noche harás todo lo que te diga o no te llevo a casa y créeme que estamos muy lejos.