Él seguía dejando besos en mi cuello y a decir verdad no se sentían nada mal, pero tenía que controlarme.
Empecé a pensar cómo podía solucionarlo pero nada se me venía a la mente. Sólo algo que una vez mi tío me dijo.
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"Si quieren excitar a una mujer, tienen que tocarla, besarla, hablarle al oído. Y si quieren excitar a un hombre tiene que tocarle la verga, tocarle la verga y tocarle la verga. "
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Descarte por completó eso pues mi tío me lo dijo cuándo estaba borracho.
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Mario empezó a tocar mi muslo formando pequeños círculos en él.
¡ADIÓS AUTO CONTROL!
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Él subió su rostro y me miró. Formó una sonrisa de esas que hacen desmayarte y me beso.
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Sus labios se empezaron a mover al compás de los mios. Primero empezaron tranquilos pero pocos segundos después se movieron salvajemente.
Puse mis manos en su nuca y empecé a tocar su pelo.
Con su lengua pidió paso para entrar en mi boca y sin reclamar acepte.
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¿Qué me está haciendo este chico? ¿Porqué de repente lo odió y segundos después tengo la necesidad de besarlo? ¿Sera qué...?
No, no puedo hacerme esas estúpidas ideas. Tengo ganas de irme a la conchetumadre.
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Pero algo de lo qué estoy segura es qué sus besos me vuelven loca, me encanta besarle, sentir esos labios junto a los míos. Es un buen besador él cabrón.
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Un gemido se escapo de su boca y reprimi uno yo, no quería que lo escuchara.
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Alguien se estaba acercándose a la habitación así que nos tuvimos qué separar. Realmente agradecí a esa persona púes yo había perdido mi control y había caído ante él.
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Nos sentamos en la cama, él acomodó su pelo y yo mi falda.
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Una señora entro por la puerta y nos miro. Se sorprendió un poco y pude ver cómo se empezaba a poner nerviosa.
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—Disculpen, no sabía que estaban aquí. —dijo la señora.
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Me pare rápidamente de la cama y me acerqué a ella.
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—No se preocupé, no estábamos haciendo nada. —le dije para calmarla.
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—Sí, nada. —dijo sarcástico.
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Me gire para mirarlo mal y este tenía una sonrisa egocéntrica en su cara.
Me sonroje, el estaba dando a entender que estábamos haciendo algo.
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—Me retiró. —dijo la señora y se fue dejandome sola de nuevo con él idiota de Mario.
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—Eres un idiota. —le grite.
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—Y tú te vez muy linda sonrojada. —me giño un ojo.
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Rodee los ojos, con él no se podía.
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— ¿Me puedes llevar a casa? —le pregunte.
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—No. —Espetó. —Te secuestraré y te encerraré en mi sótano para que seas mía para siempre.