Capítulo 38

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[__________López. ]
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Cuándo acepté ayudar a mi madre , nunca creí venir a esta casa de nuevo.
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Ahora me encuentro vestida de camarera y con una olla de ensalada que tengo qué repartir a toda la gente en este lugar.
Y uno de ellos era Mario.
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Cuándo entre al salón para llevar la comida mire a todos lados para ver si el estaba aquí. Efectivamente, Mario restaba junto a Daniel y otros dos chicos, y con ellos también están petra y otra rubia qué me valia madres.
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Petra y Mario...juntos, joder.
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Dé repente Mario giró su cabeza y me miró. Asombrado pero sin perder su toqué de galán, me mando un giño acompañado de una sonrisa malvada, qué a mi parecer no iba a traer buenas cosas.
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— ¿Nos vas a servir o no? —preguntó un chico.
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Salí de mí mundo y me adentre en éste. Caminé hacia la primera mesa y deje un plato a cada una de las personas en ella. Dedicándoles una pequeña sonrisa me retiré para ir hacia la siguiente charola.
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No quería servir en la mesa de Mario, no quería estar cerca del el en estos momentos. Qué estúpida me siento.
Qué ridícula.
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Iba a ir por la siguiente charola pero un chico me detuvo.
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— ¿Me puedes pasar mi servilleta? —me pregunto.
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Mire hacia el piso y efectivamente, su servilleta estaba tirada. Me agache para recogerla. Y cuándo me paré pude notar qué ellos lo habían hecho a propósito para verme el trasero.
Infelices.
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—Toma. —le dije fríamente.
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—Gracias dulzura. —me giño un ojo.
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Puse cara de horror y seguí en lo mío.
No podía pelear con esta gente, mi mamá me lo había advertido.
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Sentí una mirada pesada y me giré para encontrarme con la de Mario.
Me estaba poniendo nerviosa, más nerviosa que cuándo paso a exponer algo que no estudié ni madres.
Si eso no es amor, no se qué sea.
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— ¡Hey tú! —me gritó alguien. Y por la voz de pito qué tenía pude adivinar quien era.
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Petra.
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Me giré y la mire.
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— ¡Ven aquí! —me grito.
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Maldita petra hija de su puta madre.
Traía un maquillaje italiano, mechas californianas, depilado brasileño, uñas francesas, pero su cara joder. Tenia cara de Maya.
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No quedaba de otra, me acerqué a la mesa y la mire atentamente.
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— ¿Me llamo? —pregunté cortésmente.
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— ¿Porqué no nos haz traído de comer? Para eso estas, muevete. —me tronó los dedos.
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—Ahora vuelvo. —dije conteniendo todo el puto coraje qué está perra me hacía hacer.
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—Y arreglate mejor, hay qué dejar una buena imagen. Una manita de gato no vendría mal. —dijo mirándome de arriba abajo.
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—Para la próxima lo tendré en cuenta. —le dediqué mi mejor sonrisa.
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¿Manita de gato?
Ella no necesitaba una manita de gato, necesitaba un putazo de león, pinche fea mamona.
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Caminé hacia la cocina.
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Regresa con las demás ensaladas para llevarlas a la mesa de Mario.
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Primero serví a un chico que tenía un parecido a Mario, luego al tal Daniel, después a la amiga de petra.
Ahora seguía Mario, no. Aiuda.
Me acerqué a su lugar y tomé la ensalada de la charola para entregársela. Pero cuándo iba a hacerlo se me derramo poquito causando manchar un poco a Mario.
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—Lo...siento. —dije tomando una servilleta y limpiando su torso.
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—No sirves para nada. —me insultó petra. —Deja hacerlo yo.
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Se paró de su silla y me gire rápido causando qué toda la charola cayera sobre ella.
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—Lo-lo sie-ento. —intenté disculparme.
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Mi mamá me mataría.
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—Eres una estúpida criada qué no sirve para nada, solo causas problemas y eres una metiche de mierda, una pobretona que no tiene para nada, no tiene para sus estudios, para una buena carrera y qué sólo esta de zorra qué creé qué su papá regresara para estar de nuevo con ella. —dijo de golpe y son respirar.
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Lo último fue lo que encendió a la verdadera ___________ enojada.
Pero algo me detuvo, mi madre.
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Estaba parada observando observando la escena desde lejos.
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Di un largo suspiro y salí corriendo de ese espantoso lugar.
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Llegué al jardín dónde había estado ya anteriormente y me acerqué un poco a la piscina.
Odiaba a las personas cómo ella.
Las qué se creen más por el simple hecho de tener dinero.
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— ¿____________? —preguntó alguien.
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Conocía esa vez perfectamente.
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—Vete. —le dije a Mario.
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—No te dejare aquí sola. —llego a mi lado.
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—Qué te vallas mierda. —le dije sería.
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—Ya dije qué no. —intento acercarse más a mí.
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—Te haces pa'ya o te hago pa'ya cabrón. —intenté alejarlo.
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— ¿Estas bien? —me pregunta.
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—Si.
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— ¿Segura?
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—Qué si mierda. —afirme.
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Sentí como unos brazos me atrapaban entre su pecho. Mario me estaba dando un abrazo.
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—Sabes, no te creó. —dijo.
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—Deberías.
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— ¿No me quieres contar?
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Suspire, el era un necio de primera.
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—Es que es una larga historia. —le informe.
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—No tengo prisa.
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—Había un perro llamado "pa fuera" un día lo le gritaron "adentro pa fuera" y el perro se confundió y explotó. —dijo Mario.
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—Hay no mames. —dije negando el chiste tan culero pero a la vez riendome por ello.
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Nos encontrábamos recostados en el sespet del jardín platicando de cosas estúpidas.
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Me puse de lado para mirarlo mejor , el hizo lo mismo y ahora nos mirábamos el uno al otro.
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Señora mamá de Mario, tiene un hijo bien guapo.
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Mario puso sus mano sobre mi barbilla y se acercó a mi para darme un beso.
Cuándo sus labios tocaron los mios comenzó un beso lento y sin prisa.
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Cuándo más te aferras a algo, más se te sale de las manos.
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Me sigo preguntando, cómo fue que me gusto éste chico.
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— ¡MARIO QUE DIABLOS HACES! —grito alguien.

Juan Bautista ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora