________________ López
—Tranquila, todo saldrá bien morenita. —me dio ánimos Mario.
Pero yo necesitaba más que eso.
— ¿Y si no me aceptan?—pregunté melancólica.
De por si ellos no me aceptaban, que me rechacen una vez más me terminaría por destrozar por completo.
—No pienses eso morenita, a parte a mí me importa eso, yo seguiré a tú lado. —me acarició la mejilla.
—Pero la opinión de tus padres siempre va a importar. —dije.
Él iba a hablar pero alguien lo interrumpió.
— ¡Mario mi vida que bueno que ya llegaron!—grito emocionada la mamá de Mario.
Se acercó hacia nosotros y me abrazó.
Sorprendida y confundida por su repentino acto termine por regresarle el abrazo.
Segundos después nos separamos y fue hacia Mario para también abrazarlo.
Comenzamos a caminar hacía la casa.
Era raro para mí hacer esto. Entramos a la casa y todos nos esperaban en la sala sentados.
Daniel, Jan Carló y el papá de Mario. .
Los tres se pararon de su asiento y se acercaron hacía nosotros.
Me saludaron amablemente, pensé que en cualquier momento me correrían a patadas de la casa y me prohibirían acercarme a su hijo, pero cuando dijeron que nos acercáramos a comer esa idea había desaparecido por completo.
Nos sentamos en la mesa, esta era muy grande, podría apostar a que era 4 veces más grande que la mía, esperen...yo ni mesa tenía.
Aquí no tenían velas de la Virgen de Guadalupe, ni el recuadro dónde se colocaban las 6 caritas de chiquito, tampoco las flores de plástico, aquí eran de verdad.
Una señora llego con un plato de langosta en su mano.
Hay no, langosta no.
Mi mamá solamente una vez me dio langosta, pero ni langosta era, solamente eran frijoles pero ella me hizo gritar que era langosta para presumirle a mi vecina la cuál le caía mal en ese entonces.
Cuando vivía, porque ahora a sus 86 años ella murió.
La señora les sirvió a todos y era hora de comer. Yo no sabía cómo comer esta puta mierda, por mi le la comía con las manos pero no podía dejar una mala imagen de mi a mi suegros.
Tome el primer tenedor que vi a mi lado y comencé a picarla.
Una risita salió de la garganta de Daniel, bah, era normal que él se burlara de mí.
—Daniel...—lo regañó Mario.
—Lo siento. —se disculpó.
Al parecer había fracasado, todos comían de manera elegante y sin que se les dificultara, yo apenas y podía mantener la postura.
Comencé a copiar los movimientos de los demás, y al fin pude comer como todos lo hacían.
/.../
— ¿Puedo ir al baño?—le pregunté a Mario.
Las ganas me llegaron después de tomar ése vino tinto que sirvieron.
—Yo te acompaño. —me dijo Gloria.
—Cla-claro.
Mario me dedicó una sonrisa la cual se la regrese.
Gloria se paró de su asiento y me acompaño al baño.
Fuimos hacía la planta de arriba sin siquiera dirigirnos la palabra, era bastante incómodo.
—Puedes entrar al baño de ahí. —me dijo.
—Gracias. —agradecí.
Entre a la habitación que parecía ser la de la mamá de Mario. El decorado era muy elegante, la cama muy grande y bueno, la habitación del tamaño de mi casa.
Tarde un poco en encontrar el baño pues había como 5 puertas.
Era como un laberinto.
Hice mis necesidades y salí del baño, cuando fui hacia el pasillo la mama mamá de Mario ya no se encontraba hay. Camine confusa hacía las escaleras pero en él camino me topé con Mario.
— ¿Qué pasa?—le pregunté.
—Nada, mi mamá se sintió un poco mal y dio por terminada la cena, dijo que podíamos estar en mi cuarto.
La verdad eso me parecía muy extraño.
— ¿Y si mejor vamos al patio?—sugerí.
—Si tú quieres. —se encogió de hombros y comenzamos a caminar hacia su jardín.
Su jardín me traía muchos recuerdos, su piscina también, recuerdos buenos y algunos tristes.
/.../
—Y entonces mi mamá lleno mi computadora de virus. —conté.
Nos encontrábamos sentados en el césped.
—Pero se ganó un viaje. —se rió.
—Que puto viaje, solo lleno mi computadora de virus. —me crucé de brazos. — ¿Tu nunca te llenaste de virus?
Negó.
— ¿Ni con Ares? —pregunté.
— ¿Qué es eso?
— ¿Cómo descargabas música?
—Eh, la compraba. —se encogió de hombros.
—Bueno pues tu nunca sabrás lo que era descargar canciones en Ares, terminabas con 34 virus, 10 troyanos y tres testigos de Jehová.
El comenzó a reírse.
Su sonrisa era muy contagiosa y terminé riendo yo también.
De pronto unos policías llegaron acompañados de la mamá de Mario.
Mario y yo nos miramos confundidos, nos levantamos rápidamente del suelo.
— ¡Ella fue la que tomó mi joya!—me apuntó la mamá de Mario.
— ¡¿QUÉ?!—grité.
Esto era una mierda, yo no había tomado nada.
Mario se puso delante mío para evitar que los policías me tocarán.
— ¡NO SE ACERQUEN A ELLA!—les dijo molesto. — ¿QUÉ MIERDA ES ESTO MAMÁ?
— ¡ELLA TOMÓ MI COLLAR HIJO!
— ¡YO NO TOMÉ NADA!—lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.
— ¡YA LA ESCUCHASTE, ELLA NO TOMO NADA MAMÁ, NO MIENTAS!—Mario tomó mi mano y yo la apreté fuertemente.
Los policías tomaron a Mario para separarlo de mí, otro me tomó a mí de la cintura y me jaló.
— ¡SI SE LLEVAN A ___________ NUNCA TE LO PERDONARE MAMÁ!—grito Mario.
Por fin lograron separarnos a los dos.
Nuestro agarre de deshizo por completo, como corazón en estos momentos. Lágrimas salían sin permiso de mi garganta, esto había sido planeado y ahora iría a la cárcel.
— ¡_____________NO!