Mario Bautista
Perdí la noción del tiempo, no sabía dónde estaba y que era lo que había pasado.
Todo lo que veía era negro, sentía como si estuviera nadando en el fondo del mar y ni siquiera podía sentir mi cuerpo.
Podía escuchar voces de vez en cuando, no eran muy claras al principio pero minutos después comenzaron a hacerse más notables.
Eran pequeñas voces y gritos de lo que parecían ser médicos, por lo que deduje que me encontraba en un hospital. Usaban términos bastante extraños que nunca en vida había escuchado.
También había escuchado voces bastante familiares, en primer lugar a mis padres; mi madre llorando y siendo consolada por mi padre. Después a mis hermanos, Jan Carló hablándome sobre temas que no recordaba y Daniel sobre a una relación bastante complicada.
Y luego estaba su voz, me había costado trabajo creer que era ella al principio porque sabía perfectamente que mis padres no la dejarían estar aquí, junto a mí.
Tal vez solo fue parte de mi imaginación.
Pensé que había recuperado la conciencia por un segundo, pero no tuve suficientemente tiempo para poder abrir los ojos porque en un segundo estaba de vuelta en la obscuridad.
[...]
Comencé a despertar de nuevo y seguía inconsciente de mi situación. Quería recordar un poco del por qué me encontraba aquí pero nada de lo ocurrido llegaba a mi mente.
No sabía cómo había llegado al hospital y tampoco sabía el momento exacto en el cual mi cuerpo comenzó a reaccionar, solo sé que paso demasiado rápido como para poder pararlo.
Todo me dolía, trataba de abrir mis ojos, mover mis manos y mis labios.
La luz me molestaba demasiado pero no podía ni siquiera hacer una simple mueca de dolor.
No tenía ni idea de cuánto había estado aquí, tal vez días, horas, semanas y hasta temía que años. No lo sabía realmente.
Mis dedos se sintieron tiesos cuando trate de moverlos y estirarlos.
Un dolor en mi cabeza hizo que mi cabeza se despejara un poco causando que se moviera a un lado, para poder alejarme de la brillante luz del sol.
Finalmente pude conseguir abrir mis ojos.
Parpadee varias veces hasta conseguir que mi visión fuese más clara. Note a una persona sentada a mi lado, mire al que parecía ser Jan Carló que se encontraba muy quieto tapando con una mano su boca mientras que sus ojos se agrandaban desconcertado.
Abrí mi boca para tratar de decir algo pero nada salía de mi boca, estaba seca.
Me sentía cansado a pesar de haber dormido sepa la madre cuánto tiempo.
—Mario...—logro hablar. —No vuelvas a quedarte dormido cabron, traeré a mamá y a los médicos. —su voz sonaba dura. —si te vuelves a dormir juro que te...—ni siquiera término la frase porque había salido corriendo de la habitación gritando el nombre de mamá.
Me quede en silenció.
Un minuto después mi madre entró con lágrimas en los ojos y detrás de ella un hombre con bata blanca.
No me queje cuando me envolvió en sus brazos para darme un fuerte abrazo. —Mi amor, perdóname bebe lo siento mucho mi cielo. —sollozo.
—Mamá...—apenas y logré decir.