Capítulo 49

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[________________ López. ]
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Nos encontrábamos Lupita, Joel, Luis, Fernanda, Gael y yo sentados en una mesa.
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Sirvieron carne asada con frijoles charros, me serví dos veces ya qué estaba realmente rico.
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La novia—osea la maestra—paso por los lugares a preguntar si todo estaba bien, si no nos faltaba algo más y esas cosas.
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Canciones qué nunca pensé qué mi maestra escuchara empezaron a sonar, J Balvin, Maluma y también los ángeles azules.
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— ¿Quieres bailar? —me preguntó Gael.
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Negué, no tenía muchas ganas de bailar. Tal vez no en éste momento.
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— ¿Entonces a qué vienes a las fiestas? —me preguntó.
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Era buena pregunta.
Pero yo tenía mi respuesta
Agarré un pedazo de Chicarrón, lo llené de salsa y se lo mostré para después llevármelo a la boca.
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A eso era a lo qué iba a las fiestas, a tragar cómo la marrana qué soy.
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Negó divertido y miró hacía los lados.
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— ¿Quieres ir a fuera entonces? —me preguntó con una pequeña esperanza dentro de el.
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—Esta bien. —acepté.
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Me paré de mi asiento para ir hacía el jardín.
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Cuándo llegamos a éste, nos sentamos en el suelo.
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— ¿Y cómo te va en el amor? —me preguntó.
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—Ando mejor en bici. —le dije bromeando. Soltó una pequeña risa. — ¿Y tú que tal? —le pregunté ahora yo.
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—Ando mejor en los estudios. —me dijo.
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—El vato. —me burle de el.
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—Enserio, pregúntame lo qué quieras. —dijo.
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—Dime el juramento a la bandera.
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—Eh...Bandera de México, legado de nuestros héroes... —pensó por unos segundos. —No me desampares ni de noche ni de día.
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Comencé a reírme, era muy divertido y agradable pasar tiempo con el.
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—No, la verdad mis relaciones están hechas en china. —me dijo.
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—A cabrón, ¿Y eso porqué? —junté mis cejas esperando su respuesta.
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—Porqué no duran nada.
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Negué divertida.
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— ¿Y qué carrera quieres tomar? —le pregunté.
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—Pues yo sólo quiero ser darks pero mi mamá no me deja ser carnal. —dijo.
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—Esta cabrón carnal.
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—Ya ni pedo carnal.
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Reímos juntos.
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— ¡Gael! —grito alguien desdé adentro.
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Gael se giró para mirar a quién lo nombraba. Era Luis, y al parecer necesitaba de su ayuda.
El castaño se paro del suelo.
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—Ahora vuelvo. —me dijo.
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Yo sólo asentí.
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Se alejó dejándome completamente sola, o eso creía hasta qué sentí una mano tocar mi hombro.
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Me gire para mirar, me sorprendí al ver a la persona qué nunca creí qué vendría hasta aquí. Mario.
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Me paré rápidamente del suelo, me di la vuelta para irme. No lo quería cerca de mí.
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—Espera. —me tomó del brazo impidiéndome qué siguiera mi camino.
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Me giré para mirarlo mal y cuándo lo hice éste agacho su cabeza tragando saliva.
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—Suéltame. —dije con un tono frío en mi garganta.
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—Tenemos qué hablar. —dijo.
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—No tenemos nada de qué hablar.
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— ¿Te gusta el? —me preguntó.
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— ¿A quién te refieres por el? —pregunté.
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—Al imbécil de Gael. —su tono de voz me molesto.
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¿Porqué me hacía está escena de celos? Es un idiota. No tenía derecho.
Algo vino a mi mente, algo malvado.
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—Si.
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Mentí.
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—No te creó. —dijo.
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—Deberías.
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—Dame una razón para creerte. —pidió.
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Me quede callada, no sabía qué decir.
No había nada, absolutamente nada.
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—Lo sabía.
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—No, no sabes nada. —dije.
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— ¿Quieres bailar? —me extendió su manó para qué la tomara.
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Lo ignoré.
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—Sabes qué me molesta qué me ignoren. —dijo.
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—Y sabes qué me vale tres hectáreas de verga. —dije.
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—Hay morenita...—negó.
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Lo volví a ignorar, pero al parecer el se negaba a aceptar un no.
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Me tomó de la cintura y me atrajo a el. Forcé para qué me dejara libre peor éste era más fuerte qué yo.
Si no podía ser peor empezó a sonar Hunger - Ross Copperman cómo pista.
Era una canción con muchos sentimientos.
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—Ya te dije lo hermosa qué te vez. —me dijo.
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—Sueltame. —pedí.
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—No. —Negó. —Te extraño. —dijo.
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—Callate, ya te había dicho qué me...—mis palabras callaron por sus labios.
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Me había besado.
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Los extrañaba demasiado, necesitaba más de el.
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Mierda, no.
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No quería seguir con esto, me hacía daño. Hací que no me quedaba de otra. Esto le dolería, pero el se lo estaba buscando.
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Levanté mi rodilla y le pegue en la entrepierna logrando qué cayera al suelo.
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Sin mirar atrás corrí de su lado.
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Entré al salón de nuevo.
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Todas estaban bailando felices sobre la pista.
¿Cómo es posible qué no hayan puesto la de Payaso de rodeo?
Ese matrimonió no dudaría mucho.
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— ¡Corran chicas! —gritó la maestra qué ahora ya estaba casada.
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— ¡Acomodense! —grito alguien.
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Al parecer iban a aventar el ramo.
Todas estaban cómo locas y necesitadas.
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— ¡____________ corre! —me gritó Lupita.
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Negué, no quería ir.
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—Vienes o voy por ti. —dijo sería.
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Suspire, no había de otra.
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Caminé hasta donde estaban todas, y por todas me refiero a todas. Ninguna faltaba en este lugar, al parecer todas querían casarse.
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Vi cómo Mario entraba por la puerta y se iba a su lugar.
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También vi cómo Gael me miraba atentó desdé nuestro lugar. Me mando un pulgar demostrando qué lo hiciera bien.
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— ¡1...2...! —nos trolleo cabrón.
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— ¡1...2...2 Y MEDIÓ...3...! —aventó el ramo y éste cayó sobre las manos de petra y Lupita.
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Esto sería divertido.
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—YO LO GANE PRIMERO GATA, SUELTALO. —gritó Petra.
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— !ESTAS MARIGUAS, YO LO TOME PRIMERO, SUELTALO PENDEJA! —grito ahora Lupita.
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Las dos empezaron a jalarlo y en un descuidó el ramo salió volando al aire.
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Todos miraron atentas cómo ramo volaba por todo el salón.
Después miraron el lugar en donde había caído.
En mis manos.
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Todos aplaudieron felices.
Pero yo no estaba feliz, no quería casarme.
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Miré hacía el frente y mire cómo Mario me miraba con una sonrisa arrogante y luego se señalaba a él dándome a entender qué me casaría casaría con el.
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Luego gire mi mirada para encontrarme con la de Gael , el me miraba de una forma tierna. Una sonrisa formada en su rostro qué me hizo sentir mal.
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No podía hacer esto, no podía.
El sentía cosas hacía mi, lo sabía.
Yo no podía corresponderle, no podía hacerle ilusiones, sabía perfectamente cómo se sentía eso.
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Y por otra parte esta el.
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El  tampoco salía de mi mente. Después de ser tan idiota, yo todavía tenía sentimientos hacia el.
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Se han puesto a pensar.
¿Serian felices con el último chico al qué besaron?
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Yo no lo sabía.
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Era jueves por la mañana y todos estaban discutiendo sobré la excursión qué haríamos al bosque.

No tenía ganas de ir a ése lugar, no era mucho de bosques y lugares así.
Prefería la playa.
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Otra razón eran los malditos moscos, los odiaba a más no poder, luego estaba el calor, odiaba el calor.

— ¿______________? —me llamó Lupita.

Me gire desconcertada a mirarla.

—¿Qué?
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—¿No vas a opinar nada? —me preguntó.
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— ¿Tengo qué opinar? —pregunté.
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—Si quieres si.
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—Púes no quiero. —negué.
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—Como quieras. —se giró.
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—Bueno alumnos así queda la cosa. —hablo el profesor. —El sábado a las 7:00 nos vemos aquí en la preparatoria para irnos todos al bosque. —dijo.
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— ¿Otros grupos irán? —preguntó alguien.
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—Solo mis alumnos. —dijo.
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Rayos. Eso quería decir qué Mario iría.
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— ¿Es obligatorio ir? —pregunté.
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—Si señorita López.
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Rayos.
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—Continuemos con la clase. —dijo. —Les haré unas preguntas.
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Todos abuchearon molestos.
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—Si necesitamos 6 hombres para construir un muro en 7hr. ¿Cuanto tiempo le tomaría a 3 hombres construir el mismo muro? —preguntó.
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—Ningunas horas porqué el muro ya esta construido. —dije de lo más razonable.
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Todos empezaron a reír.
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— ¿Se quiere hacer la payasita de la clase señorita López? —me preguntó.
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Yo sólo negué.
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—Bien, en todo caso Prosigamos. —dijo. —¿Cuál fue la primera causa del divorció?
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—El matrimonió. —respondí.
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El profesor se giró a verme molestó.
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—Valla por un reporte señorita López. —ordenó.
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Rodee los ojos sin protestar, no tenía ganas de pelear con el profesor.
Me pare de mi asiento y me dirigí hacia la puerta.
Antes de salir por está le dediqué una mirada a Lupita.
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—Nos vemos en el almuerzo. —formulé con mis labios para qué me entendiera, aún que no se pudiera escuchar ella me había entendido perfectamente púes asintió.
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—Largo señorita López.
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Cerré la puerta, o más bien la azote detrás de mí.
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Caminé por el pasillo hasta llegar con la secretaria del director.
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—Buenos días. —saludo la secretaria. — ¿Qué se le ofrece? —me preguntó.
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Ella era joven, no dudaba qué tuviera una aventurilla con el director cómo lo hacían todas.
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Tenía unas mechas qué le quedaban horribles, parecía chocoflan.
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—Vengó por un reporté. —dije.
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— ¿Para usted? —me preguntó y empezó a buscar en un cajón el reporté.
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—Si.
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— ¿Cómo se llama? —me preguntó.
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—Púes no me puedo llamar, sería raro qué yo misma me llamara, sólo me dicen por mi nombre.
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—Le pondré doble reporte por graciosita. —dijo.
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—Y yo le diré a todos qué usted es la amante del director si me pone ese reporte. —dije.
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Me miro molesta e indignada.
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—¿Cómo dijo? —preguntó enojada.
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—Me escuchó perfectamente. —dije. —Y atravese a ponerme reporte o le ira muy mal.
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Y bueno, a mi fue ala qué le fue mal.
Se enojó tanto qué me mando al salón de castigo.
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Maldita, ¿Cómo se atrevía?
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La puerta se abrió y por esta entró alguien.
Levanté mi mirada y me lleve una sorpresa nada agradable.
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Era Mario.
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En su cara de formó una sonrisa, pero una malvada y a la vez arrogante.
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—Hola morenita.
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Lo ignore.
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— ¿Me vas a ignorar? —preguntó.
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Lo volví a ignorar.
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— ¿Entonces si voy y te beso no vas a decir nada porqué me éstas ignorando? —preguntó.
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De nuevo volví a ignorarlo.
No pensaba dirigirle la palabra.
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Mario se acercó a mí y se agachó a mi altura.
Me aferre más a mi asiento, Mario se recargo sobre sus hombros en la paleta de mi butaca.
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Acercó su mano a mi rodilla para comenzara a tocarla delicadamente causando una electricidad dentro de mí.
Sabía cómo ponerme nerviosa.
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Me paré rápidamente de mi asiento y corrí hacía la puerta para salir de ese lugar.
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—Puedes correr pero de todos modos te encontrare morenita.

Juan Bautista ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora